Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
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capitulo 12: Desesperación y confusión
Gabriel se despertó con un dolor de cabeza punzante, un dolor que parecía perforar su cráneo. Los rayos del sol que se filtraban a través de las cortinas de la habitación apenas lograban aliviar el malestar que sentía. Mientras intentaba aclarar sus pensamientos, notó que la habitación estaba en silencio, y su mirada se desvió hacia el lado de la cama donde Cielo había estado.
Con movimientos lentos y torpes, Gabriel se levantó y se dirigió al baño, buscando algún alivio para su dolor. Mientras caminaba, se dio cuenta de que Cielo no estaba en la habitación. Su mente, aún nublada por el alcohol, comenzaba a reconstruir los eventos de la noche anterior, y el remolino de confusión y enfado empezó a formarse en su mente.
Cuando Gabriel entró en el baño, vio a Cielo saliendo de la ducha, envuelta en una toalla. Su cabello estaba mojado y caía en ondas sobre sus hombros. La visión de ella, tan tranquila y serena, era muy hermosa, pero solo aumentó su frustración. La imagen contrastaba profundamente con la sensación de traición y confusión que él sentía.
—¡Cielo! —exclamó Gabriel con voz áspera—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué estoy en la cama contigo? Tu me drogaste estoy seguro, porque yo no sería capaz de tocarte, ni siquiera lo niegues.
Cielo, con la mirada fría y distante, lo observó con calma. Sus ojos no reflejaban ninguna emoción, y su expresión era la de alguien que había tomado una decisión firme.
—No te he drogado, Gabriel —respondió con tono impasible—. Lo que pasó anoche fue tu decisión. No hice nada para obligarte a estar aquí.
Gabriel frunció el ceño, sin poder creer lo que estaba escuchando. La actitud de Cielo le resultaba extraña; era como si ella estuviera completamente indiferente a la situación. Esto solo aumentaba su enojo y su confusión.
—¿Cómo puedes decir eso? —gritó, su voz resonando en el pequeño baño—. ¿Cómo puedes ser tan fría después de lo que ocurrió? ¿Crees que me voy a creer que no hiciste nada?
Cielo, sin cambiar su expresión, se envolvió en una bata y se dirigió hacia la puerta del baño. Su calma contrastaba con la furia de Gabriel. Sabía que discutir no iba a llevar a nada, y la verdad es que estaba cansada de intentar justificar su posición.
—No tengo nada más que decirte —dijo simplemente—. Si necesitas buscar respuestas, no las encontrarás aquí.
Gabriel se quedó allí, en medio del baño, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. El dolor de cabeza y la confusión lo estaban abrumando. La idea de que Cielo pudiera haberlo drogado para llevarlo a la cama era absurda, pero en su estado actual, cualquier cosa parecía posible.
Furioso y confundido, Gabriel salió del cuarto sin mirar atrás. No podía soportar el dolor que sentía en su cabeza y el tumulto emocional que experimentaba. La idea de que Cielo estuviera tan distante y tranquila mientras él estaba en ese estado solo aumentaba su ira.
Mientras caminaba por la casa, Gabriel no podía dejar de pensar en la noche con Cielo, habían cosas que no recordaba de la noche anterior y eso lo enfurecía, pero recordar le causo gran exitación, su cuerpo, su piel, sus besos, sintió que queria repetir esa noche, pero luego recordo también las palabras de Cielo. Su indiferencia y la forma en que manejó la situación le daban vueltas en la cabeza. La última cosa que quería era estar en una relación llena de desconfianza y resentimiento, pero las circunstancias parecían empujarlo en esa dirección.
Con el corazón pesado y la mente nublada, Gabriel decidió salir de la mansión y dar un paseo. Necesitaba aire fresco y espacio para pensar. Mientras se alejaba de la casa, el conflicto interno y el dolor de cabeza seguían pesando sobre él, dejándolo en un estado de confusión y frustración.
Cielo, por su parte, observó a Gabriel salir, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Sabía que no podía seguir en esa vida de constantes conflictos y desilusiones. Su decisión de no volver a involucrarse en el drama de Gabriel se reafirmaba cada vez más. Mientras él se alejaba, ella cerró la puerta del baño con una mezcla de resignación y determinación.
A partir de ese momento, Cielo sabía que debía enfrentarse a su situación con una nueva perspectiva, una que incluyera dejar atrás el pasado y buscar una forma de recuperar su dignidad y su propia felicidad.