La joven, cuyo corazón había sido destrozado por la crueldad de aquellos que una vez habían sido sus seres queridos, ahora caminaba por un sendero de venganza. Había perdido todo: su hogar, su familia, su inocencia. La amargura y el dolor habían dado paso a una sed de justicia, que la impulsaba a buscar a aquellos que le habían arrebatado todo. Sin embargo, el destino, que parecía tener un plan propio para ella, nuevamente la pondría a prueba. La joven se encontraría cara a cara con su pasado, y debería enfrentar las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo. ¿Podría encontrar la fuerza para perdonar y seguir adelante, o la venganza la consumiría por completo? Eso solo el tiempo lo diría.
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capítulo 24
Su llanto resonaba en la celda, desgarrador y desesperado.Sus uñas rajaban el suelo rocoso, como si intentaran escapar de la realidad.
"Si es verdad que mi padre me estaba ofreciendo, ¿por qué me compraste?", preguntó Elizabeth.Su voz estaba llena de angustia e indignación.
Narón se sintió abrumado, sin saber qué decir.
"Necesito ser coronado", comenzó. "Para eso debía casarme".
Elizabeth se horrorizó."¡No puedo creerlo!", gritó.
Tapó su rostro con las manos, a punto de perder la cordura. "Sabía que mi padre me odiaba, pero no esperaba que llegara a tanto".
Se levantó, sujetando a Narón de la camisa con ambas manos. "¿Cómo pudieron hacer algo así? ¿Cómo hacen para dormir por las noches?", preguntó.
Narón sonrió con desdén."Me he llevado miles de vidas en guerra y aún así duermo plácidamente".Su voz se llenó de desprecio."¿Qué te hace pensar que no lo hago ahora?".
Elizabeth se sintió herida.Su rostro se distorsionó por el dolor."¡Bestia, eres una Bestia!", gritó.
Narón se detuvo, su expresión cambió.
"Todo lo que les pasa se lo merecen, son despreciables", gritó Elizabeth."¡Que los dioses los maldigan!".
En un instante de locura, Narón sujetó a Elizabeth entre sus brazos, sintiendo su lucha desesperada por liberarse. Su beso fue posesivo, insaciable, mientras apretaba sus piernas con fuerza salvaje. La ropa de Elizabeth se rajó, dejando su torso delicado expuesto.
"Te mostraré lo que es ser una bestia" gruñó.
Elizabeth gritó con todas sus fuerzas, su voz desgarradora "¡Alto por favor ya detente, mátame de una vez si así lo quieres pero ya es suficiente!".
Narón se detuvo, su cuerpo temblando por el miedo y el llanto que la dejó sin aire. Su mirada se encontró con la de Elizabeth, y vio el terror reflejado en sus ojos. En ese momento, Narón volvió en sí, consciente de su error. Su rostro se distorsionó por la vergüenza y el arrepentimiento. Soló la suelta, retrocediendo como si hubiera sido golpeado.
"¿Qué estoy haciendo", se preguntó, su voz apenas audible.
Elizabeth se desplomó, su cuerpo sacudido por sollozos. Narón se dio cuenta de que había cruzado una línea irreparable. Su corazón se llenó de remordimiento y culpa. La vergüenza lo consumió. Salió del calabozo, desapareciendo en los sombríos pasillos. La noche se presentó fría y cruel.
"¡Bestia, eres una Bestia!", resonaron las palabras de Elizabeth en su cabeza. Narón se dio cuenta de su error. No era un tirano, pero sí un hombre condicionado por su pasado.
Amaneció, y Narón ordenó sacar a Elizabeth de la celda. La llevó a su habitación, consciente de su desprecio. Se acercó a ella, con pesar en el corazón.
"Necesito hablar, acompáñame por favor". Suspiró con pesar porque sabía que ella no quería hacerlo y también sabía que no podía negarse. Eso era lo que más le molestaba. Por ser un príncipe las personas solo hacían las cosas por deber y no porque así lo quisieran.
Van camino hacia el jardín y Elizabeth lo acompaña en silencio. "No quise comportarme de esa manera, yo…". Lo interrumpió.
"¡No hace falta decir nada majestad!", Fría.
Narón se volvió hacia ella quedando frente a frente y dijo susurrado.
"¡Por favor!".
El reencuentro con su amado está muy próximo