¿Qué sentirías al mirar los ojos de un asesino? Vacíos, fríos, sin alma. ¿Qué harías al tenerle frente a tí? ¿Huirías? ¿Esperarías la muerte? ¿Le enfrentarías?
Entonces...
¿Qué sentirías al tener al asesino tras de tí?
Esta es la historia de Levi.
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22.
...El invierno desciende como un ladrón en la noche... Sin avisar, y desapareciendo todo lo que encuentra....
— Dame un segundo, necesito comprar comida para el viaje.
— Levi, yo quiero ir.
— Sabes perfectamente que no puedes irte.
— Por favor, has estado haciendo todo esto por mí y ni siquiera he podido moverme desde que estoy en el auto.
— Estás malherida, necesitas descansar.
— No sirve de nada que me pidas que descanse cuando tú no lo haces. Por favor, yo iré.
La chica en el asiento trasero estaba presionando para poder ir ella a comprar las provisiones, así que accedí. En este punto realmente mi cansancio me consumía.
Falta poco...
8:27 P.M
Erica pagó 200 en efectivo para tener monedas del casino. 200 que sacó de su bolsillo sin más, en dos billetes. Cada vez me sentía más y más confundido.
— Queremos estar en la mesa 18 — Dijo Erica a una mujer que atendía.
— Muy bien, pasen por aquí — Respondió la mujer.
Nos sentamos en una mesa en donde sólo había una persona, que hasta ahora, había estado apostando contra la casa.
Para que entiendan un poco más, si no saben de juegos de cartas, el blackjack es un juego en el cual se te ofrecen dos cartas, el objetivo es llegar a veintiún puntos, si te excedes de esos veintiún puntos, pierdes. Si obtienes los veintiuno, es blackjack. La idea es tener más puntos que tu rival en las cartas.
Frente a nosotros, había un señor de mostacho que bebía Whisky en una copa. Era el único jugador que había antes de nosotros.
Nos sentamos a la mesa y empezamos a jugar con este hombre.
Una partida la ganó Erica, otra el hombre, y otra yo. Quedamos donde habíamos comenzado, y el hombre empezó a hablar.
— Me gusta tu forma de juego muchacho, pero no tomas riesgos, es por eso que voy a ganar — Dijo observando mis fichas — Apuesto cien en esta jugada.
Apostó todo lo que yo tenía.
— Voy — Dijo Erica, apostando todo lo que tenía.
Tragué saliva y le observé de reojo. No tenía ninguna expresión, era la verdadera cara de Póker. Tenía diecinueve puntos en mis cartas, la probabilidad de excederme de los veintiuno era muy alta.
— Voy — Dije nervioso.
— Se cierra la mesa, hora de jugar sus cartas — Dijo el repartidor.
El hombre mostró sus cartas. Tenía veinte puntos.
Desanimado, lancé mis diecinueve, pensando en que lo había perdido todo. Erica sonrió y dijo:
— Sí amigo, creo que estás mirando al jugador equivocado, blackjack en tu cara, abuelo — Dijo mostrando un perfecto veintiuno de dos cartas en su mano.
Suspiré. Era mucha suerte o simplemente me dejé llevar por la presión de aquel hombre, esperando que tuviera menos.
— Excelente jugada, señorita, un gusto, mi nombre es Jonás. Jonás Lillet.
Jonás era un hombre que parecía esconder mucho. Es ese tipo de persona que observas y sientes que tiene algo sospechoso detrás.
— El gusto es todo nuestro — Estrechó su mano Erica.
Nos sentamos nuevamente y el repartidor me observó.
— El señor Levi ya no tiene fichas.
— Le daré la mitad de las mías — Dijo Erica, haciendo que me dieran 150 en fichas de casino.
En esta partida las cosas se empezaron a poner tensas.
— Apuesto 150 — Dijo Jonás sin chistar. Parecía tener mucho dinero, y por lo visto no éramos una presencia oportuna.
— Voy — Dijo sin pensar Erica.
Observé mi mano, tenía 16 puntos, podía pedir otra carta.
— Voy — Dije también.
— Entonces, señor Jonás. ¿Usted conoce a Christian Monaghan? — Dijo Erica mientras miraba sus cartas.
— Hm... Eres una jovencita muy linda para juntarte con tipos como Monaghan, ¿No te parece?
— Bien, entonces eso es un sí — Dijo Erica.
— En efecto, madmoiselle.
— Resulta que un amigo nuestro muy querido, recientemente falleció.
— Mis más sinceras condolencias, señorita Erica.
— Sí, mi amigo se llamaba Elio Bernetti, ¿Lo conoce?
