Arlo pasó la vida feliz al lado de su esposa, la única mujer con la que estuvo y la única mujer a la que amó. Pero siempre tuvo el deseo secreto de estar con otras mujeres. Tras una complicación respiratoria, muere y reencarna a sus 17 años de edad, una año antes de ponerse de novio con Ema, su esposa. En esta segunda vuelta planea, antes de emparejarse, estar con tantas mujeres como pueda. Pero una simple modificación en la historia provoca que su unión no se concrete.
Arlo deberá mover cielo y tierra antes de que sea demasiado tarde y se vea obligado a pasar el resto de su (segunda) vida sin su alma gemela.
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Una princesa entre los gladiadores
Cuando cayó la noche y llegó el último recreo, Arlo y David volvieron a reunirse. Pero esta vez no se quedaron en el estacionamiento, sino que fueron al patio principal a caminar.
_ No tiene sentido si nos quedamos recluidos ahí. Además de lo que te cuente, tenes que ver con tus propios ojos lo que pasa y hablar con otras personas._
David hablaba como si fuese un maestro dirigiéndose a su aprendiz. Pero simplemente eran dos adolescentes caminando por un patio lleno de otros adolescentes.Arlo intentaba concentrarse en su amigo, pero no podía evitar notar que varios ojos apuntaban hacia él. De todas formas, como ya le había dicho David, la opinión que realmente valía era la femenina. Y en ese colegio, con suerte había veinte chicas. No era un gran lugar para pasar la adolescencia. Durante los primeros años parecía ser el paraíso: un lugar casi exclusivo para chicos, donde se podía practicar el juego de manos, librar salvajes guerras de comida, o no bañarse después de educación física. Pero conforme alcanzaban la pubertad, todos los estudiantes de ese colegio notaban la falta de mujeres. Por eso, las idas al campo de deporte municipal (donde compartían espacio con otros colegios), las fiestas en la playa o las actividades intercolegiales se volvían oportunidades de oro.
En ese patio por el que caminaban el par de amigos no había ni una mirada que Arlo estuviese interesado en devolver. En total, en quinto año había cuatro mujeres, dos en el curso de Arlo, una en el de David y una en el de Química. Bueno, en realidad, a partir de esa noche, habría cinco. Llegaría una nueva muchacha a la cual Arlo buscaba con disimulo, mirando de vez en cuando por sobre el hombro de David, pero no la veía por ningún lado.
A quienes si encontró, sentados en ronda en un rincón del patio, fue a un grupo de cuatro chicos vestidos con enteros de trabajo. Le resultaban familiares, pero le fallaba un poco la memoria. En un intento por descifrar quienes eran, olvidó ser discreto, y uno de los cuatro de la ronda lo miró de forma extraña. Luego, mientras decía algo que solo escucharon los integrantes del grupo, lo saludó con desgano. Inmediatamente después, los tres restantes giraron la cabeza e hicieron lo mismo que el primero. Recién al ver a los cuatro de frente y en conjunto lo recordó.
_ ¡Los muchachos!_ Dijo alegremente.Ciertamente podían apreciarse cuatro muchachos, pero no eran unos cualquiera. Eran los amigos de David desde el inicio de la secundaria, y con el tiempo se habían vuelto también amigos de Arlo. No recordaba sus nombres pues, como casi todas las amistades que había tenido en su vida, habían tenido una fecha de caducidad. Pero recordaba de que en la secundaria habían pasado buenos momentos juntos, por lo que decidió que si iba a seguir el consejo dado por David de "ir a hablar con los demás", ellos eran un buen comienzo. Así que se acercó. David en ese instante se había quedado colgado mirando una interesantísima pelea de pájaros que se disputaban el lugar en una rama, y cuando finalmente la riña terminó, ya era demasiado tarde para impedirle al desactualizado Arlo que se acercara a la ronda.
_ ¿Ey muchachos qué onda? _ Arlo habló con genuinas buenas vibras, pero del otro lado recibió un saludo seco y sin gracia. Notó un silencio incómodo en el ambiente, así que siguió hablando.
