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Vidas Paralelas

Vidas Paralelas

Status: En proceso
Genre:Romance / Arrogante / Traiciones y engaños / Médico-paciente / Tú no me amas / Amante arrepentido
Popularitas:3.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Rose Marquez

Austin lleva una vida envidiable y llena de éxito: es un médico de prestigio y forma parte de una hermosa familia. Sin embargo, tras su fachada impecable, guarda secretos y lleva una doble vida que mantiene en absoluto silencio. Todo cambia cuando conoce a una mujer misteriosa, cuyo carácter enigmático lo seduce y lo impulsa a explorar un mundo de placeres prohibidos. Este encuentro lo confronta con una profunda encrucijada, cuestionándose si la vida que ha construido y anhela realmente le brinda la felicidad genuina o si, en realidad, ha estado viviendo una ilusión.

NovelToon tiene autorización de Rose Marquez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Juego de las Máscaras

Austin

La invitación llegó en una caja negra, envuelta en terciopelo, con letras doradas que brillaban como fuego contenido. El perfume que emanaba del sobre era inconfundible: jazmín y cuero, la firma de Sasha. La gala anual del club. El evento más exclusivo, más secreto, más peligroso. Donde las máscaras no solo ocultaban rostros, sino también pecados.

Me vestí con precisión quirúrgica. Traje negro, camisa de seda, corbata de satén. La máscara veneciana que elegí cubría la mitad de mi rostro, dejando solo los labios y la mandíbula expuesta. Quería que me reconocieran, pero no del todo. Quería jugar con el misterio, como lo hacía con todo últimamente.

Sasha me esperaba en la entrada del club, vestida como una diosa del inframundo. Su vestido rojo parecía hecho de sangre y fuego. Su mirada era la de una mujer que sabía exactamente lo que iba a ocurrir.

—Esta noche, todo se revela —me susurró, mientras me tomaba del brazo.

El lugar era un palacio de excesos. Candelabros de cristal, música clásica en vivo, cuerpos en movimiento. No era una fiesta. Era una ceremonia. Una misa pagana donde el deseo era el único dios.

Reconocí rostros entre las sombras. Directores de hospitales, políticos, empresarios. Todos compartían el mismo secreto: la doble vida. El club era el santuario donde se despojaban de sus nombres y se convertían en criaturas de instinto.

Sasha me guiaba como una anfitriona del caos. Me presentaba con nombres falsos, me ofrecía copas de vino oscuro, me susurraba historias al oído.

—¿Ves a ese hombre? Es jefe de cardiología. Su esposa cree que está en una conferencia en Boston.

—¿Y ella?

—Una jueza. Esta noche, es solo una mujer con hambre.

Me reí. No por diversión, sino por incredulidad. El mundo que había conocido estaba desmoronándose. Y yo lo celebraba.

Pero esta vez, había algo distinto.

La gala había alcanzado su punto más alto. Las luces se atenuaron, y un silencio expectante se apoderó del salón principal. Sasha me tomó del brazo con una sonrisa enigmática.

—Prepárate para el ritual —susurró.

El escenario se iluminó con una luz verde musgo, como si la selva hubiera invadido el mármol. De entre las sombras, comenzaron a emerger cuerpos desnudos, pintados con pigmentos naturales: tierra, carbón, oro líquido. No eran bailarines. Eran criaturas. Espíritus de la carne.

La música era tribal, profunda, con tambores que parecían latidos. Los cuerpos se movían como ramas al viento, entrelazándose en una coreografía que no obedecía a la lógica, sino al instinto. Hombres y mujeres se deslizaban por el suelo, se trepaban unos sobre otros, se olían, se lamían. No había vulgaridad. Era arte. Era sexo convertido en danza. Naturaleza hecha carne.

Uno de los bailarines, cubierto de hojas y barro, se acercó a una mujer que parecía una ninfa. Ella lo recibió con una sonrisa salvaje, y juntos comenzaron una secuencia que imitaba el cortejo animal: giros, saltos, caricias. Sus cuerpos se fundían en una espiral de deseo, mientras el público observaba en silencio, hipnotizado.

Yo no podía apartar la vista. Sentía el calor subir por mi cuello, el pulso acelerarse. Sasha me miró de reojo, como si leyera cada pensamiento.

—¿Te conmueve? —preguntó.

—Me desarma —respondí.

El espectáculo continuó. Los bailarines se agrupaban en formaciones que evocaban rituales antiguos: círculos de fuego, ofrendas de piel, danzas de apareamiento. Cada movimiento era una metáfora. Cada roce, una confesión.

