El Beso De La Bestia

Titania esperó con paciencia en el auto. Había dejado a Arthur en aquel callejón. Realmente era un bruto por la forma en que quería hacer las cosas, pero ella ya no se dejaría; ahora jugaba igual que él.

—Estúpido —soltó molesta, aunque su voz era apenas un susurro. Si tan solo le hubiera ofrecido ir a un lugar más íntimo, ella pudo haber aceptado, pero ese Alfa bárbaro la arrastró a un callejón maloliente.

Arthur entró de manera brusca del lado del conductor. Cargaba unos pequeños vasos con una decoración agradable. Titania podía sentir la pesada tensión que aún emanaba de él, y eso se le hizo divertido, pero tenía que mantenerse como siempre: fría, seria.

—¿Todo bien? —preguntó Titania con falsa ingenuidad.

Arthur no respondió. Aunque ella trató de que su voz sonara lo más normal posible, él pudo sentir la burla en sus palabras. Dejó uno de los vasos sobre la encimera entre los asientos, mientras abría el otro. Tomó la pequeña cuchara y comenzó a saborear el delicioso contenido de aquel vaso.

Titania observó con atención lo que el sexy Alfa comía. Era algo nuevo para ella; nunca lo había visto, pero se veía delicioso. Los colores, la textura cremosa, el aroma dulce y frío.

Arthur sintió la mirada de ella, atenta y curiosa a lo que él comía. Por supuesto, él quería comérsela a ella, pero dado a su rechazo de hacía unos momentos, tuvo que conformarse con aquel frío helado.

—¿Qué es eso? —preguntó Titania, su voz revelando una pizca de la curiosidad que su orgullo intentaba ocultar.

—Helado —respondió Arthur sin dejar de saborear el suyo, disfrutando del control momentáneo que el postre le daba.

Titania asintió y miró al frente. El helado se veía tan delicioso como él.

Arthur la miró de reojo. A pesar de todo, la Princesa tenía su orgullo y no se atrevería a pedirle de su helado. Tomó el vaso sellado y se lo pasó.

—Come —dijo fríamente. La orden no fue una invitación, sino una imposición.

Titania suspiró, quiso negarse, pero realmente quería probar el helado. Tomó el vaso. Lo abrió con un movimiento rápido y tomó una pequeña cucharada del contenido.

El primer bocado fue un choque de sensaciones. Realmente sabía dulce, frío, exquisito. Era lo más delicioso que había comido en toda su vida.

Bueno, tal vez lo segundo más delicioso, porque lo primero estaba a su lado, observándola mientras saboreaba su helado. Ambos eran adictivos a su manera.

Arthur notó un cambio temporal en el estoico rostro de ella. Sus ojos brillaban con una ingenuidad y una ternura que no había visto antes.

Y sin darse cuenta, sonrió, no era una sonrisa descarada, era una de verdad, una que nunca antes nadie había visto, y Titania ni siquiera se percató, al estar concentrada en su helado, pero esa era la primera sonrisa cargada de sinceridad en Arthur y ella lo había provocado.

—Esto es delicioso —dijo Titania, dirigiendo su mirada a Arthur.

Pero Arthur ya no sonreía. La fugaz ternura había sido reemplazada por la familiar máscara de dominación y deseo.

—Bien, espero mi recompensa —dijo, y arrancó el carro con un rugido innecesario del motor.

Titania cerró los ojos al escuchar sus palabras. Cayó. Había aceptado el obsequio y ahora tenía que pagarle a ese sexy Alfa.

—Okay —se limitó a responder Titania, y continuó saboreando su helado, ya sin resistencia. La dulzura era una rendición bienvenida.

Arthur sonrió, con su descarado orgullo completamente restaurado.

**************

Después de la reunión con la Reina Áine, Noah quedó totalmente solo, procesando toda la información que había recibido. Una guerra era inminente, incluso tal vez sobrepasaría aquella guerra en la que las Cuatro Lobas fueron la clave de todo.

—Son dos deidades poderosas —susurró Noah.

Varek entró en ese momento con una taza de café recién hecho para su Rey.

—Necesito revisar los libros sagrados —dijo Noah de inmediato.

Varek lo miró con sorpresa. Hacía mucho que Noah no indagaba en aquellas escrituras; desde la guerra contra la Oscuridad no había sido necesario.

—¿Qué pasó en la reunión? —preguntó Varek, su voz teñida de preocupación genuina.

—De momento no diré nada, necesito procesar todo —respondió Noah, se levantó y se acercó a la taza de café—. No es que no confíe en ti, pero quiero asegurarme de que todo lo que dijo la Reina Áine sea auténtico —dijo al ver una cara desanimada en Varek.

—Entiendo. Me encargaré de preparar tu visita al santuario —dijo Varek con resignación. Así era Noah cuando se trataba de algo importante; era metódico y solitario en sus decisiones cruciales.

—Hay algo que sí puedo confiarte, pero solo a ti. Necesitaré que prepares todo para que salga perfecto —dijo Noah después de beber un sorbo de café. La petición especial de la Reina Hada no debía tener errores.

