En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Boda part 2
En el centro de la pista de baile, Santiago y yo nos movíamos al ritmo de la música, aparentando ser una pareja enamorada recién casada. Las manos de Santiago se deslizaban con destreza por mi cintura, guiándome con gracia en cada giro y paso.
—Ya eres mía— Expresó con voz calmada. —¿Por que no vamos a un lugar más privado un rato?
—Sería inapropiado abandonar nuestra propia boda ¿No crees?
—Tienes razón— Esta más complaciente que de costumbre y eso me asusta.
El baile continuó, con movimientos coordinados y una que otra caricia por parte de Santiago.
Cuando la música se detuvo todos aplaudieron. Las intenciones de Santiago de darme otro beso eran claras y no podía rechazarlo, pero por suerte, un hombre de presencia tan imponente como la de Santiago se nos acercó y rompió el momento.
Antes de que Santiago pudiera reaccionar, Aproveché la oportunidad para alejarme de ambos y esquivar a la multitud para buscar a mis padres, y asegurarme de su bienestar en medio de la celebración.
Para mi sorpresa, en lugar de encontrar a mis padres, me topé con Mónica.
—Creo que te subestimé— Habló, mientras le daba un largo sorbo a la copa de vino en su mano. —Si que tienes ovarios.
—¿De qué hablas?
—De ti, casándote con un hombre al que claramente no amas.
—Mónica— Tratando de dejar a un lado las malas vibras que hay entre las dos. —Por favor, no sé que es lo que crees haber visto antes, pero por favor no le vayas a decir nada a Santiago.
—Ah, te refieres a tu encuentro en el jardín el otro día con ese chico....Alejandro, ¿No? Deberías tener más cuidado a partir de ahora. Santiago no es de los hombres que perdonan una traición.
—No fue un encuentro. El solo quería asegurarse de que estuviera bien.
—Si, seguro que solo quería comprobar eso— Expresó con ironía.
—Si me constaste sobre todo lo que habías visto, no fue solo para molestarme— Le expresé ya fastidiada. —Así que dime de una buena vez, que es lo que quieres para que te mantengas callada como hasta ahora.
—Que inteligente eres, Ximena— Balbuceo mientras tomaba una copa más de vino del mesero que pasaba junto a nosotras. —Solo quiero una cosa de ti.
—Y ¿Qué es?
—Todas las noches, Romina te va a llevar un té a tu cuarto. Quiero que te lo tomes— ¿De verdad eso es lo que quiere?
—¿Por qué? ¿Qué tiene eso de importante?
—Ya te lo dije, Ximena. No quiero que se te vaya a ocurrir tener un hijo de Santiago.
—No tienes que amenazarme para eso. Yo soy la primera interesada en no tener un bebé. Incluso planeaba hablar con Santiago sobre eso esta noche.
—¡No!— Me detuvo. —Santiago no se puede enterar de que vas a tomar ese té. Mucho menos, que yo te lo voy a dar.
—¿Tanto miedo le tienes?
—Si, así es. Y tu deberías temerle igual.
—Cuidado, Mónica. Podría pensar que me quieres ayudar.
—En realidad me estoy ayudando a mi misma— ¿Qué otras cosas habrá hecho Santiago como para que su propia familia también se asuste de él? Si Mónica sabe todo sobre él, ella podría ayudarme a ponerle fin a todo esto.
—¡Mamá! — La hija de Santiago, Sofia, se acercó sonriente a su madre. Llevaba un hermoso vestido color rosa que le llegaba hasta las rodillas y su cabello recogido en una cola alta. —Ven, quiero mostrarte algo.
Gracias a la cortesía de Mónica, no me he podido acercar a ellos, pero a pesar de las groserías de su madre, si parecen buenos niños.
Tan pronto volví a quedarme sola, levanté un poco el dobladillo de mi vestido para evitar pisarlo y continué buscando a mis padres.
—¿Dónde se metieron?
Mis pasos me llevaron a alejarme de la fiesta y adentrarme en la casa. Con suerte, mamá y papá estarían allí.
Rondé por el salón y unos cuantos cuartos sin tener alguna noticia, hasta que al pasar por la oficina de Santiago, unas manos tiraron de mi brazo y me adentraron dentro de la oficina.
—¡Alejandro!— Verlo disfrazado de mesero, en la oficina de Santiago, cuando Santiago esta a solo unos pocos metros de aquí, puso mi corazón a mil por hora. —No puedes estar aquí.
—He venido a sacarte de aquí, Ximena. Vámonos.
— No, no puedo— Le comenté, negándome a seguirlo.
—Ximena, tengo todo listo. Nadie notará que te fuiste.
—Mis padres están aquí, Alejandro.
—¿Qué dices? ¿Por qué?
—Qué clase de pregunta es esa, Alejandro. Se supone que es mi boda— Este se revolvió el pelo como si no supiera que hacer. —Además, huir ya no es suficiente. Si me voy de aquí, nada impedirá que Santiago vuelva a intentar lo que hizo. No se detendrá.
—Encontrar otro momento perfecto para sacarte de aquí no volverá a ser fácil.
—No me iré de aquí sin mis padres— Le reafirmé.
Alejandro, resignado, aguardó silencio mientras recorría mi vestido con dolor en su mirada.
—Vete, por favor— Con la voz entrecortada por el miedo y la preocupación logré advertirle. —No quiero que alguien te vaya a ver nuevamente aquí.
—¿Nuevamente?
—La ex esposa de Santiago te vio el otro día.
—¡Demonios! ¿Le dijo algo a alguien?
—No, y no te preocupes. Tengo ese asunto bajo control. Además, no importa lo que ella diga, estaré bien siempre y cuando mantenga a Santiago contento.
No debí haber dicho esto último. Los ojos de Alejandro se oscurecieron plasmando en su rostro una sonrisa de incredulidad y rabia.
—Planeas mantenerlo contento acostándote con él como una puta.
Enojada, le propiné una cachetada.
—Si tengo que acostarme con él para proteger a mis padres y seguir viva, lo voy a hacer. Y si para ti, eso representa un problema, entonces no se que sigues haciendo aquí. Conseguiré por mi propia cuenta mi libertad.
—Perdóname, yo...Es solo que la rabia se apoderó de mi.
—Ya vete, Alejandro. Antes de que pase alguna tragedia.
Por fortuna, se alejó algo decaído y salió de la oficina.
Me dolía, me dolía que estuviera pensando esas cosas de mi, en especial, porque tenía razón. Esta noche iba a tener que entregarme a Santiago y de eso, sería algo de lo que no podría escapar.
Limpié mis lágrimas, respiré profundo y me dispuse a salir de la oficina, pero antes de que pudiera cruzar la puerta, me choqué con los ojos curiosos de Santiago.
—Ximena, estuve buscándote por todos lados, ¿Qué haces aquí?—Estoy segura de que el color abandonó mi rostro. Unos minutos antes y Santiago me pudo haber encontrado con Alejandro aquí.
—Estaba buscando a mis padres, hace rato que no los veo. ¿Me ayudas a buscarlo?
—Por supuesto, vamos.