En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
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Capítulo 10: El Llamado del Abismo
La figura ante Shiro permanecía inmóvil, cubierta por un velo de oscuridad, como si la cripta misma la hubiera creado. El silencio a su alrededor era opresivo, roto únicamente por la respiración entrecortada de Shiro. Cada fibra de su ser le gritaba que huyera, pero algo más profundo, una fuerza que no podía identificar, lo mantenía en su lugar.
—¿Quién eres? —preguntó Shiro, intentando que su voz sonara más firme de lo que realmente se sentía.
La figura no se movió de inmediato. Por un momento, Shiro pensó que tal vez no recibiría respuesta, que esa cosa no era más que una ilusión, una sombra creada por su mente cansada. Pero entonces, la figura alzó lentamente una mano, señalando el centro de su pecho, como si respondiera a la pregunta de manera simbólica.
—Soy lo que siempre has buscado —susurró la voz, envolviendo a Shiro en una mezcla de miedo y curiosidad—. Soy la respuesta a las preguntas que aún no sabes hacer.
El joven apretó los puños, sintiendo cómo la tensión aumentaba en cada parte de su cuerpo. Había una verdad oculta en aquellas palabras, una verdad que Shiro sentía demasiado cercana para ignorarla. Sin embargo, no sabía si debía temer o abrazar lo que estaba a punto de descubrir.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó, con una mezcla de desafío y duda.
La figura se inclinó ligeramente hacia adelante, como si fuera a revelar un secreto largamente guardado.
—No soy yo quien quiere algo de ti, Shiro. Eres tú quien ha venido aquí en busca de respuestas. Y lo que deseas saber... lo has llevado contigo desde el principio.
Shiro sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. ¿Desde el principio? ¿Qué significaba eso? ¿Acaso el café, la cripta y esta figura estaban conectados con él de una manera que no entendía? Dio un paso hacia atrás, intentando procesar la información.
—No lo entiendo —dijo, casi en un susurro—. No vine aquí por respuestas... al menos, no sabía que lo hacía.
—Eso es porque la verdad siempre ha estado oculta en tu interior —respondió la figura—. Y ahora, Shiro, está despertando.
Antes de que pudiera responder, la figura levantó ambas manos, y la oscuridad a su alrededor comenzó a moverse, como si fuera un líquido denso. Las sombras se arremolinaron a su alrededor, creando formas distorsionadas que parecían hablar entre ellas. Shiro dio un paso atrás, su instinto de supervivencia encendiéndose. Sin embargo, una vez más, no podía moverse más allá de ese punto.
—Mírate —susurró la figura—. Ya lo sientes, ¿no? Este lugar, estas sombras, no están aquí para atraparte. Están aquí para revelarte lo que siempre has sido.
De repente, la oscuridad en el centro de la cripta comenzó a disiparse, revelando un espejo antiguo, cubierto de polvo y rodeado por inscripciones talladas en piedra. Shiro sintió un tirón en su interior, como si una fuerza invisible lo estuviera empujando hacia el espejo. Se obligó a mantenerse firme, aunque una pequeña parte de él ya sabía que no podría resistir por mucho tiempo.
—Ve al espejo —dijo la figura, sus palabras resonando en la cripta con un eco profundo—. Mira lo que realmente eres.
Shiro dudó, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Parte de él quería obedecer, quería saber qué estaba oculto en su interior. Pero la otra parte estaba aterrada, temiendo lo que podría descubrir.
Finalmente, respiró hondo y dio un paso adelante, acercándose al espejo. Su reflejo apareció lentamente en el cristal empañado, pero algo estaba mal. No se veía a sí mismo como debería. En su reflejo, sus ojos brillaban con una luz azulada, la misma que había visto en los símbolos de la cripta. Su rostro estaba tenso, casi como si estuviera luchando contra algo dentro de sí.
—Esto no puede ser… —murmuró Shiro, dando un paso más cerca del espejo.
A medida que se acercaba, su reflejo comenzó a moverse por su cuenta, deslizándose en el cristal como si fuera una entidad separada. Las sombras alrededor del espejo se agitaron, y Shiro sintió una presión en su mente, como si algo intentara entrar en sus pensamientos.
—Este es tu destino, Shiro —dijo la figura detrás de él—. Lo que ves en el espejo es solo el principio. Lo que realmente eres… va mucho más allá de lo que crees.
El reflejo de Shiro sonrió, una sonrisa que no reflejaba nada de lo que él sentía en ese momento. Alzó una mano hacia el cristal, y en ese instante, Shiro sintió una oleada de energía recorrer su cuerpo. Las sombras lo rodearon, y todo a su alrededor se oscureció.
Cuando la oscuridad se desvaneció, Shiro ya no estaba en la cripta.
Se encontraba en un lugar vasto, un vacío oscuro lleno de estrellas y figuras distantes. Frente a él, el reflejo de su yo distorsionado seguía allí, sonriendo con una malicia que Shiro no reconocía.
—Bienvenido a la verdad, Shiro —dijo su reflejo, con una voz que ya no era completamente suya—. Aquí es donde descubrirás lo que realmente eres… lo que siempre has sido.
Shiro intentó moverse, pero sus pies no tocaban suelo firme. Flotaba en ese abismo, atrapado entre la realidad y lo desconocido. Sintió una fuerza abrumadora tratando de arrastrarlo hacia su reflejo, como si fuera a fusionarse con esa versión oscura de sí mismo.
—Esto no es real —murmuró Shiro, tratando de aferrarse a la lógica—. Todo esto es una ilusión…
Pero su reflejo rió, una risa que resonaba en el vacío.
—¿Ilusión? No, Shiro. Este es el verdadero tú. Lo que ves en el espejo es solo una sombra de lo que siempre has llevado dentro. Toda tu vida, has sido parte de algo más grande. Y ahora, es hora de que aceptes lo que eres.
Shiro cerró los ojos, intentando resistirse a esa energía oscura que lo rodeaba. Su mente se llenó de recuerdos: el café, sus amigos, la vida que había construido. Todo parecía tan distante ahora, como si lo estuviera viendo desde muy lejos.
Pero entonces, en medio de la oscuridad, una voz suave, diferente de todas las demás, resonó en su mente.
—No temas, Shiro. No estás solo.
Era una voz que no reconocía, pero que le traía una sensación de calma. La oscuridad a su alrededor pareció retroceder por un momento, y Shiro pudo ver una pequeña luz en la distancia, brillando en medio del abismo.
—Sigue la luz —susurró la voz—. Es la única verdad que necesitas.
Con renovada determinación, Shiro fijó su mirada en esa luz y comenzó a moverse hacia ella, ignorando los susurros oscuros que trataban de arrastrarlo hacia las sombras.
Su reflejo lo miró con desprecio, pero no hizo nada para detenerlo. Shiro sabía que esa luz era su única esperanza, su única conexión con la realidad. Y mientras se acercaba más, sentía que la oscuridad perdía fuerza, debilitándose con cada paso.
Finalmente, alcanzó la luz, y en ese instante, todo el abismo desapareció. Shiro sintió que su cuerpo se liberaba, y cuando abrió los ojos, estaba de vuelta en la cripta, jadeando, con la luz tenue de las velas rodeándolo.
Haru, Aiko y Hikaru estaban a su lado, mirándolo con preocupación.
—¿Estás bien? —preguntó Aiko, con la voz temblorosa.
Shiro asintió lentamente, aunque su corazón aún latía con fuerza. Había regresado del abismo, pero sabía que lo que había visto no era el final. Había más secretos por descubrir, y el mayor de todos, estaba aún oculto dentro de él.