el mundo de los sueños se despliega en toda su gloria: nubes formadas por palabras flotan en un cielo etéreo, un río de luz líquida serpentea hacia un bosque oscuro y ominoso en el horizonte, y formas abstractas se mezclan con paisajes imposibles. La niña parece semitransparente, lo que indica que se encuentra atrapada entre los dos mundos.
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El Despertar
La luz detrás de la puerta fue lo primero que sintió. Era cálida, envolvente, y diferente de cualquier otra que había visto en su viaje. Emma cruzó el umbral, y al hacerlo, su cuerpo se sintió liviano, como si finalmente estuviera dejando atrás un peso que había cargado durante tanto tiempo.
El paisaje que apareció ante ella no era un lugar extraño ni surrealista. Era su hogar. Se encontraba en su habitación, rodeada de los objetos familiares que habían definido su infancia: los pósters en la pared, el viejo escritorio donde solía dibujar, y la cama que había sido su refugio en tantos días difíciles.
Pero había algo diferente. Todo estaba envuelto en una neblina etérea, como si fuera una representación idealizada de su habitación en lugar de la real. Emma avanzó hacia su escritorio, donde encontró su cuaderno de dibujo. Lo abrió con cuidado, y las páginas comenzaron a pasar solas, mostrándole los bocetos que había hecho a lo largo de los años.
Cada dibujo era un recuerdo: Ethan sosteniendo una pelota de fútbol con una sonrisa traviesa, su madre leyendo un libro junto a la ventana, y Clara riendo mientras comían helado en el parque. Emma sintió una punzada de nostalgia, pero también de esperanza. Estas imágenes representaban los momentos que más valoraba, los que quería recuperar cuando despertara.
Un encuentro inesperado
Una suave risa llamó su atención. Al girarse, vio a una figura sentada en el borde de su cama. Era la niña de ojos azules que había conocido al inicio de su viaje, pero esta vez no parecía frágil ni perdida. Estaba radiante, con una confianza que contrastaba con su aspecto infantil.
—Te he estado esperando —dijo la niña, con una sonrisa.
—¿Quién eres realmente? —preguntó Emma, acercándose lentamente.
La niña la miró fijamente, y sus ojos parecían contener un océano de estrellas.
—Soy tú, Emma. Soy la parte de ti que nunca dejó de soñar, la que siempre tuvo esperanza, incluso en los momentos más oscuros.
Emma se quedó en silencio, tratando de procesar lo que escuchaba.
—Entonces… ¿este viaje fue todo un sueño?
La niña negó con la cabeza.
—Fue más que un sueño. Fue una oportunidad para enfrentarte a ti misma, para descubrir lo que realmente importa. Y ahora, estás lista para regresar.
Emma sintió un nudo en la garganta. Había aprendido tanto en este viaje, pero también sentía miedo de volver al mundo real. ¿Y si no era suficiente? ¿Y si no podía reparar las relaciones que había descuidado?
—No tienes que ser perfecta —dijo la niña, como si leyera sus pensamientos—. Solo tienes que ser valiente.
La decisión final
La niña se levantó y extendió la mano hacia Emma.
—Hay una última cosa que debes hacer antes de despertar.
Emma tomó la mano de la niña, y de repente, el cuarto comenzó a desvanecerse, reemplazado por un vasto vacío blanco. Frente a ellas apareció un espejo, diferente al que había enfrentado antes. Este reflejaba no sus errores ni sus miedos, sino la persona que quería ser: alguien fuerte, compasiva, y dispuesta a luchar por los que ama.
—Mírate bien —dijo la niña—. Esta es la Emma que siempre has sido, aunque a veces lo olvidaras.
Emma se acercó al espejo y tocó su superficie. Al hacerlo, una calidez recorrió su cuerpo, como si cada parte de ella estuviera siendo restaurada.
—Estoy lista —dijo, con una certeza que nunca antes había sentido.
La niña asintió, y su figura comenzó a desvanecerse, dejando a Emma sola frente al espejo.
El regreso al mundo real
Emma sintió cómo la gravedad cambiaba a su alrededor, como si estuviera siendo arrastrada hacia arriba. La luz blanca se intensificó, y de repente, sintió algo que había olvidado: el peso de su propio cuerpo.
Sus párpados se sintieron pesados al principio, pero finalmente logró abrirlos. La luz fluorescente del techo del hospital la cegó momentáneamente. El sonido de las máquinas que monitoreaban su estado llenaba la habitación. Todo era confuso, pero lentamente comenzó a enfocarse.
—¡Emma! —una voz familiar rompió el silencio.
Ethan estaba a su lado, con lágrimas en los ojos, sujetando su mano con fuerza.
—¿Ethan…? —susurró Emma, su voz débil pero clara.
Su hermano asintió rápidamente, incapaz de contener su emoción.
—Sí, soy yo. Pensé que nunca despertarías.
Emma sintió las lágrimas correr por su rostro mientras apretaba la mano de Ethan.
—Lo siento tanto —dijo, con la voz quebrada—. Por todo.
Ethan negó con la cabeza, sonriendo entre lágrimas.
—No importa. Lo único que importa es que estás aquí.
Reconciliación
Con el tiempo, su madre y Clara también llegaron. Hubo abrazos, lágrimas, y muchas palabras que habían quedado pendientes. Emma sabía que despertar era solo el primer paso. Tendría que trabajar para reconstruir las relaciones que habían sido dañadas, pero ahora tenía la determinación y el coraje para hacerlo.
La conexión con su familia y amigos se volvió más fuerte cada día. Ethan ya no era solo su hermano pequeño; se convirtió en su aliado y confidente. Con Clara, recuperaron su amistad, basada en una honestidad que antes no existía. Y con su madre, aprendió a ver más allá de las diferencias y a valorar el amor que siempre había estado allí.
Un nuevo comienzo
Meses después, Emma regresó al parque donde solía dibujar. Llevaba consigo un nuevo cuaderno, listo para llenarlo con los recuerdos de esta nueva etapa de su vida. Mientras observaba a los niños jugar y a las hojas caer, sintió una paz que no había sentido en mucho tiempo.
Sabía que su viaje no había terminado. Todavía quedaban desafíos por superar, pero ahora tenía algo que antes no tenía: confianza en sí misma y en los que la rodeaban.
Con una sonrisa, abrió su cuaderno y comenzó a dibujar, dejando que sus manos plasmaran en el papel todo lo que había aprendido en su viaje a través del coma.
El final… y un nuevo comienzo.
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