Elena es la primera princesa del imperio Viton, su padre la ama sobre el resto y le permite hacer cosas que se consideran de hombres así reciba quejas por esto.
Gracias a esto sus hermanas la envidian y la engañan una vez, permitiéndoles dañarla grandemente haciéndola desaparecer.
Elena no muere aunque era lo que querían pero su rostro fue destrozado y le impide regresar.
Vive con el médico que la salvo y a su cabaña llega la solución a sus problemas, un rostro nuevo, una vida nueva, pero tendrá que pagar por eso al ayudar a su nuevo esposo a completar también su propia venganza. Intentando en el camino de superar dejar atrás todo lo que vivió ¿podrán amar de nuevo?.
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Cap 15
Andrea volvió la mirada al frente, sonrió y caminó a su silla donde se sentó.
La duquesa miró a sus doncellas.
—¡Háganlo! —estas dieron dos pasos.
—¡BASTA! —aquel grito las detuvo de nuevo. —madre, o mejor dicho duquesa. —la miro directo a los ojos —sé que estás acostumbrada a castigarme cada vez que a tus hijos se les da la gana, también sé que me odian por ser quien tomara tu lugar.
—¡Callate!.
—No, y cómo decía, desde el momento que volví a entrar por la puerta de esta mansión decidí jamás dejar que me humillaran de nuevo, no con esto le estoy faltando el respeto ni estoy rompiendo tu autoridad en la mansión, cualquier denuncia hacia mí de que no soy filial hacia usted será absurda, siempre le he servido y hasta ahora lo sigo haciendo, ya que se que puede acusarme en caso de no hacerlo, pero… —Andrea se levantó e hizo una reverencia — le pido… no, mejor dicho, le recomiendo a madre que controle sus emociones y a sus nueras solo así evitaremos conflictos innecesarios en la mansión.
—Tu… —dijo señalándola —¿Cómo te atreves?
—Madre, te recomiendo nuevamente que te calmes, yo regresaré a mi habitación —se giró y las doncellas estaban tapando la salida, miraban a la duquesa sin saber que hacer —quítense de mi camino.
—Andrea… Andrea… —dijo sonriendo con ira —espero nunca olvides lo que te diré ¡Esto no terminará bien para ti!
—Como digas madre —la duquesa miró a las doncellas quienes se hicieron a un lado dejando salir a Andrea.
—¡Maldita desgraciada! —dijo casi a gritos, Andrea logró escucharla y solo sonrió mientras seguía caminando.
—La duquesa terminará mal —Silvia quien iba a su lado sonrió al escucharla.
—¿Qué cree que hará ahora la duquesa?
—Por ahora, solo envenenarse con su propio veneno, seguro me seguirá maldiciendo por largas horas hasta que se canse —dijo sonriendo y siguió caminando.
La duquesa en el salón principal, con su ceño fruncido, respiraba rápidamente, jamás en toda su vida alguien la había enfadado de esta manera.
—¡Señora cálmese! —recomendaba su doncella personal quien la abanicaba con sus manos, las otras seis doncellas solo se arrodillaron. —aún puede hacerle pagar este atrevimiento.
—Esa maldita mujer —intentaba calmarse pero era imposible —¿Qué… que le dio ese médico? Ella es diferente, maldita sea.
—Señora —se acercó al oído de la duquesa —¿Será que sabe que usted la envenenó? —esta abrió sus ojos a más no poder.
—Imposible, no creo que ella lo sepa. —miró a su doncella a los ojos —si lo supiera me hubiera denunciado. —miro al frente —no es eso, debe ser algo más.
En la habitación Andrea al llegar siguió a la cama y se acostó en ella mirando al techo, Silvia se quedó de pie a su lado.
—Creo que pronto comenzarán los ataques de la duquesa, siento un gran alivio —Andrea tenía una sonrisa en su rostro —“después iré por ustedes” —pensó recordando a sus hermanas.
—¿Alivio? —preguntó Silvia —¿Realmente no le preocupa lo que intenté hacer?
—No, la diferencia está vez es que no me interesa llevarme bien con ella, no me agarrara con la guardia baja.
—Bueno —Silvia no entendía a lo que se refería, aún así lo mejor era no hacer más preguntas.
—¡Silvia! —dijo mirándola. —Necesito que consigas unas cosas en unos días, es algo que no debo olvidar y menos antes de ir al palacio.
—¿Qué cosa?
—Tinte negro.
—Está bien, lo que diga.
Andrea se quedó el resto de la mañana en esa habitación, de la cama a la mesa del comedor a disfrutar de unos bocadillos que preparó Silvia e imaginándose los ataques de ira de la duquesa llevándola a que su sonrisa no se borrara.
Al llegar la hora de almuerzo decidió no ir al comedor, Max no estaría y ver a la duquesa de nuevo no sería agradable por lo que le pidió a Silvia llevar la comida a la habitación.
Ya después de la comida decidió olvidar a la duquesa ya que tenía otro asunto en el que pensar, este es el banquete de cumpleaños de la emperatriz.
Casi todos los años el itinerario que llevan es igual, recibir a los invitados, la llegada de los príncipes y princesas por supuesto que está vez faltaría una de ellas y la entrada de los emperadores.
Luego la entrega de regalos para la emperatriz, dando inicio al banquete como tal.
Recordando todo esto debe buscar la forma de acercarse a sus hermanos o a su padre, solo en ellos confía para ayudarla a regresar al lugar al que pertenece.
Max por su parte estaba fuera de la mansión visitando algunos pueblos en compañía de Marcos, era algo a lo que debía acostumbrarse, aún así, no podía dejar de preocuparse de lo que sucedía en la mansión, confiaba en la que ahora era su esposa pero la duquesa es alguien de armas tomar.
Quería regresar pronto aun así el día pasó volando y en su regreso anocheció.
Al llegar a la mansión pasó por su padre solo para una conversación rutinaria, sólo allí pudo respirar tranquilo al saber que nada pasó.
Siguió a la habitación que comparte con su esposa solo para encontrarla ya dormida, Silvia estaba afuera vigilante por lo que la mandó a descansar, se acostó en su lugar, sin embargo, las pesadillas de Andrea regresaron obligándolo a cuidarla nuevamente, estaba agotado aun así no se durmió hasta que ella se calmó.
A la mañana siguiente Andrea despertó, luego de abrir sus ojos, sintió unos brazos rodeándola de la cintura, giró su cabeza solo para ver el rostro de Max llevándola a sentarse rápidamente cubriéndose el pecho con la sábana.
—¿Qué haces aquí? —Andrea no fue la única en asustarse, Max se levantó de prisa parándose a un lado de la cama.
—Lo siento, déjame explicarte.
—¿Qué me hiciste?
—Nada, solo llegué cansado y me equivoqué. —Max rápidamente camino hacia el lugar donde él dormía y se sentó —sólo fue una equivocación.
Max aún recordaba las súplicas de su esposa en sueños y el dolor que se evidenciaba en las lágrimas que brotaban de sus ojos, era algo que no quería decirle.
—Lo siento —dijo ante el silencio de Andrea.
Max se arregló lo más rápido que pudo y salió de la habitación, se sentía avergonzado al amanecer en esa cama, tras su salida Silvia entró a la habitación, encontrando a Andrea en la misma posición que antes cubriendo su pecho con las sábanas apretandolas fuerte con sus manos.
—Señora ¿Le pasa algo?
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