Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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De regreso
—¿Te arrepientes de haber venido?— habían recogido todo para regresar al ducado, era Donatello quien preguntaba.
—Fue divertido, después de mucho tiempo, conviví con más gente de lo habitual. Pronto también serán mi familia, aunque ¿te digo un secreto?— se acercó lo suficiente a su oído y le habló. —No toda tu familia me cayó bien— una risilla se forma a en su rostro.
—Creo saber de quién hablas— terminó riendo también, mientras los dos veían a la pareja que estaba sentada en la esquina de la casa, siempre comiéndose a besos, sin importar demasiado la presencia de otros.
—¿Seguro que tus padres hicieron la elección correcta?— se burló la castaña.
La hora de partir llegó, cada uno se fue despidiendo del resto y también se decidió que Licia viajaría con el duque y Johana, para que ella aprendiera lo que la joven estaba dispuesta a enseñar.
—¿Qué más sabes hacer hermosa Johana?— un cariño sincero, despertó en ambas.
—La verdad no son tantas cosas, ¿qué le gustaría aprender señorita?— si bien era cierto que Johana podía hacer muchas cosas, también quería evitar meterse en problemas por lo que pudiera llegar aprender la pequeña Licia.
—Tranquila. Licia es libre de elegir que aprender, si no lo ha hecho hasta ahora, es porque nadie se atrevió a ir contra la opinión de mis padres— aclaró el general.
—El duque tiene razón, aún con mi corta edad, se puede decir que tomo mejores decisiones que mis propios hermanos— sonrió orgullosa.
—En ese caso, puedo enseñarle algo que usted no sepa— propuso, aunque primero necesitaba saber lo que la pequeña quería.
—Supe por un pajarito, que eres buena con las dagas y el arco, ¿podrías enseñarme?— se veía expectante.
—Será un verdadero placer— accedió.
Al principio, jamás imaginó enseñarle algo de lo que había aprendido junto a la gente común y corriente, pero ahora estaba feliz de poder hacerlo, pues era la mejor manera de honrar las enseñanzas.
El viaje duró exactamente lo mismo que de ida y después de ese tiempo, por fin pudieron llegar a la mansión del ducado.
—Estoy muy cansada, iré a dormir de inmediato, si me informan cuál será mi habitación— apenas bajó del carruaje, habló la pequeña hermana de Donatello.
—Licia, es un placer verte, pequeña brujita— llegó a saludar Stephan, de inmediato la chiquilla, le cubrió la boca para que no siguiera hablando.
Al ver que Johana los estaba observando, Licia se vio en la necesidad de dar una explicación. —No es nada hermosa Johana, un sobrenombre que mi primito me puso— explicó, aunque sus palabras estaban llenas de nerviosismo y claro, la castaña se dio cuenta.
—Entiendo, es común entre las familias. Iré a pedir que preparen una habitación para usted—
Se dirigió con el mayordomo, que era el encargado de llevar las riendas de la mansión, mientras Johana estaba ocupada. Después de pedir la habitación, la pequeña pudo descansar y disfrutar de la mejor vista, pues su habitación era justo la que daba al jardín frontal.
Aún con su cansancio, era momento de dar seguimiento a los planes y preparativos de la boda, pues se aproximaba la fecha.
—¿Y la marquesa Vienko?— preguntó, Donatello. Sabía que era a ella quien debía decirle sobre sus preferencias en su boda.
—Esta algo indispuesta por el momento, mañana podrás verla— su respuesta estaba llena de satisfacción, por lo que el general intuyó el motivo de su malestar.
—Muy bien, espero así sea. Entonces también iremos a descansar— vio llegar a Johana y prefirió mejor llevársela, hacía tiempo que no dormían en la misma habitación, eso lo tenía muy ansioso.
—No esperara que usted y yo…— lo miraba de arriba hacia abajo, como queriéndolo comer.
—A menos que tú me lo permitas, porque yo no creo aguantar mucho más— se acercó a ella y la acercó a su cuerpo, aprovechando el acercamiento para sellar sus labios con un beso, el cual fue roto hasta que hizo falta el aire.
—Sabes lo que necesito para dar mi permiso— con la voz jadeante, le susurró.
Donatello se acercó al buró a lado de la cama y del primer cajón, sacó una hoja de papel.
—Léelo— se lo entregó a la castaña.
Al leer detenidamente aquel documento, se establecía la buena salud del duque, así como su gran virilidad según el doctor.
—¿Seguro que no le pagaste un poco más para dar todos estos detalles?— su burla era evidente.
—Sería incapaz de algo así, pero si no me crees, puedes comprobarlo ahora mismo— se acercó desde atrás, abrazándola por la espalda, dejando besos en el cuello y hombro de la chica.
—Yo te creo— dejó salir un jadeo por la evidente satisfacción que estaba comenzando a sentir. —Hagámoslo, igual no creo aguantar más— se volteó para quedar frente a Donatello y comenzaron con un eso apasionado, lleno de desespero.
Poco a poco se fueron acercando a la cama, donde el general se sentó en la orilla y dejó a Johana en su regazo, besó desde su frente, mejillas y labios, haciendo un camino por el cuello hacia el pecho de la joven, por supuesto, ella disfrutaba de cada beso y caricia dada por aquel hombre.
Inició a deshacerse de la ropa, que sería un completo estorbo para lo que tenían planeado hacer. Deshizo el listón que sujetaba el vestido que llevaba, al ser sencillo y simple, fue de lo más fácil, lo dejó caer poco a poco, desde los hombros, brazos y pecho, haciendo un camino de cálidos besos.
Johana se sonrojó un poco cuando sus pechos quedaron al descubierto, pero no era vergüenza, sino más bien, orgullo por ver el rostro de Donatello, cuando los vio. Lo abrazó del cuello, para darle un beso intenso, haciendo que sus suaves y bien formados pechos, tocasen el firme y muy bien trabajado cuerpo del general.
Aquella acción, hizo que Donatello lo disfrutara muchísimo, tanto que puso de pie a Johana y dejó caer por completo el vestido, mientras que él se deshizo de la ropa que cubría la parte superior de su cuerpo.
—¿Estás segura de esto?, no quiero que te arrepientas— jadeante preguntó.
—Mi corazón ya es tuyo, que más da que mi cuerpo también lo sea. Continúa, no hay forma en que me arrepienta de esto—
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Una disculpa, afortunadamente para mí, en el trabajo he tenido mucho tiempo extra, así genero un poco más de dinero, aunque no he tenido el tiempo suficiente para actualizar.
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