_ No saben lo linda que estamos dejando la quinta con mi viejo. Un finde de estos tenemos que organizarnos para hacer una juntada allá.
Pero nuevamente recibió una agria respuesta por parte de uno de los chicos.
_ Arlo, esta todo bien con vos, pero si vas a venir a la ronda, que sea sin él._ Y con su cabeza indicó a quien estaba parado detrás: El mismísimo David, que guardaba distancia del que, hasta donde Arlo recordaba, era su gran grupo de amigos.
_ ¿Qué pasa acá?_ Preguntó confundido.
_ Preguntale a la histérica de David._ Dijo el primero que lo había saludado. Era un chico alto, de metro noventa y con pelo rizado y oscuro.
David, que hasta ese momento había permanecido lejos y sin llamar la atención, cayó en el juego de su provocador, e inició una pelea cuyo motivo Arlo tendría que ir descifrando conforme los insultos de sus amigos subieran de tono, pues a partir del primer intercambio entre David y los cuatro de la ronda, pasó a ser invisible y desmerecedor de explicaciones._ Lo que pasa es que no me junto con pedófilos.
_ ¿Qué me decís pedófilo la concha de tu hermana? _ Arremetió el joven de cabello rizado con violencia mientras se paraba y hacía gala de su intimidante altura.
_ Literalmente. _ Acotó uno desde afuera, pero su comentario solo fue bien recibido por los dos restantes de la ronda. El muchacho alto de cabello rizado frunció el ceño. Arlo no entendió, pero David saltó como leche hervida._ Vos cerrá el orto comebichos. _
El muchacho interventor decidió callar ante la cruda respuesta de David, y nuevamente el chico alto, que parecía hacer gala de su imponencia física, arremetió.
_ ¿Qué te pasa pajero? Vos criticas los gustos de todos por resentido, ¡porque no te da bola ni tu vieja!
_ Prefiero eso antes que aprovecharme de una nena. Son las únicas a las que te podes chamuyar vos.
_ Tu hermana ya está grandecita David.
Para ese punto, los dos habían levantado demasiado la voz, y los demás estudiantes presentes en el patio, amantes del caos, se habían amuchado para ver qué pasaba.
_ ¡Tiene catorce años animal! ¿Eso te parece grande?
_ No me entendiste Davidcito. "Grandecita"_ Y acompañó su lascivo comentario llevándose las manos al pecho y simulando que sostenía unas tetas grandes.Todos los que estaban alrededor estallaron en gritos de gloria apoyando a ese muchacho, que parecía haber destruido a David con su comentario. Por otra parte, Arlo estaba descolocado, recién entendía lo que había sucedido. Al parecer, ese animal alto y grande como un ropero, con diecisiete años bien cumplidos, había estado con la hermana de David. Eso explicaba el enojo de su amigo, y no justificaba pero volvía entendible la reacción que tuvo a continuación.
_ Te cagué a trompadas gil. _ Dijo David con los ojos inyectados en sangre, y arremetió contra su objetivo.
Con el choque, el público se volvió loco, y empezó a corear el himno de las peleas callejeras juveniles.Piñas van, piñas vienen, los muchachos se entretienen.
Pero a Arlo no le parecía entretenido. Los dos muchachos estaban parejos en enojo, pero había una clara desventaja física que afectaba a David, quien preso de la furia, no se daba cuenta la diferencia de peso y tamaño para con su rival.
Viendo que no había ningún profesor a la vista, se metió entre los dos peleadores, los tomó del cuello y, con una fuerza bestial, los separó y los hizo caer al suelo. Todos dieron un grito de asombro tras ver como ese muchacho de metro setenta había logrado dejar sentados a los dos combatientes, y gritaron emocionados creyendo que quizás esa podría convertirse en una pelea de tres. Pero Arlo no tenía intenciones de luchar, a diferencia de los otros dos que, como si la intervención no hubiese existido, se levantaron y se pusieron en guardia, provocando vitores entre los espectadores._ Dale Polo,¡hacelo mierda! _ Se escuchó repetidas veces entre la multitud, y Arlo pudo así recordar el nombre de quien peleaba contra David.