— Hmm... — El hombre deslizó los dedos por su bigote — No, no me suena de nada.
— Seguro que no señor Jonás, pero me he sentido tan triste... Que he estado buscando información por todas partes de mi amigo — Erica tenía esa peculiar sonrisa — Información que me trajo a esta mesa.
— Monaghan es un pésimo informante.
— Usted y yo sabemos que no, señor Lillet.
La partida siguió transcurriendo y perdimos todo el dinero. En una última jugada, Erica hizo que ambos perdiéramos nuestro resto.
— Bueno señor Lillet, fué un placer haberlo conocido, esperemos que podamos jugar otro día.
— Igualmente fué un placer jovencita, aunque me gustaría que pudieran acompañarme a otra mesa, si no les parece mal. La cuenta va por mí.
Erica y yo nos vimos las caras y ella sonrió, incitándome a aceptar.
— Bueno señor Lillet, estaremos complacidos de acompañarlo en otro juego — Dije.
Nos levantamos de la mesa y caminamos tras Jonás, quién atravesó una puerta, con un largo pasillo, en donde, en medio de la oscuridad, nos esperaba una persona, para apuntarnos con un arma en la cabeza.
— Ni siquiera... Se les ocurra... Mover un dedo — Dijo una voz de hombre.
— Bueno, mis amigos. Creo que esta es nuestra última jugada — Nos dijo Jonás sonriendo.
— Caminen — Nos amenazó el hombre.
Erica levantó las manos e hice lo mismo. Caminamos por aquel angosto pasillo en medio de la oscuridad, hasta que salimos a la parte trasera del casino, un callejón oscuro.
Bien, sí, debo dejar de meterme en problemas de callejones, pero esta vez, tenía a Erica conmigo.
— Ahora... — Dijo Jonás quitando el cabello de su cara — ¿Se puede saber por qué mierda quieren entrometerse en mis negocios?
— ¿Elio era un negocio para tí, Jonás?
Jonás le dió una cachetada con fuerza a Erica y la sostuvo de la barbilla.
— Te diré algo, niñita, todo en esta puta vida es un negocio. Todo lo que tienes puede venderse, comprarse o comerciarse.
La nariz de Erica empezó a sangrar. Yo no podía moverme, pero al ver eso mis manos empezaron a sudar. Esta situación era seria. Nos iban a matar.
— Me despido, camaradas, si van al cielo y ven a Dios, le dan saludos de mi parte — Dijo volviendo a entrar al casino mientras se despedía con la mano.
El hombre con el arma se acercó a mi oído.
— Ahora, de rodillas — Dijo y me dió un puñetazo que me hizo caer, efectivamente, de rodillas.
Tosí y la vista se me nubló. Todo a mi al rededor daba vueltas. Me sentí mareado, pero pensaba en la realidad de todo esto. Tuve al asesino frente a mí y no hice nada.
— Diría "De tín marín de do pingüé" pero aquí todos sabemos que las damas van primero, ¿no?
El hombre se acercó a Erica y le apuntó con el arma a la cabeza.
¿Este era nuestro fin?
Bueno, quizás era el fin para una persona normal, pero Erica no era una persona normal.
— Creo que te conviene más decir "De tín marín de do pingüé" mi amigo — Dijo Erica encogiéndose de hombros.
— ¿Qué?
El hombre frente a Erica vaciló por un segundo, momento que Erica usó para sacar de su bota derecha una navaja, clavándola directo al brazo de aquel hombre.
Este perdió la fuerza en la mano, soltando de inmediato el arma, que al caer al suelo se disparó sola.
Yo me cubrí los oídos y Erica me gritó.
— ¡Levi, la pistola, rápido!
Yo asentí y cuando fuí a sacar la pistola, el hombre se acercó a Erica.
— ¡Maldita niña, te voy a matar! — Dijo.
Mi único instinto fué abalanzarme sobre él. Lo empujé, rodamos por el callejón hasta que le caí encima. Este me dió un golpe en la cara y yo se lo devolví. No sé de dónde saqué la fuerza para nada de lo que hice, ni siquiera me pregunten.
Empecé a asfixiarlo, puse mis manos sobre su garganta, empujando contra el suelo. Sentía la adrenalina en mi cuerpo y entonces escuché a Erica corriendo tras de mí.
— ¡Levi, echa la cabeza hacia atrás!
— ¿¡Qué!? — Pregunté y volteé.
— ¡Perfecto!
Erica corrió y sacó el arma de mi pantalón, quitó el seguro y disparó dos veces en la cabeza al hombre debajo de mí.