Mayday Brown, una niña de 8 años que pasa la navidad en casa de sus abuelos mientras sus papás están ocupados en su trabajo.
Sus vacaciones parecian normales; convivía con sus tíos, primos, sus abuelos, y exploraba la casa. Cuando de pronto conoce una chica llamada Elizabeth quien su abuela presenta como su hermana mayor.
Sin embargo, May no tarda en darse cuenta de que detrás de la sonrisa de su hermana mayor, hay una oscura intención que pondrá a prueba su valentía e ingenio.
¿Que secretos puede ocultar Elizabeth? ¿Podra Mayday sobrevivir a su navidad?
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Capitulo #20
Las vacaciones de invierno estaban por terminar, y tenía mucha, mucha, ¡Muchísimas ganas! De ver a mis padres, más que nada porque ya era Navidad y aunque en Nochebuena una bruja intentará matarnos a todos, me sentía muy feliz de poder verlos de nuevo.
Así que estuve toda la mañana mirando la ventana con la esperanza de volver a verlos, no veía mucho por la ventana debido a la nieve pero aún así, ahí estuve por un par de horas.
Hasta que volví a ver su silueta, Elizabeth estaba frente a mi casa con las manos llenas de sangre. A pesar de haber perdido, no me miraba con odio, ni resentimiento sino con la mirada de alguien sonriente y alegre.
Verla me dejó paralizada, pues estaba claro que lo que había vivido no fue una pesadilla, y que tal y como dijo mi bisabuelo, Elizabeth seguía ahí afuera haciendo de las suyas con otras personas.
De manera burlona se lamió la sangre de las manos, y continuó mirándome como si me dijera: “Tú eres la próxima”. Al limpiarse la sangre de los dedos, se dio la vuelta para irse de mi casa dando saltitos alegres, y murmurando una canción.
—Doy un saltito, ellos me observan, doy otro saltito y ellos observan. Mami y Papi gato son mi escudo, son mi escudo de pelos. Ellas odian a los gatos, les temen, es por eso que yo sueño con ser un gato —tarareó mientras se perdía entre la nieve y entre sus saltitos—
Me quedé ahí de pie observando cómo desaparecía, había obtenido mi victoria contra esa bruja, pero aún así, sentía que había perdido algo que nunca iba a recuperar.
Después de irse Elizabeth, me aparté de la ventana y bajé corriendo a la cocina para ver a mi abuelita. En el camino a la cocina, alcancé a ver un listón rojo colgado en el arbolito de navidad que mi abuelita había montado aquel día que fuimos de compras al supermercado.
Intrigada me acerqué al listón, viendo que a un lado había una nota. Rin se me acercó también intrigado por el inesperado regalo de navidad que alguien me había dejado en el arbolito.
La nota estaba escrita con tinta celeste y la letra parecía haber sido escrita por varias personas, o más específicamente por niños.
“Señorita May
Sabemos que no podemos darle una hermana mayor, pero por favor guarde este listón, al estar bañado con la sangre de la bruja, la va a proteger de su manipulación. Y puede que la haya desterrado de su casa, pero Elizabeth siempre buscará la forma de volver, así que por favor, no se deje manipular y al salir de la ciudad, no olvidé que no debe abrir jamás una puerta roja, hacerlo significaría una invitación directa a seres como Elizabeth.
Su bisabuelo ya cerró la puerta roja de la casa y escondió la llave para que nadie la abra y rompa el pacto de victoria contra la bruja.
Así que jamás olvide… no puede olvidar…”
Temblando guarde la carta en el bolsillo de mi impermeable, sujete mi cabello con el listón rojo que me habían regalado los fantasmitas, y antes de seguir con mi camino, volteé a ver la puerta roja con un mirada pérdida, la puerta que parecía respirar, casi como estuviera viva y tuviera voluntad.
No sabía si recordaría la Nochebuena que había vivido, o si la olvidaría. Pues muy internamente sabía que la magia de Elizabeth no era lo único que podía hacerme olvidar, después de todo, todos a veces olvidamos cosas que prometimos no olvidar, no lo hacemos por maldad, sino porque así es nuestra mente y la naturaleza de crecer.
