En los misteriosos bosques del Imperio de Thaloria, Zaida despierta en un carruaje, sin memoria y rodeada de desconocidos. Pronto se encuentra en medio de una lucha por la libertad liderada por la valiente princesa Ariadne y sus caballeros.
Pero su destino toma un giro inesperado cuando Zaida encuentra un misterioso collar y libera a Anika, una poderosa bestia divina encerrada en su interior. A medida que la relación entre Zaida y Anika se desarrolla, enfrentarán desafíos y complicaciones, mientras Anika se convierte en una fiel sirviente de Zaida.
Mientras descubre oscuros secretos y poderes ocultos, Zaida atrae la atención de varios príncipes del reino, cada uno con sus propios intereses y motivaciones.
Nota: está es una historia que salió de mi cabeza xd, pero probablemente sufra modificaciones, aún cuando ya esté publicado (es que soy mujer y no sé lo que quiero jajaja) que la disfruten :)
Extra: Contiene imagenes para una mejor imaginación :3
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CAPITULO 22 - Entre la Preocupación y el Consuelo
El sol apenas comenzaba a iluminar el horizonte cuando William llamó a su médico personal, el doctor Ethelred, quién anteriormente había atendido a Zaida. La preocupación por ella había ocupado sus pensamientos durante varias noches, y quería asegurarse de que su recuperación avanzara adecuadamente.
—Buenos días, alteza —saludo Ethelred con una reverencia—. ¿Cómo puedo ayudarlo hoy? —.
—Buenos días, doctor —respondió William cuando el médico entró en la habitación. —Quiero que examines a mi doncella nuevamente. Quiero asegurarme de que todo esté progresando bien. --
Ethelred asintió, miro a Zaida, al lado de ella, se encontraba sentada Anika, en su forma humana, vigilante como siempre y por supuesto sin ser vista.
Ethelred se acercó y se sentó en una silla junto a ella. Tomó el pulso de Zaida con cuidado, concentrándose en cada latido.
—Tu pulso aún es débil, Zaida —dijo el médico después de un momento—. Pero he notado una mejoría desde la última vez. Eso es una buena señal. --
Zaida asintió. —Gracias, doctor. Me siento un poco mejor, aunque a veces siento un dolor interno. --
Ethelred la observó con atención. —Es normal, considerando el envenenamiento que sufriste. Tu cuerpo aún se está recuperando del veneno. Estos dolores disminuirán con el tiempo. Por ahora, es importante que sigas descansando y no te exijas demasiado. Te dejo esto, es medicina para el dolor -- mientras le entrega un pequeño frasco.
—Lo entiendo —respondió Zaida con una voz suave.
Ethelred se giró hacia William y se inclinó en una reverencia. —Su alteza, su doncella está mejorando. Aunque su pulso sigue siendo débil, ya puede empezar a realizar algunas tareas ligeras. Es vital que continúe descansando y no se esfuerce demasiado. No será necesario que venga la próxima vez, a menos que haya complicaciones. --
William asintió, aliviado. —Gracias, doctor Ethelred. --
—Es un placer servirle, su Alteza —respondió Ethelred antes de retirarse de la habitación, seguido por Letio, quien lo acompañó a la salida.
William se acercó a Zaida y le dijo con suavidad —Zaida, tengo que ir a visitar a mi hermana, la Princesa Ariadne. Necesito hablar con ella sobre algo importante. --
Zaida asintió débilmente. —Sí, su alteza.-- William se inclinó ligeramente hacia ella, como si quisiera decir algo más, pero en lugar de ello, simplemente se retiró de la habitación.
Afuera, se detuvo por un momento y suspiró, convencido de que Zaida ya estaba mejor. Anika se acercó a Zaida, colocando una mano reconfortante sobre su brazo.
—Descansa, Zaida. Todo estará bien —dijo Anika con una voz suave y tranquilizadora.
