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Florecer De Las Cenizas

Florecer De Las Cenizas

Status: En proceso
Genre:Autosuperación / Traiciones y engaños / Cambio de Imagen
Popularitas:4.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Orne Murino

A veces perderlo todo es la única manera de encontrarse a uno mismo

NovelToon tiene autorización de Orne Murino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 22— Sombras que fallan

La noche había caído con un aire húmedo y espeso sobre Buenos Aires. Juliana acababa de salir del taller con Mica, Mattia y Alessandro, cuando una furgoneta oscura dobló la esquina demasiado despacio. No era un movimiento casual: era acecho.

Juliana no lo percibió al principio; estaba riendo por un comentario de Mica. Pero Mattia, acostumbrado a las jugadas sucias del mundo empresarial y con un instinto protector que no dormía, lo notó enseguida. La manera en que el vehículo frenó apenas unos metros más adelante no dejaba dudas.

—Suban rápido al auto —ordenó con voz seca, empujándolas hacia el vehículo de Alessandro que estaba estacionado al costado.

El portón lateral de la furgoneta se abrió de golpe y dos hombres encapuchados bajaron a la carrera. Uno de ellos llevaba un trapo en la mano, empapado de quién sabe qué sustancia. El otro cargaba con la fuerza suficiente como para reducir a cualquiera.

—¡Juliana! —gritó Mattia, interponiéndose.

Alessandro reaccionó de inmediato, cerrando a Mica en el auto y saliendo a enfrentar al segundo agresor. El ruido de la calle estalló en gritos, bocinas, un caos breve. Uno de los hombres intentó alcanzar a Juliana por el brazo, pero Mattia lo derribó contra el pavimento de un empujón furioso. Alessandro, con la ayuda de un vecino que se asomó por el alboroto, logró retener al otro lo suficiente para que la sirena de un patrullero, casualmente cerca, iluminara la escena con luces azules.

Los encapuchados huyeron antes de ser atrapados, dejando la furgoneta tirada a medio metro de la vereda. El intento había fallado, pero el susto había calado hondo. Juliana temblaba entre los brazos de Mica, mientras Mattia pedía con furia hablar con la policía.

—Esto no fue un robo —dijo con los dientes apretados—. Esto fue un intento de secuestro.

Juliana, con la voz quebrada, solo pudo asentir.

A varias cuadras de ahí, Martín Cabrera estrelló el vaso contra la pared de su departamento. El whisky chorreó como sangre artificial sobre el mármol blanco. Había recibido la llamada de uno de los matones: “No se pudo, jefe. Había demasiada gente. Mejor abortar antes de que la cana nos agarre”.

Martín sintió que el mundo se le cerraba en un círculo sofocante. El fracaso lo hundía en un pozo de rabia insaciable. Cada segundo que Juliana estaba lejos de él era un puñal. Ella, que había sido suya. Ella, que ahora lo ignoraba, que no atendía sus llamadas, que había pedido el divorcio.

Y como si la tensión no fuera suficiente, la puerta del departamento se abrió con un portazo y Paula entró con la furia escrita en cada gesto. Estaba embarazada de varios meses, y el cansancio se le notaba en la piel, pero sus ojos ardían como carbones.

—¿Qué carajo está pasando, Martín? —gritó, tirando su cartera sobre el sofá—. ¡Hace días que no me llamás, que no me contestás! Estoy embarazada de vos, ¿o ya se te olvidó?

Martín se pasó la mano por la cara, harto. Ni siquiera la miró.

—No es momento, Paula.

—¿Cómo que no es momento? —le espetó ella, acercándose—. ¡Te tenés que casar conmigo! Me lo prometiste. Y si no cumplís, olvídate de todo lo que soñaste. Porque si yo hablo, tu empresa, tu prestigio, tu puta imagen de empresario exitoso, se van al carajo.

Martín la miró al fin, con la frialdad de quien ya no siente nada.

—¿Vos no entendés, no? Todo esto, todo lo que me está pasando, es por culpa de Juliana. Desde que se metió en la cabeza que puede vivir sin mí, mi vida es un infierno.

Paula soltó una carcajada amarga.

—¡Tu vida es un infierno porque sos un imbécil! —escupió—. Tenías todo conmigo: juventud, un hijo en camino, alguien que te bancó cuando Juliana todavía te daba la espalda. Y vos… vos seguís obsesionado con esa vieja que ya no te quiere.

La palabra “vieja” retumbó en el aire. Martín la oyó como un aguijón, pero no reaccionó. Sus pensamientos estaban fijos en Juliana, en cómo reía con Mattia, en cómo había visto sus ojos brillar cuando bailaban. Esa imagen lo carcomía más que cualquier amenaza de Paula.

Ella, en cambio, se desesperaba.

—Si no hacés lo que te dije, me vas a perder a mí también, Martín. Y conmigo, todo lo que construiste. No voy a dejar que me uses como un adorno embarazado. Te lo advierto: o cumplís, o yo misma me encargo de hundirte.

Martín, con la respiración pesada, se acercó demasiado, sujetándola del brazo.

—Callate, Paula. No tenés idea de lo que estoy dispuesto a hacer para que Juliana vuelva conmigo.

Ella lo empujó, temblando entre la rabia y el miedo.

—Entonces hacelo solo. Porque yo no pienso ser tu plan B.

Se fue dando un portazo, dejando a Martín en el silencio que parecía devorarlo. El departamento, lujoso y frío, era ahora un calabozo. Él miró la ventana con las luces de la ciudad parpadeando, y en ese reflejo juró para sí mismo que Juliana sería suya otra vez. Aunque tuviera que destruirlo todo.

En otra parte de la ciudad, Juliana aún no podía dejar de temblar. Mattia no se despegaba de ella, como un guardián silencioso. Mica y Alessandro, entre mates improvisados y palabras de aliento, intentaban bajarle el miedo.

Pero dentro de ella, el presentimiento crecía: la sombra de Martín no se iba a detener. Y esta vez, el peligro se había hecho demasiado real.

1
Maritza Suarez
👍
Lorena Itriago
Martín no estaba preso? no entiendo porque está en su departamento?
Lorena Itriago
tengo una duda Micaela y Camila son la misma persona?
Edith Villamizar
Hola inicio de ésta historia 🌹
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