El Corazón Del Dragón

El lugar quedó sumido en un silencio sepulcral. El duque, pálido y en estado de shock, se dirigió a Aurora o Aura (ya no sabía con quién estaba hablando). Los señores Thorne, igualmente confundidos, no lograban comprender la situación.

"¿Dices que ese huevo en tu habitación, el que convertiste de un antiguo y poderoso ser, es nuestro hijo?" preguntó el señor Blackwood, aún aturdido. Sus pensamientos se enredaron, y el mareo comenzó a apoderarse de él.

Aura intentó explicar: "Sé que es difícil de comprender. No sé cómo el huevo eclosionó antes de tiempo ni cómo los magos oscuros o Margareth pudieron encontrarlo y controlarlo". Miró al duque, quien parecía más desconcertado que nunca. "Podemos preguntarle", sugirió observando al duque. "Hagamos que eclosione y le preguntemos al dragón".

El duque soltó una risa nerviosa. "Necesito pensar. Necesito aire fresco", anunció mientras salía apresuradamente de la habitación.

Aurora se quedó en silencio, ya esperando este resultado. Se giró hacia sus padres, su mirada cargada de preocupación. "Ustedes, ¿qué piensan?" les preguntó. Sophia, acercándose a su pequeña hija, dijo: "Es difícil de creer, hija". Mirando a su esposo Atticus, agregó: "Somos tus padres y siempre te creeremos". Pero las palabras de Sophia hacia su esposo sonaron como una advertencia: "No es así, cariño". El duque Thorne tragó saliva nervioso, si decía algo contradictorio, estaría en problemas. El señor Atticus, conocido por su porte serio y estoico, parecía fuera de lugar en esta situación inusual.

Por su parte, Elliot observó a Aurora y finalmente le hizo una pregunta que había estado guardando durante mucho tiempo: "¿Por qué decidiste convertir a Margareth en un bebé?" Recordaba el enfrentamiento que habían tenido sus hermanas. "¿No podías simplemente eliminar la maldad de su ser?"

Aurora lo miró y negó con tristeza. "El alma de Margareth ya estaba corrompida. La única salvación posible era esta: convertirla en un bebé. Es como si hubiera vuelto a nacer. La maldad que estaba arraigada en ella desapareció por completo."

Elliot permaneció en silencio durante unos momentos, procesando la respuesta. Luego habló con sinceridad: "Eres mi hermana, y estoy agradecido de que salvaras a Elizabeth. No importa cuán fuerte seas, siempre serás mi hermana pequeña, y siempre te protegeré."

Aurora, con los ojos llenos de lágrimas que luchaban por caer por sus mejillas, se fundió en un abrazo con su familia.

El nuevo día amanecía, pero Aurora se encontraba sumida en una profunda melancolía, como si un velo oscuro cubriera su corazón. Encerrada en su habitación, reacia a salir, las paredes parecían cerrarse sobre ella. Lilit y Samantha, al verla tan abatida, intentaron animarla, pero la tarea resultaba ardua. Aurora pasó todo el día suspirando, sin éxito alguno la noche llegó con fuerza, Lilit ya se había despedido de Aurora. Decidió dar un paseo nocturno en el jardín, dando un paseo solitario. La brisa nocturna era helada, esperaba poder calmar el vacío que estaba sintiendo.

August se encontraba en su despacho, evitando a Aurora durante todo el día. No era fácil digerir lo que ella había confesado. Necesitaba tiempo para pensar. Salió al jardín, buscando la fuente, su lugar favorito en la mansión, donde podría reflexionar con calma y tomar una decisión.

Al llegar, se sorprendió al encontrarse nuevamente con Aurora. Era la segunda vez que se encontraban en el mismo lugar pero esta vez, ella estaba despierta. Su cuerpo se estremeció cuando la dulce voz de Aurora pronunció su nombre: "Duque Blackwood".

"¡Qué sorpresa verlo por aquí! Quiero decir, no sabía que conocía este lugar. ¡Ay, qué tonta! Si es su mansión, ¿cómo no va a conocerlo?" Aurora, por alguna extraña razón, se encontraba super nerviosa y sus palabras salían torpemente.

August esbozó una sonrisa al notar la repentina torpeza de Aurora, encontrándola tierna. Sin embargo, su semblante cambió rápidamente, y ambos quedaron en un silencio que no resultaba incómodo. No necesitaban palabras; sus miradas decían todo y, al mismo tiempo, nada.

Después de un rato, el duque suspiró y finalmente habló: "Es muy difícil creer lo que confesaste. Hay muchas cosas que tienen sentido y dan fe a los hechos recientes". Otro suspiro escapó de sus labios. "Así que hagámoslo. Hagamos que nuestro hijo nazca". August se puso rojo intenso al darse cuenta de que sus palabras podían malinterpretarse. Trató de corregirse rápidamente: "Quiero decir..." Aurora rió al verlo tan nervioso.

Calmando la tensión que se estaba formando, ella respondió: "Muy bien, hagámoslo". Juntos se dirigieron al huevo para infundirle poder y lograr que eclosionara.