Y entonces, sin previo aviso, la música se detuvo. Las luces cambiaron a un blanco puro. Los cuerpos se congelaron en poses de éxtasis. Y detrás de ellos, una cortina se abrió lentamente, revelando una galería de fotografías.

Me acerqué, como si algo me llamara desde dentro.

Las imágenes eran en blanco y negro. Desnudos artísticos. Cuerpos en penumbra, pieles que hablaban sin palabras, gestos capturados en el instante exacto donde el deseo se convierte en arte. Había una mujer de espalda, con la columna arqueada como una ola. Un hombre con los ojos cerrados, la mandíbula tensa, como si contuviera un grito. Una pareja entrelazada, sus rostros ocultos, pero sus manos revelando todo.

Me detuve frente a una imagen en particular. Era una mujer sentada sobre una roca, con el cabello suelto y la mirada fija en la cámara. No estaba sonriendo. Estaba desafiando. Su cuerpo era una declaración. Su postura, una promesa.

—¿Te gusta? —preguntó una voz detrás de mí.

Me giré. Era una mujer con máscara dorada, vestida de negro. Su voz era firme, segura. Su presencia, magnética.

—Es poderosa —respondí.

—Fue tomada en Islandia. El modelo no sabía que estaba siendo fotografiado. Eso es lo que la hace auténtica.

—¿Eres la fotógrafa?

—Una de ellas.

La miré con atención. Había algo en su postura, en su tono, que me inquietaba. No era una invitación. Era una provocación.

—¿Qué buscas al capturar cuerpos así?

—Verdad. Belleza. Dolor. Lo que sea que el cuerpo esté dispuesto a confesar.

—¿Y tú? ¿Qué confiesas?

Ella sonrió, pero no respondió. Se acercó a otra imagen. Una mujer atada con cuerdas de lino, suspendida en el aire, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos.

—Esta fue difícil. El modelo lloró después. No por dolor. Por liberación.

Sentí un escalofrío. La mujer frente a mí no era una artista común. Era una cazadora de almas.

—¿Cómo te llamas? —pregunté.

—Esta noche, no importa. Solo importa lo que ves. Lo que sientes.

La música volvió a sonar, suave, como un susurro. Los bailarines se retiraban lentamente, dejando el escenario vacío. Pero yo ya no miraba cuerpos. Miraba imágenes. Miraba verdades.

La mujer se acercó más. Su perfume era familiar. Su mirada, aún oculta tras la máscara, me atravesaba.

Me acerqué sin pensarlo. Ella no retrocedió.

—¿Te gustaría una copa? —pregunté, ofreciéndole mi brazo.

—Solo si me invitas también a bailar —respondió, con una voz que me erizó la piel.

Nos dirigimos al bar. Le pedí un vino tinto, el más intenso que tenían. Ella lo aceptó con una sonrisa que no era dulce, sino afilada.

—¿Vienes mucho a este tipo de eventos? —pregunté, intentando leer entre líneas.

—Solo cuando quiero recordar quién soy. O quién puedo llegar a ser.

Su respuesta me descolocó. Había algo en ella que me resultaba dolorosamente familiar. Pero no lograba ubicarlo.

La música cambió. Un cuarteto comenzó a tocar una pieza de Vivaldi. Le ofrecí mi mano. Ella la tomó sin titubear. Su cuerpo se movía con una gracia que me resultaba conocida. No hablábamos. No necesitábamos hacerlo. Cada paso era una confesión. Cada roce, una provocación.

—¿Siempre bailas así con desconocidos? —pregunté, con una sonrisa ladeada.

—Solo con los que me intrigan. Y tú... tienes algo de sombra en los ojos.

—¿Eso es bueno o malo?

—Depende de lo que escondas detrás.

Sus dedos rozaron mi cuello. Mis labios rozaron su mejilla. Y entonces, en un susurro apenas audible, me dijo:

—¿Me reconoces?

Me detuve. El mundo se congeló. La música siguió, pero yo ya no la escuchaba. La miré. La máscara dorada no ocultaba sus ojos. Esos ojos. Esos malditos ojos.

—Kate —murmuré.

Ella no retrocedió. Me sostuvo la mirada, desafiante.

—¿Sorprendido?

—No sabía que... que tú...

—¿Que yo podía ser parte de esto?

Su voz era segura, firme. No había dulzura. Había fuego.

—¿Por qué estás aquí?

—Porque ya no quiero ser la mujer que espera. Quiero ser la que decide. La que observa. La que captura. La que provoca.

