Amor De Manicomio

Capítulo 23

Como todos los miércoles

Hace un tiempo:

Como lo había previsto, doña Sandra me sacaría de aprietos en mi lugar de trabajo y esta jugada me salió mucho mejor de lo que esperaba, sabía que luego de este día ella me ayudaría mucho más, incluso se que va a prestarme su vehículo cuando lo necesite, inconscientemente hará cosas que ni se imagina con tal de ayudarme, estoy dispuesto a reemplazar a ese hijo que perdió, sé que voy a lograrlo.

¿Qué como sé que ella lo hará? —se preguntaba a sí mismo.

Por favor, ¿A poco no notas mi confianza? He aprendido muchísimo a manipular a las personas utilizando sus sentimientos, los seres humanos son una cajita de cristal, con todo se rompen y a medida de que se va conociendo a alguien, te das cuenta de cuales son sus puntos débiles y es ahí de donde te debes aferrar, debes atacar como un cuchillo directo a la yugular, eso sí, a veces hay que recurrir a la lástima y es vergonzoso hacerlo, pero muy necesario.

¿Qué te suena despiadado?

Por favor... No empieces con tus estúpidas excusas baratas. Esto sería un favor mutuo. ¿Qué puede hacer esa vieja con un vehículo arrumado en el garaje? Si a duras apenas puede ella mantenerse en pie. El coche tan solo está siendo un objeto más tal cual traste inservible en ese lugar. Yo lo necesito para observar de cerca al amor de mi vida sin que ella se percate de mi presencia, y a su vez Sandrita estará agradecida con que yo lo pueda llevarlo con el mecánico, a la gasolinera y al autolavado.

...

—¿Demoré demasiado? Muchacho, no sabía que aún estabas estudiando —comenta Sandra sorprendida de verlo con esa libreta en sus manos—.

—Ah, claro. Como usted diga —responde sin siquiera haber escuchado—.

—Bien —se enoja— Guarda ese libro. Vamos, aquí está la llave —le hace entrega de mala gana— No tenemos toda la mañana para esto.

—Desde luego, señora Sandra. Gracias. Iré a buscar su coche —guarda sus pertenencias y busca el vehículo, lo estaciona frente a la casa y desciende para abrirle la puerta a Sandra, luego se ponen en marcha.

Como era de esperarse, Sandra se hace pasar por la abuela preocupada por su nieto, lleva el justificativo médico y lo entrega en la recepción del edificio. Había logrado su objetivo, el jefe le indicó que se tomara el resto de la semana libre, pues no quería que todo su personal se contagiase del mismo virus respiratorio.

El muchacho estaba más que agradecido con ella y feliz por todo el tiempo libre que tiene para dedicarlo por completo a aquella vana ilusión. Decide llevar a Indira pronto a casa y la deja frente a su puerta.

—Señora San...

—Sandra, muchacho, llámame Sandra. A fin de cuentas ahora soy tu abuela —sonríe ampliamente—

—Bueno sí, quizás deba llamarte abuela, después de todo parece que eres mi pariente mas cercano, puedes bajar del vehículo, pasaré a ponerle gasolina y lo devolveré a la cochera.

—Pero bueno muchacho, no seas tonto, déjalo ahí, para lo mucho que sale ese dinosaurio de la cochera. Con suerte nos llevó y nos trajo sin contratiempos, llevaba más de un año ahí parqueado. No te preocupes por eso, guarda tu dinero, lo necesitarás para cosas más importantes.

—Es inapropiado, además, tengo unos ahorros y mi padre me ha dejado algo de dinero. Déjame hacerlo, abuela —la mira con ternura y acaricia su cabeza despeinando un poco sus cabellos—. Ya luego si vuelvo a necesitarlo me dará mucha vergüenza pedirlo si no me dejas al menos hacer esto.

—Eres un chico responsable —acaricia su barbilla— Me recuerdas tanto a mi hijo que falleció hace tantos años. Está bien muchacho ve y has lo que quieras, pero regresa pronto, hoy voy a hacer pato al horno.

Al escuchar las palabras supo que por este lado había logrado su propósito. Ahora iría a llenar ese tanque de gasolina y a pasearse un rato frente a esa librería a vigilar a su objetivo.

—saca su diario—

Día 11

Escribe:

~ Killer, llevo aproximadamente una hora con cincuenta minutos frente a su lugar de trabajo y no logro verla ¿Será que renunció?. Ella no puede hacerme esto. Yo necesito verla a diario, antes de pasar por la gasolinera me desvié demasiado para pasar frente a su casa y todas las ventanas estaban cerradas, con las cortinas abajo, lo que me indica que no se encuentra en casa. ¿Se habrá cambiado de ciudad?

He estado mucho tiempo en este lugar. Creo que es hora de bajar del coche y adentrarme a esa librería con la excusa de rentar un libro, quiero saber si ella ya no trabaja más allí.

—cierra el diario y baja del vehículo—

Al entrar en la librería, toma un buen libro.

"Las 120 jornadas de Sodoma"

Esto me parece interesante, jamás he leído sobre incestos y orgías. Además de ocupar mi valioso tiempo leyéndolo mientras me encuentro en mi aburrido trabajo, esto me dará un sinfín de ideas para poner en práctica. Mayormente, los humanos nos guiamos por la inspiración y que más inspiración que ella... Mi musa. Mi hermosa Monique, Con la que quiero experimentarlo todo y estoy dispuesto a ganarme su corazón, su cuerpo, su hermoso cuerpo, ¡Oh, cuanto me excita pensar en ello!

