Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 24
Era un día soleado, pero dentro del edificio de la empresa, la atmósfera era todo lo contrario: cargada de tensión. Teo se había presentado tarde, como siempre. Con una expresión que dejaba claro que nada le importaba, se sentó en su silla, haciendo como si las órdenes de Melanie no fueran nada para él. Sin embargo, había algo en el aire que lo hacía sentirse incómodo. Sabía que esta vez las cosas iban a ser diferentes.
El CEO de la empresa, su propio padre, había dado instrucciones claras a Melanie: “Tienes que estar pegada a él todo el tiempo. Si se va de fiesta, tú vas con él. Si se pierde, tú lo encuentras. Tienes la clave de su casa. Manténlo bajo control, asegúrate de que no se pierda.”
Melanie no estaba de acuerdo con estas órdenes, pero, ¿qué opción tenía? El control sobre la empresa estaba en sus manos, y Teo, aunque rebeldemente desinteresado, no dejaría de ser un obstáculo si no lograba "domarlo". Así que, con determinación, se preparó para lo que se venía.
Esa tarde, después de una jornada especialmente tensa en la oficina, Melanie se encontró mirando su teléfono, sin poder evitar sentir que estaba perdiendo una parte importante de sí misma al seguir estas órdenes. La voz fría del CEO resonaba en su cabeza: "Teo no puede salir de control, no más fiestas, no más desorden."
Teo, mientras tanto, ya planeaba su escape. Sabía que, tarde o temprano, Melanie se cansaría de tenerlo bajo su mirada constante. Pero no lo pensó dos veces cuando ella apareció en la puerta de su oficina con una carpeta en la mano y una mirada seria.
—Teo, es hora de ir a tu casa —dijo, cerrando la puerta detrás de ella con un suave golpe. Él la miró desconcertado, como si no entendiera de qué hablaba.
—¿Qué? ¿Ahora también vas a venir a darme la lata en mi propia casa? —Teo contestó con una sonrisa burlona, aún sin entender del todo.
Melanie lo miró fijamente, sin ceder a su provocación. Sabía que tenía que llevarlo a su casa, y no le importaba lo que él pensara de ella. No sería fácil, pero el CEO había sido claro: ella tenía que estar "pegada" a él.
—Sí, eso parece —respondió Melanie, con un tono firme, pero sin perder su compostura.
La idea de compartir el espacio de la casa de Teo le parecía absurda. ¿Cómo iba a manejar estar constantemente a su lado, sin poder despegarse de él? Pero no tenía otra opción.
Teo se levantó con gesto de molestia, echándose la chaqueta sobre el hombro, y sin decir una palabra más, salió del despacho. Melanie lo siguió, manteniendo la distancia. Durante todo el camino hacia la casa de Teo, el ambiente estaba cargado de incomodidad. Ella sabía lo que él pensaba: que era una impositora, una persona que solo estaba para obstaculizar su libertad. Pero Melanie también sabía que, de alguna manera, Teo necesitaba disciplina, y ella era la única capaz de dársela.
Teo, mientras conducía hacia su casa, miraba de reojo a Melanie, quien lo observaba fijamente. El silencio era palpable. Sabía que, aunque la tensión entre ambos era evidente, había algo que los unía. La competencia de la escuela, la rivalidad de siempre. Pero ahora, eso parecía haber quedado atrás, aunque solo fuera por un momento.
Llegaron a la casa de Teo, una mansión moderna, pero algo desordenada. Al entrar, Melanie se dio cuenta de que la vida de Teo era más desorganizada de lo que pensaba. La falta de estructura era obvia, y eso lo hacía aún más complicado. Teo, sin embargo, actuaba como si no le importara lo que pasaba a su alrededor.
—¿Sabes qué? No te hagas ilusiones —le dijo mientras dejaba su chaqueta sobre el sofá y se deslizaba hacia la barra de la cocina—. Aquí no hay reglas. Si el CEO piensa que me vas a controlar, se equivoca. Yo hago lo que quiero.
Melanie, respirando profundamente, lo siguió por la casa. Tenía que estar alerta, no podía relajarse, aunque la escena era irónicamente cómica. Ahí estaba, una ejecutiva impecable, una mujer que siempre había tenido todo bajo control, ahora en la casa desordenada de su peor enemigo.
—Teo, no se trata de controlarte —respondió ella con calma, pero con una firmeza que solo ella podía proyectar—. Se trata de que te des cuenta de que todo lo que estás haciendo no te está llevando a ningún lugar.
Teo la miró de reojo, un brillo de burla en su mirada. Sabía que Melanie era capaz de hablar como una adulta responsable, pero su actitud provocadora no podía ser ignorada. Se acercó lentamente a ella, rozando su hombro con el suyo.
—¿Y tú qué sabes de cómo estoy viviendo? —Teo susurró en tono desafiante, buscando una respuesta en ella. —¿De verdad piensas que vas a cambiarme?
Melanie se quedó quieta, el roce de su hombro enviando una corriente de incomodidad y algo más. No podía permitir que su profesionalismo se desmoronara ante ese tipo de provocaciones.
—No se trata de cambiarte —respondió con voz firme—. Se trata de que tú decidas si quieres seguir siendo el mismo de siempre o si quieres hacer algo diferente con tu vida.
Teo se quedó en silencio, mirando a la mujer que siempre había considerado su enemiga, pero que en ese momento parecía tener algo más que una simple autoridad sobre él. Quizás, algo que él necesitaba, aunque no lo admitiera.
De repente, el tono en el que Melanie le habló lo desconcertó. Era suave, sin perder la firmeza, pero mostraba una vulnerabilidad que nunca había esperado de alguien como ella. Había algo en su mirada que descolocaba a Teo, y aunque no quería admitirlo, sentía una extraña conexión con ella. Quizás, en el fondo, ambos se entendían más de lo que pensaban.
Poco a poco, los días pasaron, y la dinámica entre ellos comenzó a cambiar. Aunque Melanie seguía exigiéndole disciplina, también había momentos en los que su relación se suavizaba, no por su voluntad, sino por la extraña conexión que comenzaban a forjar. Melanie veía cómo Teo, en su resistencia y rebeldía, también luchaba contra sus propios demonios. Y Teo, a su vez, se dio cuenta de que la mujer que siempre había considerado su enemiga tenía algo más que un control sobre él; tenía una forma de comprender su dolor, su frustración.
En el camino hacia el cambio, ambos comenzaron a encontrarse en medio de una guerra interna. Pero lo que nadie esperaba era que, mientras se desafiaban y se empujaban mutuamente a sus límites, comenzaban a forjarse algo más que una relación de jefe y subordinado. Comenzaban a ser el uno para el otro lo que nunca imaginaron: un inesperado aliado en el que ambos podían confiar.
El amor, aunque aún distante, estaba comenzando a colarse entre los dos, sin que ellos se dieran cuenta. Y la rivalidad, por primera vez, comenzaba a desvanecerse.