Me quedé en silencio. El vino sabía a ceniza. El aire era espeso. La gala seguía, pero yo ya no estaba allí.

Kate se acercó más. Su cuerpo rozó el mío. Su perfume me envolvió.

—Esta noche, Austin, no soy tu esposa. Soy tu espejo. Y lo que ves... es lo que has creado.

Se alejó, perdiéndose entre las sombras del club. Como un fantasma. Como una verdad que no quería enfrentar.

Intente ir detrás de ella, pero Sasha apareció a mi lado, con una copa en la mano y una sonrisa cruel deteniéndome.

—¿No es hermoso cuando las máscaras caen?

—¿Lo sabías?

—Lo intuí. Ella tiene esa mirada de mujer que está despertando. Y tú... tú eres el hombre que la empujó al abismo.

La busqué por la gala sin éxito, se había esfumado como si nunca hubiera estado allí.

Me dirigí al balcón, buscando aire. Desde allí, podía ver la ciudad. Nueva York brillaba como una joya sucia. Pensé en Kate, en Sofi y en la vida que había construido; en la vida que estaba destruyendo.

Sasha se acercó, apoyando su cuerpo contra el mío.

—¿Te arrepientes?

—No lo sé.

—No mientas. Tú nunca te arrepientes. Solo te molesta que te hayan descubierto.

La miré. Su rostro era hermoso, pero su alma era un laberinto.

—¿Por qué haces esto?

—Ya te lo dije, porque tú me diviertes. Porque verte caer es como ver una obra de arte en proceso. Y porque, en el fondo, aún no has tocado fondo.

La música cambió. Una pieza más lenta, más íntima. Las parejas se acercaban, se fundían. El club era un templo de deseo. Pero yo estaba solo. Más solo que nunca.

Kate había estado allí. Había visto todo. Había sentido todo. Y ahora, sabía.

La máscara que me protegía ya no servía. El hombre que había sido estaba muriendo. Y el monstruo que había creado comenzaba a tomar el control.

Sasha me besó en el cuello.

—Esta noche, has cruzado un nuevo umbral. Ya no hay vuelta atrás.

—¿Y tú? ¿Vendrás conmigo?

—Yo solo observo. Tú eres el protagonista. El héroe que se convierte en villano.

Me reí. Una risa seca, hueca.

—Entonces que comience la tragedia.

1
Grciela Calanducci
Está novela no está terminada?. cómo hago para seguir leyendo?
Susana Suali
Sinceramente me da asco. Está clase de hombre tan inmoral. Y la esposa es una estúpida, si fuese yo, ya hubiera puesto un investigador para descubrir la vida nauseabunda de éste sujeto. Lo único que deseo es que termine en un basurero, total basura ya es ‼️
Susana Suali
ESTA CLASE DE HOMBRES ES PREFERIBLE PERDERLO A ENCONTRARLO ‼️ ES UN SEXOPATA ‼️ Y ASI TERMINAN CONTAGIANDO Y CONTAGIANDO SE, PARA LAS BACTERIAS NO HAY DIFERENCIAS SOCIALES, MÁS CON LAS MUJERES REGALADAS QUE SE LE CRUZAN. Y ESTE INFELIZ NO HACE DISTINCIÓN.
Susana Suali
Sinceramente me gustaría que la esposa, sintiera lo mismo! Ese vacío que indudablemente lo siente la esposa. Las mujeres somos perceptivas y no sería extraño que la esposa supiera de sus traiciones.
Susana Suali
No está enamorado de la enfermera. Está enamorado de su familia, pero debe tener una muy buena relación sexual con la enfermera. Aparte, por experiencia lo sé. Son muy busconas, y capaces de todo, con tal de subir de categoría.
Mabel Suarez
aburrida.muy enrroscada.
Ani España
seguro el doctor está enamorado de la enfermera por eso no lo deja ser el está divido en dos corazones
Marshaan Sanchez
se que e leído dos capítulo pero me tiene con la curiosidad y la intriga a mil cuál es la doble vida que lleva pese que se prostituía o será que tiene relaciones hasta con las escobas jajaja es que mi chismoseria está desborda jajaja 🤣🤭❓
Ani España: he leído bastantes novelas pero soy sincera está de Austin y Katy no me gustó nada disculpe escritora
total 1 replies
Marshaan Sanchez
que será lo que oculta cuál será esa cara que vive en la sombra cuál será ese gusto que impide ser el ❓
Rossy Bta
estoy atrapada con la novela
Aono Morimiya
😃Increíble, no pares nunca
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