Seraph, Un Amor Imposible.

La tarde estaba cargada de una bruma ligera que envolvía las calles como un velo.

Seraph, aún humano, caminaba cerca de Cameron y Jhon, sintiendo cada emoción como un incendio que devoraba su corazón.

Sus celos y amor lo hacían temblar, y la necesidad de protegerla sin ser visto lo impulsaba a arriesgarse más de lo permitido.

—No puedo seguir así… —susurró para sí mismo—. Cada segundo que pasa me acerca a ella y me aleja de todo control.

Mientras caminaban junto al río, Cameron sintió de manera más intensa la presencia de Seraph:

una brisa cálida que acariciaba su rostro, un susurro casi imperceptible que parecía llamar su nombre.

—Es tan extraño… —murmuró—. Siento que alguien me acompaña… me protege… y me guía.

Jhon frunció el ceño, cada vez más preocupado.

—No entiendo… —dijo—. Hay algo entre nosotros que no veo… pero lo siento.

—Sí… lo siento también —respondió Cameron, con una mezcla de curiosidad y confusión—. Pero no me da miedo.

Seraph, invisible y dolido, comprendió que su energía ya era palpable para Cameron.

Cada vez que se acercaba, ella lo percibía de manera sobrenatural, y Jhon comenzaba a notar una presencia que competía con él por su atención.

Decidido a mantener la cercanía sin ser descubierto, Seraph arriesgó un gesto más audaz:

una ráfaga de viento dirigió suavemente a Cameron hacia Jhon, interrumpiendo un momento íntimo,

pero al mismo tiempo dejó un toque imperceptible en su mano, que ella sintió como un estremecimiento eléctrico.

—¿Lo sentiste? —murmuró Cameron, confundida, mirando alrededor—.

—Sí… —dijo Jhon, tensando la mandíbula—. Esto empieza a ser demasiado extraño.

Seraph retrocedió, invisible y con el corazón roto.

Por primera vez, comprendió que sus acciones no solo influían en Cameron, sino que también alteraban la relación entre ella y Jhon.

Esa noche, los sueños del Cielo llegaron con intensidad dramática:

“Seraph… hijo de la Luz… tu influencia sobre los mortales ya es evidente.

Cada roce, cada suspiro, cada mirada altera su destino.

Aprende a amar sin tocar, a proteger sin controlar.

La prueba alcanza un punto crítico: un error más podría separar a los mortales o cambiar tu propia existencia.”

Seraph despertó con el corazón humano palpitando desbocado.

El amor que sentía era tan intenso como prohibido,

y cada acción hacia Cameron lo acercaba a un punto de no retorno emocional y sobrenatural.

Mientras la ciudad dormía, Seraph comprendió que la frontera entre su amor y su deber celestial se estaba desdibujando.

Cada instante junto a Cameron lo consumía, y cada sospecha de Jhon lo empujaba a decidir entre protegerla o arriesgarlo todo.

El triángulo amoroso estaba en su fase más peligrosa hasta ahora:

el amor, los celos y la intuición comenzaban a chocar en un juego de luz y sombra,

y Seraph sabía que cada movimiento podía definir la felicidad o el dolor de los tres para siempre.

El atardecer teñía el cielo de tonos rojizos, y el parque parecía suspendido entre realidad y sueño.

Seraph caminaba cerca de Cameron y Jhon, invisible, pero esta vez sus emociones humanas eran tan intensas que su presencia empezaba a manifestarse en fenómenos imposibles: hojas que caían de forma repentina, brisas que lo seguían, sombras que parecían dibujar su silueta.

Cameron sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Jhon… ¿lo sientes? —preguntó, la voz temblorosa—. Es como si alguien estuviera aquí con nosotros… y no pudiéramos verlo.

—Sí… —respondió él, frunciendo el ceño—. Es… inquietante. Como si alguien nos estuviera observando, controlando.

Seraph, flotando invisible, sintió que sus emociones desbordadas comenzaban a afectar la realidad misma.

El viento jugaba con su cabello, las hojas caían a su alrededor y Cameron lo percibía como un contacto casi tangible.

Al acercarse Jhon a Cameron para tomar su mano, Seraph reaccionó impulsivamente:

una ráfaga de energía lo separó suavemente, haciendo que ella tropezara levemente.

—¡Cameron! —exclamó Jhon, preocupado—. ¿Estás bien?

—Sí… sí, fue… raro —murmuró ella, con la respiración acelerada—. Como si alguien me hubiera empujado suavemente.

Seraph se alejó, invisible, con el corazón latiendo con dolor.

Cada intento de protegerla se volvía más peligroso, y sus celos lo hacían actuar más allá de lo prudente.

Esa noche, en sueños, el Cielo habló con voz solemne y grave:

“Seraph… hijo de la Luz… tu presencia ahora es evidente para los mortales.

Cada acción altera destinos y emociones.

Aprende a amar sin tocar, a proteger sin controlar.

La prueba alcanza su límite: un error más, y los hilos del destino se romperán irreversiblemente.”

Seraph despertó sudoroso, con el corazón humano palpitando como nunca antes.

La prueba del amor imposible, de la cercanía prohibida y de la protección sin contacto, había alcanzado un nuevo nivel de intensidad.

Al día siguiente, Jhon comenzó a actuar con celos más evidentes:

miradas tensas, comentarios indirectos y gestos protectores hacia Cameron.

—No sé qué está pasando —murmuró para sí mismo—. Pero hay alguien más… y lo siento.

Cameron, por su parte, experimentaba fenómenos casi imposibles:

el aire se movía a su alrededor, sentía caricias que no existían,

y cada sensación la acercaba más a la comprensión de que algo sobrenatural la protegía y la guiaba.

Seraph observaba todo, invisible, con el corazón desgarrado.

Cada interacción entre Cameron y Jhon lo consumía de celos,

pero cada manifestación de su poder lo acercaba peligrosamente a alterar el destino de ambos humanos.

El triángulo amoroso había llegado a un punto de confrontación inevitable:

el amor, los celos y la intuición chocaban en un juego de luz y sombra,

y Seraph comprendía que cada movimiento podía decidir la felicidad o el dolor de los tres para siempre.