"Y aún así a pesar de todos mis intentos de alejarme de ti vuelvo a arrastrarme de regreso a dónde tú estás".
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Hola, de nuevo
La sala de hospital estaba impregnada con esa familiar sensación de frialdad que nunca dejaba de perturbarme. Cada paso que daba resonaba en los silenciosos pasillos, aumentando mi incomodidad. Cuando una enfermera llamó mi apellido, —señor Lowe—, me levanté con reluctancia y la seguí, dejando atrás mis pensamientos tumultuosos.
Después de lo que pareció una eternidad de caminar por esos pasillos impersonales, la enfermera finalmente se detuvo frente a una puerta. El hospital, con su aire de grandeza y aislamiento, me hacía sentir aún más fuera de lugar.
Cuando la enfermera se despidió y me dejó solo frente a la puerta, vacilé. ¿Debería entrar? ¿Debería enfrentar lo que me esperaba adentro? Antes de que pudiera decidir, Sean apareció detrás de mí y abrió la puerta con cuidado, instándome a pasar.
Con una fachada de indiferencia cuidadosamente construida, entré en la habitación. Mis ojos se posaron en César, acostado en la cama del hospital, y una oleada de emociones contradictorias inundó mi ser.
Maldije en voz baja mientras sentía mi corazón latir tan rápido que parecía querer salir de mi pecho. Aquella noche con César, cuando estaba borracho, seguía persiguiéndome, como una sombra oscura que se negaba a desaparecer. Recordar cómo César me había rechazado solo intensificaba mi inquietud y mi dolor.
Justo en ese momento, Sean rompió el silencio con su voz calmada y calculada. —Los efectos de la anestesia no tardarán en desaparecer. César despertará en poco tiempo—, dijo, mirándome con una expresión neutral. No pude evitar preguntarle adónde iba, pero su respuesta fue evasiva. —Tengo cosas más importantes que hacer—, murmuró antes de desaparecer, dejándome solo con César.
Me limité a mirar a César mientras me sentaba en una de las sillas de la habitación. El tiempo parecía detenerse en ese lugar sombrío y frío. Una hora pasó sin que me diera cuenta, sumido en mi propia angustia, cuando de repente, un leve gemido rompió el silencio. Reconocí al instante esa voz profunda que había estado grabada en mi mente durante tanto tiempo.
Volteé para encontrarme con los intensos ojos azules de César entrecerrados, escudriñándome. Parecía perdido en sus pensamientos, pero finalmente me llamó por mi nombre, sacándome de mis reflexiones. Respondí con frialdad, mencionando que finalmente había despertado.
César me miró con una expresión inexpresiva y me preguntó si estaba soñando. Opté por no responder, sumiéndome en un incómodo silencio que llenaba la habitación como un manto oscuro.
—¿Cómo estás?— pregunté, tratando de romper el hielo en la fría habitación del hospital.
César me miró con seriedad, pero respondió cortésmente: —Estoy bien, gracias por preguntar—.
El silencio se instaló entre nosotros, pesado y denso como una losa. Finalmente, reuní el coraje para mencionar el tema de Sean. —Sean no quiere hacerse cargo de ti—, revelé, esperando alguna reacción de César.
Sin embargo, su respuesta fue igual de fría. —No es mi preocupación—, dijo con indiferencia, como si fuera un detalle menor en su vida.
—¿Cómo ha estado Sean?— preguntó César, rompiendo el tenso silencio que había llenado la habitación.
Me quedé en silencio por un momento, procesando la pregunta. ¿Qué podía decirle? —No lo sé—, respondí finalmente, con una frialdad que apenas lograba ocultar mi amargura. —Desde que llegué, no ha mostrado mucho interés en cuidarte—.
César asintió con comprensión, pero no parecía sorprendido por mi respuesta lacónica. —Supongo que tiene sus propias preocupaciones—, dijo con calma. —No puedo culparlo por eso—.
La amargura se apoderó de mí mientras escuchaba sus palabras. ¿Cómo podía ser tan indiferente ante la situación? —Bueno, yo también tengo mis propias preocupaciones—, murmuré con resentimiento.
César permaneció en silencio por un momento, como si estuviera reflexionando sobre mis palabras. —Lo sé—, dijo finalmente, con un tono más suave. —Y lamento que hayas tenido que venir aquí por mi culpa—.
Una oleada de emociones contradictorias me invadió mientras lo escuchaba. Por un lado, estaba enojado por toda la situación, pero por otro, aún había una chispa de afecto hacia él que no podía extinguir. —No importa—, respondí bruscamente, luchando por mantener mi voz firme. —Estoy aquí ahora, ¿no? ¿Eso no es lo que importa?—
César asintió lentamente, sus ojos azules fijos en los míos. —Sí, supongo que sí—, dijo con calma. —Gracias por venir—.
—¿Recuerdas cómo fue el accidente?— pregunté, tratando de sonar indiferente mientras miraba a César.
César suspiró, como si revivir ese momento fuera doloroso para él. —Regresaba del trabajo—, comenzó, su voz calmada pero cargada de nostalgia. —Un hombre perdió el control de su automóvil y me chocó de frente—.
Asentí con la cabeza, fingiendo interés mientras jugaba con el borde de mi camisa. Por dentro, sin embargo, mi corazón latía con fuerza, anhelando más detalles sobre lo que había sucedido. —¿Y qué pasó después?— pregunté, mi voz apenas un susurro.
César parecía notar mi falta de entusiasmo, pero continuó de todos modos. —Fui llevado de inmediato al hospital—, continuó, sus palabras resonando en la habitación. —Estuve en coma durante varios días antes de despertar—.
La información apenas penetró mi mente mientras luchaba por mantener mi fachada de indiferencia. —Interesante—, murmuré, desviando la mirada para ocultar la tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse.
César me miró fijamente por un momento, como si pudiera ver a través de mi máscara de desinterés. —¿Estás bien, Hal?— preguntó, su voz llena de preocupación genuina.
Tragué saliva y levanté la mirada para encontrarme con sus ojos azules. —Estoy bien—, mentí, forzando una sonrisa que no alcanzaba mis ojos. —Solo... pensando en todo esto—.
Buen cap por cierto.😁😁