Aún sabiendo que podría olvidar todo al crecer y madurar como cualquier otra persona, les hice un juramento en voz baja a los fantasmitas.
—No lo olvidaré… Y prometo ayudarlos a ser libres… Algún día serán libres y volverán con los que aman —juré en voz baja—.
Con último susurro me di la vuelta para seguir mi camino e ir con mi abuelita, quien estaba haciendo galletas de jengibre mientras hablaba con mi tía por teléfono.
—Mayo, ¿Los encontraron? —preguntó con una voz temblorosa y rota—.
—Sí, mamá, encontraron sus cuerpos, estaban despedazados, creen que fue un oso el que los atacó —sollozó mi tía Mayo—. Mi papá al igual que mi hija esta muerto —añadió incrédula por la muerte de Rubí y mi abuelito Reik—.
Mi abuelita al verme rápidamente se limpió las lágrimas, y me dio la espalda para despedirse de mi tía. Ambas se despidieron con voz temblorosa. Me sentía un poco mal, ya que mi deseo de tener una hermana había afectado a mi familia y ya no había forma de reparar mi error.
—Ah, May, ¿Ya tienes hambre?
—¡Sí! Aunque abuelita, ¿Ya vienen mis papis?
—Sí, ellos ya vienen en camino, y al parecer se encontraron con santa en el camino y él les dio tus regalos y los de Jade
—¡¿En serio?! —grité eufórica—.
—Jaja, claro, ahora que te parece si me ayudas a preparar galletas para cuando lleguen, de seguro estarán muy hambrientos
—¡¡Sí!! ¡¡Mami me enseñó a cocinar y soy la mejor en eso!! ¡¡Soy la mejor chef de todas!!
—Lo puedo dedu…
Mi abuelita dejó de hablar abruptamente al ver el listón rojo que sujetaba mi cabello. Cómo si supiera de qué se trataba, simplemente sonrió y se mantuvo callada por todo el resto de la tarde.
Pasaron las horas y mis padres no tardaron en llegar a la casa de mi abuelita. Ellos tenían en sus brazos dos cajas tan grandes como mi cabeza. Verlos hizo que mi corazón latiera más rápido, sentía una inmensa felicidad por ver de nuevo a mis papis. Corrí hacia ellos para abrazarlos aún cuando mis papis me pedían que no los abrazara debido a que tenían mi regalo y el de Jade en sus manos y se podían caer.
Cuando dejaron los regalos en el suelo para me cargarme, comencé a llorar sin control, no por miedo, ni por tristeza, lloraba porque estaba feliz y porque su presencia significaba que no volvería a estar sola, no volvería a estar a cargo y podría ser una niña sin necesidad de preocuparme por cuidar a alguien. Sabía que ellos también debían cuidar de Jade pero con solo tenerlos conmigo viviendo en la misma casa era suficiente para no sentirme sola.
—Mayday, feliz navidad —dijo mami mientras me daba mi regalo de navidad—.
A pesar de las muertes de mi abuelito y mi prima. Esa navidad y las siguientes navidades en la casa de mi abuelita transcurrieron con normalidad. Seguimos extrañando a los que perdimos pero el tiempo no se detuvo, y poco a poco mi niñez se fue disipando y junto a esa niñez, también se fueron los recuerdos de aquella noche buena.
El tiempo simplemente sepultó mis recuerdos en mi mente. Era una cosa que pasaba al crecer, nuestra mente sepulta nuestros viejos recuerdos para reemplazarlos con nuevos, aunque eso no significa que olvidamos por completo lo sucedido.
Con el tiempo, mi abuelita Nataly falleció en la sala de un hospital debido a la vejez, antes de morir, le heredó su casa a mi padre, mi padre en un intento por ayudarme a encontrar una casa, me regaló la casa de mi abuelita.
Debido a distintos sucesos se me dificultaba encontrar un apartamento y ya no me quedaba dinero, así que acepté sin dudar. Después de once años, había regresado a esa casa, solo que esta vez, ya no era una niña, sino una adulta de 19 años, lista para hacer mi vida en Amphy City.