Dentro de la habitación, Zaida permaneció sentada. La medicina la hacía sentir somnolienta, por lo que decidió tomar una siesta. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, con la tranquilidad de saber que estaba en buenas manos. Anika, sintiendo la responsabilidad de cuidar a Zaida, se transformó en su forma animal y subió a los techos del palacio.
Desde allí, observó cómo William y Letio se alejaban, vigilante y lista para intervenir si era necesario. Sabía que la recuperación de Zaida aún era delicada, pero estaba decidida a protegerla a toda costa.
Mientras el día avanzaba, la preocupación de William por Zaida no disminuía, pero sabía que debía concentrarse en su visita a Ariadne. La tristeza de su hermana por la pérdida de su sirvienta también necesitaba su atención y consuelo.
William montó su caballo y se dirigió al castillo de su hermana, la princesa Ariadne. El viaje fue corto, pero sus pensamientos no dejaban de girar. Al llegar, fue recibido por los guardias del castillo y conducido al salón principal donde Ariadne lo esperaba. Al llegar, los eunucos lo recibieron con reverencia y lo anunciaron. Letio permaneció afuera.
—El príncipe William ha llegado —dijo uno de ellos, con voz clara y firme.
Ariadne, aunque aún afectada por la reciente pérdida, se encontraba un poco mejor. Estaba sentada en una silla junto a una ventana, mirando el jardín con una expresión melancólica. Al escuchar el anuncio, se levantó y caminó hacia la entrada del salón.
—Hermano, me alegra verte —dijo Ariadne, intentando esbozar una sonrisa.
—Ariadne —respondió William, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto—. Tengo noticias sobre la investigación de la doncella —.
—Espero que sean buenas noticias —respondió ella, con un atisbo de esperanza en su voz.
William hizo una pausa antes de hablar, midiendo sus palabras con cuidado. —Descubrimos que quien asesinó a tu doncella fue un criado que no formaba parte de mi palacio. Lo buscamos intensamente, pero no logramos encontrar su rastro. Parece que logró escapar. --
Ariadne frunció el ceño, su tristeza mezclándose con la frustración. —Es un alivio saber que no fue alguien de confianza, pero aún así... Quería justicia para ella —.
William asintió solemnemente. —Entiendo tu dolor, Ariadne. Hemos hecho todo lo posible para encontrar al culpable —.
Ariadne suspiró y se volvió hacia él. —¿Y Zaida? ¿Cómo está ella? —.
William hizo una breve pausa antes de responder, sus pensamientos girando en torno a la joven doncella que tanto le preocupaba. —Ella está bien, no necesitas preocuparte —.
Ariadne lo miró fijamente, buscando cualquier señal de duda en su rostro. —Espero que estés diciendo la verdad, William. Zaida es muy importante para mí. Si le llegara a pasar algo... --
William la interrumpió suavemente. —Jamás mentiría sobre algo así, Ariadne. Te lo prometo. --
Ariadne suspiró nuevamente, pero esta vez con un poco más de alivio. —Está bien. Confío en ti, William. Solo quiero que ella esté bien --
William, notando la sinceridad en la preocupación de su hermana, ofreció una solución. —Si quieres, puedo traer a Zaida aquí mañana. Así podrás verla tú misma y asegurarte de que está bien. --
Ariadne dudó por un momento, pero al ver la sinceridad en los ojos de su hermano, decidió creerle. —Está bien, William. Pero no será necesario. Gracias por cuidar de ella. --
William asintió y le dedicó una pequeña sonrisa. —Es un placer, Ariadne. --
Ariadne se acercó a su hermano y lo abrazó brevemente. —Gracias, hermano. Tu apoyo significa mucho para mí. --
—Siempre estaré aquí para ti, Ariadne —respondió William, devolviéndole el abrazo.
Mientras William se despedía y se preparaba para regresar al Palacio, Ariadne se sintió un poco más aliviada, sabiendo que su hermano estaba haciendo todo lo posible por proteger a aquellos que le importaban. La tristeza aún la acompañaba, pero la esperanza de que Zaida, alguien que alguna vez fue su doncella, aún que por poco tiempo, este bien, un consuelo en medio de la tormenta.