En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XXIII El regreso de Valeria
Avanzado el evento, Valeria buscó algo de respiro. Estaba cansada de sonreír como si nada estuviera pasando; además, extrañaba a su hija y ya quería volver a su lado. Salió a uno de los jardines donde se estaba llevando a cabo el evento y, mirando las hermosas flores, recordó las veces que Gabriel le llevó rosas. Una sonrisa se dibujó en su rostro, una sonrisa mezclada con tristeza, por lo que fue y por lo que pudo haber sido.
“Hermosa”, Valeria volteó a ver a Gabriel, reconociendo su voz al instante.
“Disculpe”, respondió ella sin expresión.
“Digo la noche; está muy hermosa”, respondió Gabriel, mirando a los ojos de su exesposa.
“Así es; cuando uno vuelve a la vida, el mundo se ve en otros tonos”, respondió Valeria, volviendo a mirar las flores.
“Sabes que me debes una explicación. Te fuiste, te hiciste pasar por muerta durante casi dos años y ahora vuelves como si nada hubiera pasado…”, Gabriel estaba molesto; era obvio que la aparición de Valeria lo estaba volviendo loco.
“No te debo nada. Tú decidiste acabar con nuestro matrimonio para poder ser feliz junto a la mujer que amas. Y fíjate, lo lograste; deberías darme las gracias por dejarte libre”, respondió Valeria con desdén.
“Las cosas no fueron así; esa noche yo…”, Gabriel le daría una explicación a Valeria y le contaría lo que ocurrió luego de que saliera del apartamento, pero fue interrumpido por su actual esposa, quien llegó haciendo creer que tenía empatía por la pareja.
“Valeria, querida. De verdad nos has dejado sorprendidas con tu regreso; todos pensábamos que estabas muerta”, dijo Aurora con su tono de voz chillón.
“Como puedes ver, todos estaban equipados. Pero he regresado a recuperar lo que es mío”, respondió Valeria mirando fijamente a Gabriel.
“Mi esposo y yo te brindamos nuestra ayuda para lo que necesites”, dijo Aurora tomando del brazo a Gabriel.
“Ante la ley sigo con vida. Ustedes nunca se tomaron la molestia de verificar eso. Y bueno, legalmente sigo casada con Gabriel, así que su matrimonio es inválido y bueno querido, creo que casarte sin estar divorciado se le llama bigamia”. Tras decir esas palabras, Aurora regresó al salón donde se llevaba a cabo la subasta de un collar ancestral.
Para demostrar su poder, ella ofreció tres veces el valor de la joya y después de obtener la atención de todos los presentes salió del salón, subió a su auto y volvió a casa con su hija, pues era todo lo que ella quería: estar con la pequeña Jess.
Valeria sabía que su regreso no sería fácil, pero cada paso que daba la acercaba más a la vida que siempre había deseado. Con el collar ancestral en su poder, sentía que había dado un golpe maestro, una jugada que resonaría en el mundo empresarial y familiar.
Al llegar a casa, el aroma familiar de la cocina la envolvió y, al ver a Jess en su cuna, su corazón se llenó de alegría. La pequeña era su razón de ser y no permitiría que nadie interfiriera en su felicidad. Se acerco para darle un beso de buenas noches sintiendo cómo la calidez del amor maternal curaba las heridas del pasado.
“Te extrañé, mi amor. Pero ahora estoy aquí y nada nos separará otra vez”, prometió Valeria con determinación.
Esa noche, mientras mirando a Jesús dormir, Valeria reflexionó sobre lo que vendría. Sabía que Diego no se quedaría de brazos cruzados; él había sido un hombre poderoso y manipulador, capaz de todo para mantener el control sobre Arismendi. Pero ella estaba lista para enfrentarlo.
Al día siguiente, Valeria se preparó mentalmente para entrar a la oficina de Arismendi. Tenía una estrategia clara: demostrar su valía no solo como heredera, sino como una líder competente. Con cada paso hacia la entrada del edificio, sentía cómo la seguridad crecía dentro de ella.
Al cruzar las puertas de vidrio, fue recibida por miradas sorprendidas y murmullos entre los empleados. Valeria se dirigió directamente a la sala de juntas donde Diego estaba esperando, una sonrisa arrogante en su rostro.
“Valeria… pensábamos que no volverías”, dijo él con desdén.
“Y yo pensaba que este lugar necesitaba un cambio”, respondió ella con firmeza. “Estoy aquí para tomar lo que es mío”.
Diego se rió entre dientes. “¿Crees que puedes simplemente entrar y reclamar tu lugar? Este es mi imperio”.
“Tu imperio está construido sobre el miedo y la manipulación. No tengo miedo de ti ni de tus tácticas”, replicó Valeria con una mirada desafiante.
La tensión en la sala era palpable; todos contuvieron la respiración esperando el siguiente movimiento. Valeria sabía que tenía que jugar bien sus cartas. “Voy a demostrarles a todos aquí lo que significa ser un verdadero líder. Y tú serás testigo de mi ascenso”.
Con cada palabra, Valeria sentía cómo recuperaba el control sobre su vida y su futuro. No solo lucharía por Arismendi; lucharía por su dignidad y por Jess. Era hora de desmantelar las sombras del pasado y construir un nuevo legado.
El enfrentamiento con Diego sería solo el comienzo; una batalla que estaba dispuesta a ganar sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino. Su historia apenas comenzaba a escribirse, y esta vez sería ella quien llevara la pluma.
Los accionistas mayoritarios estaban en la sala de juntas, solo se escuchaba los murmullos de estos hombres, Diego siempre había sido machista que solo hacía negocios con hombres; por lo tanto Valeria era la única mujer en la sala.
Gabriel era uno de esos hombres, pues Ágata le había dado el poder sobre parte de las acciones que ella había obtenido de Arismendi.
“¿Podemos empezar la junta?”, pregunto Gabriel ansioso.
“Aún no, faltan dos accionistas más”, respondió Valeria con frialdad.
“No eres quien para decir cuando se empieza o no, aquí el presidente de la empresa soy yo”, dijo Diego con arrogancia.
“Abuelo por favor calmarse, recuerde que son seis los accionistas y apenas hay cuatro”, intervino Alfredo mirando a Valeria.
Sin embargo, Valeria continuaba con una mirada inexpresiva, en sus ojos ya no se reflejaba la dulce Valeria del pasado.
Las puertas de la sala de junta se abrieron, dejando ver las figuras faltantes en este juego sin tregua.