La Debilidad Del Mafioso

Amelia paso tres días en el hospital, solamente la deje cuando me iba a buscar ropa a mi casa. Nataly me había rogado que descansará de noche que ella me cubría, pero yo no quise separarme de su lado, a pesar de que habia despertado al dia siguiente que llegó.

cada vez que sofia iba a verla, nos quedábamos leyendo cuentos de princesas, nataly siempre llevaba frutas que yo le pelaba y cortaba en pequeños trozos, pues aunque estuviese al borde de la muerte, jamás nadie iba a conseguir que mi abuela comiese la comida del hospital, inclusive al segundo día quería que le cocinara galletas. al menos eso era señal de que iba mejorando. según los médicos sufrió un pre-infarto, producido por una situación de estrés límite, tenía que hacer reposo cuando saliera del hospital y chequeos cada tres meses.

si hay algo que debo agradecer, es que a pesar de haber compartido horas de visita con Fabritzio, en ningún momento se atrevió a dirigirme la palabra, sabía por sofia que Mario ya no se encontraba más en la casa y de alguna manera el cambio positivo que Isabella estaba teniendo la acercaba mucho más a su hija, que dicho sea de paso la había necesitado mucho, y ahora pasaba largas horas al día con nosotras y hasta había podido conocer su risa.

El día siguiente al alta médica, pasamos toda la tarde en la habitación de Amelia, al principio cuando llegué vi que estaba haciendo problemas por el almuerzo, hasta que me vio comerlo y me lo saco de las manos para comérselo ella, era peor que un chico, pero me daba tanta alegría que ya se encontrara mejor.

Si bien no cruzamos ni palabras ni nada con Fabritzio, gran parte de los días tanto en el hospital como en la mansión, se quedaba en el umbral de la puerta de la pieza mirando la escena donde las cinco mujeres conversábamos o hacíamos cosas.

Lo cierto es que había pedido una licencia en el otro trabajo para poder quedarme la mayor parte del tiempo cerca de Amelia, pero pasada una semana de que salió del hospital, yo debía volver a presentarme al trabajo.

Supongo que ya mañana vienes en el horario normal ¿no?- podía notar el tono triste en su voz.

Abuela, sabes bien que debo trabajar y aunque me encantaría poder quedarme más tiempo contigo, debo volver a la mensajería- le dije

¿Por qué tienes ese trabajo? ¿Acaso no te pagan bien acá?- me dijo aún cabizbaja.

Abuela, sabes perfectamente cuanto cobro acá, el problema no es la paga, el problema es que me gusta mantenerme ocupada, para que Los recuerdos no me atormenten- le dije mirándola fijamente. Ella mejor que nadie entendía mi dolor, el problema era que las soluciones para poder llevarlo eran diferentes.

Lo sé, pero aun así no entiendo el Por qué de tanta sobre-exigencia a tu cuerpo- me sonreía, pero esa sonrisa no le llegaba a los ojos.

A veces, solo a veces necesitamos no parar- tomé su mano para poder transmitirle mi tranquilidad.

¿eres feliz, pequeña?- no sé porque sus ojos sé aguaron de repente, y sé notaba el tono aun más triste de su voz.

Desde que te conocí, volví a reír, si eso no es parte del proceso de curación, entonces no sé que podría ser mejor- le dije y me levanté a llevar las bandejas a la mesa para luego llevarlas hasta la cocina.

Los días siguientes transcurrieron con total normalidad, otra vez había empezado con mi otro trabajo, por ende retomé los tres horarios de visita. Las cosas habían cambiado demasiado con la ida de Mario, de hecho Sofía se la pasaba con la madre de compras o en visitas a museos o inclusive una semana entera se fueron a la mansión de la playa. No voy a mentir extrañaba demasiado a la pequeña, pero sabía que lo mejor para ella era intentar pasar la mayor parte del tiempo con su mamá y más ahora que se estaban acercando las fiestas.

Ya solo faltaba una semana para navidad, lo cierto es que había rechazado unas diez veces la invitación de Amelia de pasarlo a su lado, pero al final como siempre me ganó y tuve que aceptar, una sola condición le pedí y sé que no la va a cumplir porque la conozco demasiado, pero bueno, nada de regalos. Aunque yo sí le compre y sé que le va a gustar.

¿Va a haber algún menú especial el 24?- le pregunté a Amelia mientras cepillado su cabello en el patio de la mansión, hoy había sido uno de esos días en los que le había hecho las uñas de las manos y de los pies, le había sacado los pelos rebeldes de las cejas y ahora solo me faltaba terminar de peinarla, aunque no contaba con mucho pelo, pero aun así era un momento de nosotros.

Supongo que lo de siempre, Elsa hace un pavo al horno con diversas salsas y aparte de eso hay carne rellena, más las ensaladas, cuando mi esposo vivía, los 24 de diciembre no se podría comer otra cosa que no fuesen sorrentinos, hoy ni siquiera soy capas de verlos sin llorar- su congoja traspasaba su pecho y se instalaba en mi corazón.

¿querés que prepare un postre?- le pregunte como intentando distraerla.

Podrías hacer ese que a Sofía tanto le gusta, una chocotorta creo que era su nombre- me dice sonriendo, pero aún sé que está perdida en sus recuerdos.

Si, si podría- la abrazo dejando mi mentón apoyado en su hombro- sabes que la haré y una rica tarta de coco para vos-

Podía sentir la mirada penetrante de alguien cerca de mí, pero aunque disimulaba y veía todas las ventanas de la casa, no podía encontrar al fisgón, aunque por la incomodidad que me provocaba me daba una idea de quien era la chusma. Termine de hacer lo que estaba haciendo y le propuse dar una vuelta por el sendero de flores que tiene en ese jardín. Al menos de esa manera no sentiría esta incomodidad que siento.