"Sin Reglas"
París Miller, hija de padres ausentes, ha pasado su vida rompiendo reglas para llamar su atención. Después de ser expulsada de todas las escuelas, sus padres la envían a una escuela militar dirigida por su abuelo. París se niega, pero no tiene opción.
Allí conocerá a Maximiliano, un joven oficial obsesionado con las reglas. El choque entre ellos será inevitable, pero mientras París desafía todo, Maximiliano deberá decidir si seguir el orden... o aprender a romper las reglas por ella.
Una comedia romántica sobre rebeldes, reglas rotas y segundas oportunidades.
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capitulo 13
París estaba completamente abstraída en su desayuno, cortando una tostada con movimientos lentos, como si el mundo a su alrededor no existiera. Fue entonces cuando sintió unas sombras interrumpir su vista. Levantó la mirada y se encontró con tres chicas paradas frente a ella. La que parecía ser la líder, una rubia de ojos claros con un aire altivo, cruzó los brazos y arqueó una ceja.
—Tú debes ser París Miller, ¿no? —dijo con un tono que mezclaba condescendencia y burla.
París no respondió de inmediato; solo levantó una ceja, esperando que la chica continuara.
—Voy a ser directa. Mantente lejos de Maximiliano —soltó la chica con firmeza, enfatizando cada palabra como si estuviera dictando una orden incuestionable.
París la miró fijamente por unos segundos antes de soltar una carcajada tan fuerte que algunas personas en el comedor giraron la cabeza para mirar.
—¿En serio viniste hasta aquí para decirme eso? —preguntó París entre risas, dejando caer su tenedor en el plato.
La rubia frunció el ceño, claramente molesta por la reacción de París.
—No es un juego, Miller. Maximiliano es mío. No quiero verte cerca de él.
París se levantó con calma, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, y se acercó a la chica, reduciendo la distancia entre ambas.
—Mira, Bianca, ¿verdad? —dijo, inclinando ligeramente la cabeza—. No me interesan tus amenazas. Maximiliano no es un trofeo ni una propiedad. Y, sinceramente, tampoco es mi problema si no puedes controlar tus inseguridades.
Bianca la miró con los ojos entrecerrados, claramente furiosa.
—Eres una rebelde, una chica problemática. No encajas aquí y todos lo sabemos.
París se encogió de hombros con desdén, mostrando que las palabras de Bianca no la afectaban en lo más mínimo. Dio un paso más cerca, borrando la sonrisa de su rostro.
—Tienes razón en algo: no encajo. Pero eso no significa que puedas venir aquí a decirme qué hacer o con quién hablar. No me conoces, y deberías agradecerlo. Porque como enemiga, puedo ser muy cruel. Así que te daré un consejo: no pongas mi paciencia al límite.
La tensión en el aire era palpable, y las dos chicas que acompañaban a Bianca dieron un paso atrás, claramente incómodas. Bianca, sin embargo, intentó mantener su compostura, pero no pudo evitar retroceder ligeramente ante la intensidad de París.
—Esto no ha terminado —soltó finalmente Bianca antes de girarse con dramatismo y salir del comedor, seguida por sus amigas.
París se sentó de nuevo y retomó su desayuno como si nada hubiera pasado, aunque un leve brillo en sus ojos delataba que había disfrutado el intercambio más de lo que quería admitir.
París no tardó en unir los puntos después de su intercambio con Bianca. Supo exactamente quién era: la chica con el uniforme siempre impecable, esa que nunca perdía la compostura, que terminaba todos los entrenamientos a la perfección, la favorita de los instructores, con las mejores calificaciones y una actitud que irradiaba perfección. En resumen, la segunda amante de las reglas del internado, justo después de Maximiliano.
Una tarde, durante los entrenamientos grupales, París observaba de reojo a Bianca, que daba órdenes al equipo como si fuera la líder nata que todos reconocían. "Hacen buena pareja, sí," pensó París con un toque de sarcasmo. "Ambos son perfectos, aburridos y obsesivos con las reglas. Parecen hechos el uno para el otro."
El entrenamiento consistía en escalar una cuerda larga, algo que París apenas estaba comenzando a dominar. Su cuerpo ya no era tan débil como al principio, pero el ejercicio seguía siendo un desafío. Justo cuando estaba a la mitad de la cuerda, concentrada en no resbalar, sintió un movimiento extraño detrás de ella. Un chico del grupo, con cara de culpabilidad, se acercó demasiado y, de manera muy obvia, metió el pie en su trayectoria.
El desequilibrio fue instantáneo, y París cayó de la cuerda con un grito ahogado. Sin embargo, en lugar de golpear el suelo, cayó directamente en los brazos de Maximiliano, quien, por casualidad, estaba pasando por el área en ese momento.
—¡Cuidado! —dijo él, sosteniéndola con firmeza mientras sus ojos se fijaban en ella, preocupado por si se había lastimado.
París notó la mirada furiosa de Bianca desde la distancia, y una idea maliciosa cruzó por su mente.
—Maxi... ¿me... me salvé? —murmuró en un tono débil, mientras se acurrucaba un poco más en sus brazos, haciendo todo el espectáculo aún más dramático.
—¿Estás bien? ¿Te lastimaste? —preguntó Maximiliano con el ceño fruncido, sin notar la sonrisa traviesa que París escondía.
—No lo sé... siento que... todo está dando vueltas... —París dejó caer la cabeza contra su pecho, fingiendo un desmayo perfecto.
El grupo de estudiantes, incluido el chico que la había hecho tropezar, observaba boquiabierto. Maximiliano suspiró, claramente molesto, pero sostuvo a París con cuidado mientras la apartaba de la multitud.
—¿En serio, Miller? —murmuró por lo bajo mientras caminaba hacia la enfermería con ella en brazos.
Desde su posición "desmayada", París no pudo evitar espiar a Bianca, quien estaba completamente roja de furia. Al notar que la observaba, París esbozó una sonrisa burlona, disfrutando del momento al máximo.
pero quisiera que terminase de otra forma