SE MI ESPOSO, POR FAVOR.

Mauricio no entiende nada de lo que Perla dice, aunque ahora no cree que sea importante entenderla, lo que ella necesita es de alguien que la escuche y consuele.

— Tranquila. — El acaricia su cabello. — No te sientes bien, estás diciendo tonterías. Ya pasará. — Perla tiene una mirada determinada. Ella tendrá que ir al hospital, para terminar lo que empezó.

... Pasan varias horas, antes de que ella pueda recuperar la cordura.

— Yo...

— ¿Cómo estás? — Perla recuerda las cosas que dijo.

— Yo...

— No le hice caso a las tonterías que dijiste. No te preocupes.

— ¿Piensas que estoy loca verdad? — Mauricio no se siente capaz de admitirlo. — Si lo estoy. Pero no te puedes divorciar de esta loca, hicimos un trato. ¿Lo recuerdas?

— Si ese trato no existiera, de todos modos no me divorciaría.

— Supongo que es más importante cubrir las apariencias. — Perla lo observa con tristeza. Aunque a el le gustaran las mujeres, no gustaría una mujer enferma cómo ella. Están juntos para aparentar, no para formar una familia.

— Tú eres importante Perla. — Ella lo observa de reojo. — Somos aliados, amigos y esposos. Estamos juntos en esto, aunque no me quieras contar la verdad.

— Es una verdad que jamás creerías. — Ella le da la espalda. — Necesito dormir. Mañana tengo algo importante que hacer.

... Perla tarda en quedarse dormida, ella está planeando la continuidad de su venganza. Por la mañana se prepara para ir al hospital, cuándo llega hay policías interrogando a Selina, ella asegura que fue Perla quién la aventó, se aprovecho porque no había nadie en la casa, afirma que tenía todo planeado. A uno de los policías le suena ilógico, mientras el otro tiene sus dudas respeto a Perla.

Los hombres se retiran, Perla ve a Damián acercándose, entra antes que el.

— Hola.

— ¿Qué diablos haces aquí? — Selina se altera y trata de llamar a los medicos, Perla se adelanta y mueve el aparato. — ¿Qué quieres? — Protege su panza.

— Quiero que dejes de mentir. Yo no te empuje y lo sabes muy bien. — Selina la observa incrédula.

— Tu lo hiciste.

— Por supuesto que no, tu resbalaste y caiste. No fue mi culpa. Deja de culparme por todas las cosas malas que te pasan. Admite que no tuviste cuidado. — Tras decir eso, sale de la habitación, encontrándose con Damián, el escuchó todo lo que hablaron, y por vez primera, duda de Selina.

— ¿Es verdad lo que dijiste? — Ella ve duda, pero todavía no llega el momento de sembrar la desconfianza.

— ¿Por qué debo responder? Tú no confías en mí, o en lo que digo. — Ella se va. Damián entra a la habitación y habla con Selina.

— ¿Es cierto lo que Perla dijo? ¿Mentiste?

— No amor. Te juro que ella me aventó. Ella quería matar a nuestro hijo.

— ¿Por qué?

— No se. Está loca amor. Debes creerme. Ella atento contra mi y nuestro hijo.

Perla escucha desde afuera y sonríe. Muy pronto esa relación se va a terminar. Aunque debería dejar que se casen, así Selina podrá quitarle un poco de dinero a su marido. Antes de irse, piensa en visitar a un viejo conocido.

— Señorita Murphy, que gusto volver a verla. — El médico se alegra con la visita.

— Hola. ¿Cómo está?

— No tan bien cómo usted. Luce maravillosa.

— Gracias. — Ella sonríe, sus ojos van a una carpeta sobre el escritorio. — ¿Usted está a cargo de la señora Selina? — Por supuesto que lo estaría, ¿quién más podría atender a esa loca?

— Espero que no le moleste. No me gustaría afectar nuestra relación.

— ¿Relación? — Ella lo ve desconcertada.

— De trabajo, claro.

— Por supuesto. — El interés de el va más allá de lo laboral. Está segura. — Cuide bien del bebé, me preocupa que Selina quiera perderlo.

— ¿Por qué piensa eso?

— No se cómo decirle. — Pone ojos tristes. — Ella me acuso de algo horrible. — Agacha la cabeza. — No entiendo porque me odia así, yo nunca le he hecho mal a nadie.

— No llore. — El médico se acerca y trata de tomar su mano, Perla la hace para atrás de inmediato. Se aprovecha de la distracción para colocar un lapicero sobre el escritorio.

— Disculpe pero ésto me tiene muy mal. Tengo que irme. — El médico asiente, Perla sale y la secretaria toca la puerta.

— Disculpe, el señor Damián lo busca.

— Hazlo pasar. — La mujer se va.

— ¿Qué estabas Hablando con Perla? — La expresión de Damián no es la mejor.

— Está un poco afectada por la demanda de tu prometida.

— ¿Es todo?

— Si. — Damián lo observa un poco más, al darse cuenta de que no miente lo deja en paz.

— ¿Cómo está mi hijo?

— Por el momento estable.

— ¿Qué significa por el momento?

— Significa que no puedes mover a Selina, debe estar en reposo varios días, cuidarse muy bien, y no recibir impresiones fuertes. De lo contrario, puede perder al bebé.

... Perla escucha la conversación por medio del lapicero, ella sonríe, al parecer ya no tendrá la necesidad de atentar contra Selina, bastara con darle un disgusto.

... Anastacia encuentra la forma de desviar fondos sin levantar sospechas, muy pronto habrá una fiesta de caridad, la ocasión perfecta para donar dinero. Ella transfiere a la cuenta de Selina, y avisa a Perla que ya lo hizo.

Todo está saliendo tal como lo planeó. Bastara con hacer unos movimientos más, los padres de Damián se enteraran y esa relación llegará a su fin.

— Hoy te vez contenta. ¿Qué pasó?

— Nada. — Responde Perla y entra a la cama. — Bésame para que pueda dormir. — Mauricio se acuesta sobre ella y le da un beso largo, lleno de pasión, ternura y quizás, un poco de amor. — ¿Estoy mejorando?

— Vas por buen camino. — Ambos se ríen. Perla involuntariamente vuelve a besarlo, sus labios necesitan esa calidez, sin embargo, su cabeza le dice que debe detenerse. Mauricio se mantiene atónito por unos segundos.

— Lo siento. No sé por qué lo hice. — El qué sigue encima, la besa de nuevo, Perla se deja llevar, le saca la playera y echa un vistazo al cuerpo bien trabajado que tiene encima, los besos se vuelven más intensos, la ropa empieza a desaparecer, Perla al sentirse indefensa lo detiene. — ¿Qué estamos haciendo?

— Todavía nada. — Responde el con ganas de terminar lo que empezó.

— Ésto no está bien.

— Estamos casados.

— Pero tú eres gay. ¿O acaso me mentiste?

— No mentí. — El nunca le habló sobre sus preferencias.

— Lo siento. Te prometo que no me pasaré de lista nuevamente.

— ¿Piensas que te estás aprovechando de mi? — El está por reírse.

— No fue mi intención. De verdad. — Ella recoge su ropa y se la pone. Mauricio no entiende como ella no se da cuenta de lo mucho que le gusta. ¿Acaso no percibió sus deseos de poseerla?