Eloisa se encontraba llena de tristeza mirando el cielo rojo que se pintaba con el atardecer, en su mente las imagines de su madre se hacían presente, recordaba con dolor la traición del hombre que le juro amor eterno, sentía que su vida ya no tenía sentido en tan poco tiempo había perdido tanto. No tenía idea por dónde comenzar, mientras caminaba perdida por la arena de la playa, se encontró con un perro, este la siguió por todo la playa, cuando Eloisa estaba apunto de subirse a su auto, el perro le ladro. Ella dejo que el perro entrara a su auto en la parte trasera, cuando llegó a su departamento, acomodo al perro en una esquina del pequeño balcón que tenía, le colocó agua y comida. Desde ese día su vida de Eloisa a cambiaría por completo, descubre que el pequeño perro que adopto es miembro importante de una numerosa familia que llevan semanas buscando al pequeño perro, ya que el dueño es el hijo mayor de la familia quien se encuentra en un viaje.
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En la luna
Salieron del restaurante, Gonzalo quería hablar con Eloisa, pero su madre lo tomo del brazo y se adelanto.
- Gracias por regalarnos un poco de tu tiempo, decía su madre.
- Mamá, por favor no empieces.
- No quiero que la lastimes.
Gonzalo se quedó callado y se subió al auto.
Eloisa iba mirando por la ventana, todos iban en silencio.
Cuando llegaron al hotel, Ximena y Fabiola se despidieron de Gonzalo.
Eloisa sonrió y le dio las gracias.
Cada una entro a su habitación, el celular de Eloisa comenzó a sonar.
- Te espero en las escaleras, quiero que hablemos, le escribió Gonzalo.
Eloisa sintió que le faltaba el aire, salió despacio de la habitación para no llamar la atención de Fabiola y de Ximena.
Gonzalo estaba en las escaleras cuando la miró sonrió.
Eloisa estaba nerviosa y no dejaba de sonreír.
Gonzalo se acercó y la miró con deseo.
- Quieres mirar las estrellas, dijo el nervioso.
- si, me encantaría.
El tomo su mano y la guío, ella iba encantada caminando de su mano.
Subieron al techo, Gonzalo le señalaba hacia el cielo.
- De este lado del mundo las estrellas se miran más hermosas.
Eloisa miraba el cielo y disfrutaba de la vista.
Gonzalo, la tomo de la cintura y la pego a el.
- No dejo de pensar en ti, me estoy volviendo loco solo de imaginar que alguien más puede tenerte así, no soy el mejor hombre del mundo, pero quiero cuidarte, quiero poder tocar tus labios con los míos, tenerte entre mis brazos, ya no soporto estar negando este sentimiento Eloisa.
Eloisa se perdió en sus palabras y lo besó.
Gonzalo la beso con deseo y Eloisa se aferraba al cuerpo de Gonzalo.
Fue el beso más largo que ella había dado.
Se apartaron y ambos sonreían.
- Pensé que jamás ibas a besarme, dijo Eloisa.
Gonzalo volvió a besarla, Eloisa se sentía en la luna, los besos de Gonzalo la encendían.
Gonzalo beso su cuello y acariciaba su espalda con suavidad.
Eloisa estaba respirando tan rápido que Gonzalo besaba con deseo su cuello.
- Gonzalo para, decía Eloisa agitada.
Gonzalo se detuvo y la miró asustado.
- Disculpame.
- No te disculpes pero estoy apunto de arrancarme la ropa, saltar sobre ti y hacerte mío, decía agitada Eloisa.
- Quieres ir a mi habitación, dijo Gonzalo sonriendo.
- No debería, pero al diablo, solo se vive una vez, dijo sonriendo Eloisa.
Gonzalo y ella bajaron a toda prisa a su habitación.
Cuando entraron, Eloisa se arrojó a los labios de Gonzalo.
El la cargo y la llevo a la cama.
Gonzalo acaricio su rostro y bajo sus manos lentamente por su cuello, ella se giro, Gonzalo bajo el cierre de su vestido y beso con suavidad su espalda, Eloisa cerraba los ojos al sentir los labios calientes de Gonzalo.
El bajo su vestido y acariciaba la piel con deseo. Ella había quedado desnuda frente a Gonzalo, el se quitó la ropa, Eloisa lo miraba con deseo, al mirar el pecho desnudo de Gonzalo, acaricio con suavidad su pecho, Gonzalo cerro los ojos al sentir sus manos sobre su piel.
- Besame, decía Eloisa agitada.
Gonzalo la besaba con ternura y ella le respondía igual. Ella abrió sus piernas para el, Gonzalo se acercó a su oído.
- Eres mía, le dijo Gonzalo cuando entro a su interior de Eloisa.
Ella grito de placer al sentir todo en su interior, Gonzalo se movía con suavidad, disfrutando el calor del cuerpo de Eloisa, ella lo miraba a los ojos y sonreía.
Gonzalo no dejaba de sonreír y besarla mientras su pelvis se movía con suavidad.
Los dos se perdieron entre sus movimientos y sus gestos de placer, sus corazones latían al mismo tiempo, sus respiraciones eran una misma, ninguno de los dos quería parar.
Eloisa acaricio su rostro mientras el se movía dentro de ella.
- Soy tuya y tú eres mío, dijo ella sonriendo.
Gonzalo se encendió con sus palabras y sus movimientos se volvieron más fuertes, Eloisa gritaba más excitada, ella pasaba sus uñas sobre su espalda.
Gonzalo, movía su cuerpo a su placer, Eloisa no ponía resistencia, ella quería ser solo de el.
Gonzalo le dio una nalgada, Eloisa gritaba que quería más.
Gonzalo tomaba sus caderas con fuerza, no podía más, vacío su cuerpo sobre su interior.
El se acostó sobre su vientre.
- No me dejes, Eloisa susurro.
Ella acaricio su cabello.
- Te quiero siempre conmigo, dijo Eloisa sonriendo.
El la miró y la beso.
- Seré solo tuyo.
Eloisa sentía que su alma se removía y su corazón latía más rápido, ella lo amaba, amaba a Gonzalo como nunca había amado a un hombre.
- Y yo solo tuya amor, dijo Eloisa besando sus labios.
Gonzalo, puso su rostro entre los pechos de Eloisa.
- A veces voy a fallarte, estaré ausente, pero no dejaré jamás de pensar en ti, siento que tú eres el aire que necesito para vivir, me vuelves loco niña.
- Y tú a mí, dijo Eloisa sonriendo. Yo siempre voy a esperar Gonzalo, seré paciente pero siempre trata de ser sincero conmigo, no me mientas.
- No amor, dijo besando de nuevo los labios de Eloisa.
Eloisa y Gonzalo volvieron a encender sus cuerpos, para ellos no existía en ese momento el tiempo, ellos unían sus almas bajo la luz de la noche, el sonido del mar y el aire caliente del verano.
Ellos se acariciaban no solo el cuerpo, se acariciaban el alma, la noche se volvió la más larga de sus vidas, Gonzalo no dejaba de acariciarla, el estaba loco de tener a Eloisa entre sus brazos. Eloisa no dejaba de besarlo, no quería dejar de saborear sus besos.
El cansancio los venció, pero permanecieron abrazados, no querían dejar de sentir su calor.
Mientras la brisa del mar enfriaba la habitación.