—Joven. ¿Va a llevar el libro? —me habla un señor mayor de sus sesenta años y me saca de mis lujuriosos pensamientos—.

—Si, claro que si. Disculpe estaba pensando en el nombre del libro que venia a buscar, pero lo he olvidado por completo, me llevare éste, parece bueno. Lo quiero por 10 días ¿Cuanto es el total?

—Ese es bueno, muchacho. Son cuarenta barras. Te devolveré veinte cuando regreses el libro. Si no te alcanza puedes venir a leer todas las tardes, eso gratuito —comenta seriamente—.

—Descuida, lo llevaré —saca su billetera— Estaba esperando ser atendido por la chica que trabaja aquí. Es por ello que usted me sorprendió.

—¿Clara? No... Hoy es su día libre a la semana. Va a la universidad y luego al supermercado y a hacer sus cosas, como todos los miércoles.

Sonrió agradecido de saber un poco más sobre ella y estaba decidido a salir a buscarla.

Todos los miércoles estaría dispuesto a seguirla a todas partes.

—Gracias —se limita a responder.

—No eres el primero que viene preguntando por ella. Es una niña hermosa, educada e inteligente. La quiero como a mi propia hija y siempre le aconsejo que debe buscar a un buen muchacho y no fijarse en cualquiera.

—Hace bien en aconsejarla, no todos le desean cosas buenas a las demás personas —sonríe con malicia—. No debe fiarse de un desconocido.

—Es lo que le repito a diario —responde ese Don—.

—¿Hay muchos interesados? —pregunta el poco preocupado—.

—Algunos —sonríe el viejo— Debo atender a otro cliente. Este es uno de los que viene más seguido. Está enamorado de ella.

Salí de allí muerto de rabia y celos. Esperé a que ese miserable saliera de la tienda para fotografiarlo discretamente y buscar más información sobre él. Desde ya pienso en cómo sacarlo de mi camino.

...

Horas más tarde Keyler fue a casa, dejó el vehículo en la vieja cochera de Sandra y subió hasta el corredor donde se encontraba la mujer mayor, sentada en su silla mecedora.

—Que pena que haya demorado tanto. Es que el coche se quedó varado y me tocó que llamar a un mecánico —mintió—. Lo esperé un rato y luego la reparación fue rápida, tenía problemas en el carburador, tuve que cambiarle la pieza, esto ha sido por todo el tiempo que llevaba estacionado.

—Muchacho por eso insistí en que lo dejaras ahí, que pena que hayas tenido que gastar tu dinero en esto. Ya te voy a devolver tu dinero —se levanta de la silla— ¿Cuánto has gastado muchacho?

¿Almorzaste?

—No, y no se preocupe por eso. Igual no fue tanto, más fue la espera que el costo de la reparación, iré a casa ahora mismo.

—Espera, lleva algo para que comas, es casi la hora de la cena.

—Bien. Muchas gracias, abuela —comenta con ternura y ella asintió feliz—.

Pasado unos minutos viene la señora con una cesta con la cena y algunos pastelillos. Mientras tanto las vecinas los observaban indiscretamente por las ventanas de sus casas.

—Aquí está. Te he puesto un poco de arroz, pato que he preparado al horno y un caldo. Come antes de que se enfríe —le entrega— Hoy hice postres.

—Gracias de verdad, no debió preocuparse.

—Lo hago porque te aprecio mucho. Te he visto crecer desde que eras niño. Vi todo lo que sufriste y no podía hacer nada porque Alicia me lo prohibía, pero ahora quiero ayudarte muchacho. Yo también vivo sola y sé lo que se siente.

—Gracias —besa su frente y se retira.

Con esos simples hechos lograba ganarse el afecto de Sandra, mientras que, por otra parte, las vecinas armaban un chisme por la cercanía de ellos dos.

...

Llego a casa, paso directo a mi habitación y me desvisto. Como siempre me quito todo, desde mis zapatos, cadenas, anillos, todo, todo lo que no le pertenece a mi cuerpo y me estorba. Incluyendo esos molestos lentes de contacto.

Paso al baño, enciendo un cigarrillo y me siento en el retrete, pienso en ella. En que se veía tan hermosa este día.

 (Suspira)

Luego de darme una ducha rápida, salgo para comer la cena que me dio Sandrita, al terminar saco a Killer y me recuesto sobre la cama para comenzar a plasmar aquel hermoso momento.

Escribe:

~ Hoy, luego de salir de la librería, conduje recorriendo todos los supermercados de la ciudad, hasta que la vi descender elegantemente de un taxi.

¡Por Dios, estaba hermosa! Su cabello despeinado le daba ese toque fresco a su rostro, y sus labios tan carnosos, que me provocaba devorarlos.

Noté que no compró tantos suministros, llevaba la cuenta de los precios de cada articulo que introducía al carrito de compras, su mirada de preocupación me partía el alma, deseaba ir con ella y pagar por todo lo que ella quisiera.

Luego de eso, llevó las compras a casa, yo moría de ganas de ayudarle a cargar las bolsas, pero no se puede. No todavía.

Unos minutos más tarde volvió a salir, esta vez se dirigió a su clase de piano.

Ella lo ejecuta muy bien, como desde el primer día en que la escuché. Verla mover sus dedos delicadamente sobre el teclado, me dan ganas de sentarme junto a ella y escucharla de cerca, disfrutar de su música.

Amo oír sus hermosas melodías, un día ella va a tocar el piano solo para mí, pero eso ella todavía no lo sabe