*****************

Áine estaba en el jardín del ala que le habían asignado. Era la primera vez que podía estar fuera de su recámara desde que llegó; eso la hacía sentirse más tranquila. Respirar aire fresco era sanador en esos momentos.

Revelar el secreto sobre el verdadero origen de Titania había sido necesario. Solo esperaba que el Rey de Reyes del Sur no la traicionara; de lo contrario, todo estaría perdido.

—¿Qué haces aquí? —Titania llegó con su rostro tan frío como acostumbraba.

—Tomando aire. Aquí sí se puede tomar tranquilamente —respondió Áine. Se veía serena, pero sus ojos evaluaban a su hermana—. ¿Cómo te fue en el paseo hoy? —preguntó con una leve sonrisa, invitándola a que se sentara a su lado.

—Bien. Los habitantes continuaron con sus vidas normales a pesar del ataque anterior —comentó Titania, sentándose.

—¿Y el Alfa? —preguntó Áine con una mirada cómplice. La sonrisa se hizo más juguetona, tratando de sacar a Titania de su guardia—. Vamos, Titania, con lo que vi anoche fue suficiente para saber que algo pasa entre ustedes.

Titania sintió un ardor en las mejillas, algo inusual para ella.

—Él es un animal bruto, posesivo y orgulloso —respondió Titania entre dientes, la admisión de la verdad encendiendo un rubor en su rostro.

Áine no pudo evitarlo y empezó a reír ante el comentario de su hermana, pero también ante ese rostro rojo que jamás antes había visto en ella. Era una imagen tan inusual en la siempre estoica Titania.

—Es interesante entonces —dijo Áine, una vez que controló su risa y su expresión se tornó reflexiva.

—¿Por qué no me estás prohibiendo que esté cerca de él? —preguntó Titania, curiosa.

Áine se inclinó, su voz bajó a un tono de confesión llena de dolor.

—Porque no he sabido protegerte como es debido. El Reino de las Hadas no es solo una prisión para ti —dijo con una mirada nostálgica— disfruta de tu libertad, juega tanto puedas con ese Alfa.

—Lo haré —respondió Titania con decisión.

Xander llegó en ese momento, su mirada se fijó totalmente en Titania, que ni siquiera le devolvió el saludo.

—Hablé con Nathan y Gin. Las cosas en el Reino van bien, pero la ausencia de su Reina empieza a ser muy notoria —dijo Xander.

Áine asintió. Sabía que eso pasaría, pero ahora menos que nunca volvería. Ella necesitaba continuar con su plan, y estando en el Reino de las Hadas sería imposible.

—Diles que esperen una semana —sonrió Áine mirándolo.

Xander asintió, eso era una certeza. Volverían al Reino de las Hadas y Titania se separaría de aquel Alfa, y él podría tener el control sobre ella una vez más.

—Iré por tus medicamentos —dijo Titania. Se levantó de su lugar, cortando abruptamente la conversación.

—Ve, por cierto, cenemos juntas esta noche —propuso Áine para sorpresa de Xander y de la misma Titania.

Ella solo asintió ante su sugerencia. Después se marchó a preparar la dosis correspondiente de la tarde.

Xander se quedó solo con su Reina.

****************

Arthur había sido llamado por Noah a su oficina. Al entrar, el Rey de Reyes estaba recostado en un sofá, con sus ropas ligeramente desarregladas; no parecía un Rey.

—Hola, Arthur —dijo Noah pesadamente, sin siquiera levantarse—. Toma asiento —señaló uno de los sofás desocupados.

—¿Qué necesita? —preguntó Arthur, tomando asiento sin ningún tipo de formalidad. No lo haría; después de todo, el Rey estaba demasiado relajado para merecer respeto.

—Sobre lo que dijo el Rey de las Bestias... en una semana debemos entregar a la Reina Áine... —comenzó a hablar Noah,

—¿La va a entregar? —preguntó Arthur con seriedad.

—Vaya, qué inteligente —Noah se sentó y lo miró—. Para eso necesito que me ayudes. El caballero Hada es una estorbosa piedra, así que deberás encargarte de él —continuó.

Arthur arqueó las cejas. No pensaba que Noah fuera capaz de hacer tal cosa. Entregar a la Reina Áine podría significar una muerte segura para ella.

—Y si no quiero, ¿qué? —preguntó Arthur en tono desafiante.

—Arthur, tú no sigues las órdenes de ninguno de los tres países, pero una orden directa de la Reina Suprema no la puedes evadir —dijo Noah con una leve sonrisa burlona en sus labios.

Arthur se tensó. Por supuesto que no podía evadir una orden de los Reyes Supremos. No porque los veneraba, sino porque simplemente sería expulsado de los tres países, incluso del nuevo país que emergía, el de los Vampiros, que ya se había aliado a los Supremos. Si él iba en contra de ellos, sería su perdición.

No era una petición, era una orden directa de la Reina Suprema, a la que no podía negarse.