La vida de Kitten siempre estuvo llena de dolor y humillaciones, condenada a vivir como una esclava en la casa del alfa. Ella era presa de las burlas de los cuatrillizos, hijos del alfa. Su único consuelo era que pronto tendría a su loba y con ello quizás encontraría a su mate.
Pero el destino se ensaña con ella cuando descubre que no solo tiene un mate, tiene cuatro y son aquellos que han hecho de su vida un infierno. Ante esto, Kitten teme aceptarlos por todo el dolor que le han hecho pasar, mientras que ellos buscan redimirse y ganarse su afecto, aunque sus personalidades arrogantes hacen difícil esta tarea.
¿Podrán los cuatro conseguir el perdón de Kitten y borrar todo el sufrimiento por el que la hicieron pasar?
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24. Una Oportunidad
— Podemos intentar empezar de nuevo, prometo poner todo de mi parte para que esto funcione.
Le susurré muy suave al odio, para tranquilizarlo. Sentí como sus brazos se aferraron a mi cintura apretando hasta casi sacarme el aire.
— Axel, necesito poder respirar para que esto funcione — le dije con una sonrisa en la voz.
— Lo siento, bebé. — Se disculpó mientras aflojaba su abrazo — ¿Lo dices en serio nos darás una oportunidad?, ¿me darás una oportunidad? — pregunto mirándome a los ojos buscando la verdad, tratando de ver si solo lo decía para calmarlo o lo decía de verdad.
— Estoy dispuesta a intentarlo y poner lo mejor de mi, solo tenme paciencia
Sin más, estrelló sus labios en los míos. El beso comenzó siendo intenso, revelando el anhelo y la esperanza que nacían en él. Sin pedir permiso, su lengua se adentró en mi boca, explorando cada rincón con una pasión desesperada. A medida que avanzaba, el beso se volvió más tranquilo, como si estuviera pidiendo perdón por los errores cometidos, prometiendo redención y un compromiso sincero de enmendar sus faltas.
En ese momento, me hizo sentir que estaría a mis pies, dispuesto a darme todo lo que nunca había esperado, y a demostrarme que su amor y redención no conocían límites.
— Te amo bebé, prometo que no te arrepentirás. — Dijo dejando un pequeño beso en mis labios.
Quedé sorprendida por tremenda confesión, la intensidad y seriedad con las que las dijo, me indicaron que no estaba bromeando y que no era algo del momento. Era una promesa que se encargaría de cumplir.
Ian se acercó lentamente y me alejo de su hermano, ya había esperado demasiado, pude ver que no estaba dispuesto a seguir esperando.
— Diosa, ¿vas a darnos una oportunidad?, ¿Estás dispuesta a intentarlo? — preguntó con la felicidad desbordando por sus poros.
— Si Ian, ya tomé una decisión, quiero intentarlo. No prometo que será fácil, ni que funcionará, porque no estoy segura de nada. Pero estoy dispuesta a poner lo mejor de mi. — Dije con convicción y una decisión ya tomada.
— Quiero besarte — dijo mirando mis labios.
— No pidas permiso — respondí ansiosa por sentirlo.
Nuestros labios se encontraron en un cálido beso, se movían en total sincronía, está vez fui yo quien invadió su boca y solo por un segundo me permitió dominar. Sus brazos me envolvieron en un abrazo dominante presionando mi cintura acercandome más a él, nuestros cuerpos estaban pegados uno al otro, su beso se volvió pasional mostrándome un Ian totalmente distinto al que conocía.
Era como si quisiera grabar en mi alma la intensidad de su amor y deseo, acumulados por años de espera y contención. Sentí sus manos deslizarse por mi espalda, enviando oleadas de calor por todo mi cuerpo. Su beso se volvió más profundo, más urgente, como si quisiera compensar todo el tiempo perdido. Me dejé llevar por la pasión que emanaba de cada caricia, sintiendo su ternura y su fuerza en igual medida.
Cuando finalmente nos separamos, ambos estábamos respirando con dificultad, nuestros corazones latían al unísono.
Ian me miró a los ojos, su mirada era una mezcla de adoración y determinación.
— Nunca imaginé que esto se sentiría tan bien — susurré, aun recuperando el aliento.
— Esto es solo el comienzo, diosa — respondió él, acariciando suavemente mi mejilla. — He esperado tanto tiempo por esto, prometo que haré todo lo posible para que funcione. No te defraudaré.
— No te defraudaremos Luna — corrigió Alex. Acercándose a mí y envolviéndome en sus brazos.
—Seremos los mejores compañeros que una loba pueda tener — continuó Sam. Imitando a su hermano.
Los cuatrillizos se acercaron y me envolvieron en un abrazo comunitario. Apretada entre sus grandes y musculosos cuerpos, me sentía pequeña, como si fueran a aplastarme, pero también me sentía segura, cálida y protegida.
Cada uno de ellos transmitía su propio tipo de cariño y protección, formando una barrera impenetrable a mi alrededor. Era una sensación abrumadora, pero al mismo tiempo, reconfortante.
Finalmente, uno a uno, comenzaron a soltarme, aunque a regañadientes. Sus miradas, llenas de pasión contenida y deseo latente, permanecieron fijas en mí. Podía ver en sus ojos el fuego que aún ardía por nuestros besos, supe que debía detener esto antes de que pasara a mayores.
— Creo que es mejor que se retiren por ahora — dije suavemente, tratando de mantener la compostura, aún con la respiración agitada.
Alex asintió, con la mandíbula tensa, pero entendiendo la razón detrás de mis palabras.
— Estaremos cerca, por si nos necesitas — dijo con voz firme pero cargada de emoción.
— No dudes en llamarnos — añadió Sam, su tono era más suave de lo habitual, pero sus ojos brillaban con un deseo no saciado.
— Que descanse bien bebé — dijo Axel, dándome una última sonrisa reconfortante, aunque sus ojos delataban sus verdaderos sentimientos.
Ian fue el último en salir, su mano rozaba la mía en un gesto de despedida lleno de promesas no dichas. Me miró con intensidad, su mirada era ardiente, como si quisiera grabar este momento en su memoria antes de finalmente dar un paso atrás y cerrar la puerta tras de sí.
Me tumbé en la cama, luego de ducharme, sintiendo una mezcla de emociones.
La revelación de los cuatrillizos, fue impactante. A pesar de sus actitudes, como futuros Alfas habían tenido en consideración mi situación, eso les sumó muchos puntos en mi interior. Lentamente, el agotamiento me fue venciendo, y caí en un sueño profundo.
Autora la haga mate de los cuatrillizos