_ Arlo, no es con vos el tema, no te metas en esto._ Le dijo Polo, que en posición de pelea se veía aún más corpulento. Y tras dar la directriz, volvió al ataque, y le asestó dos golpes, uno en la panza y otro en el pecho, a un David ya bastante agitado.
Viendo que aquello podía terminar en una masacre, se dispuso a intervenir nuevamente para, de una vez, parar la pelea. Justo cuando un mazazo de Polo estaba por impactar en la desprotegida cara de David, Arlo tomó de la muñeca al atacante y frenó su golpe en seco, al mismo tiempo que dio un grito con la voz mas grave que le salió._ ¡¡Basta!!
La pelea terminó y los gritos de la multitud se apagaron. Arlo se sintió como el ser más poderoso de la escuela. Pero así como en un segundo todo el entorno de ruido y violencia había llegado a su fin, lo mismo tardó Arlo en darse cuenta que él no había sido el causante de la repentina mudez. En vez de estar todos mirándolo, viendo como había sido capaz de detener el golpe de Polo, estaban embobados, como hechizados, mirando fuera de la ronda. Ni siquiera al mismo Polo parecía importarle que Arlo sostuviera su mano con fuerza. Entonces, queriendo entender que había causado tal impacto en esos peleadores y observadores sedientos de sangre, se puso en puntas de pie para ver por encima de la gente.
Y entonces la vió.
Una cintura sin igual, que resaltaba gracias al top que llevaba puesto, que dejaba la zona de su panza al descubierto. La piel blanca y brillante como la luna. El pelo negro azabache caía lacio sobre sus hombros. Apenas medía un poco más de metro y medio, pero era una mujer hecha y derecha que había conquistado a todos en ese patio. Una princesa que con su simple andar había causado el orden de los gladiadores, bárbaros que sólo hablaban el lenguaje de la lucha, pero que ahora sucumbían ante sus encantos, y que lo harían aún más cuando se perdieran en sus ojos azul oscuro.
Arlo todavía no la tenía tan cerca como para ver el color de sus ojos, pero lo conocía perfectamente, puesto que la que sublime y tranquila cruzaba el patio sin interesarse por el tumulto de jóvenes que la miraban, era la inigualable Ema.Una vez más le había puesto el mundo de cabeza a Arlo, que se olvidó de todo, y siguió pensando en ella incluso cuando ya todos los demás escapaban del hechizo. Incluso cuando Polo se percataba de que estaba siendo contenido por su poderoso agarre.
_ Te dije que me sueltes!_ Dijo Polo, y devolvió a Arlo a la tierra con un golpe en la cara que, literalmente, lo puso a nivel del suelo.
Desde el piso, escuchó como todos volvían a ponerse como locos y se olvidaban de la muchacha que había acallado el patio segundos atrás. Pero Arlo solo pensaba en ella. Y el temor a que lo hubiera visto ser golpeado y humillado de esa forma hizo que se incorporara de un salto.Sin mirar a su alrededor, y entendiendo que no podía dejar las cosas como estaban, abandonó su postura pacífica y, tras ponerse en guardia y tomar impulso, golpeó en la mandíbula a Polo. Pero ese golpe no era cualquiera, estaba rodeado por la armadura de un verano lleno de entrenamiento, de levantamiento de piedras, carretillas y bolsas de cemento, que lo dotó de una gran fuerza que estaba revestida por sus nudillos duros y afilados por chocar una y otra vez contra el material.
Atontado, Polo cayó al suelo, pero esta vez no pudo levantarse sólo, y fue asistido por sus amigos. Cuando pudo enfocar nuevamente su vista en Arlo, balbuceó una clara amenaza.
_ Ahora si es con vos el tema.
Arlo no respondió, ni pudo hacer más que mirar sus nudillos sangrantes mientras todos los presentes, respondiendo obedientes al sonar del timbre, se iban alejando para volver a sus aulas.