en manos del mafioso , Emily escapó de una relación mala, cerro su corazón del amor, ahora estaba preparandose para su nuevo trabajo, sin saber lo que el destino le preparó
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capitulo 22
La luz de la tarde se filtraba por las altísimas ventanas del estudio de Luca, iluminando el documento de piel extendido sobre su escritorio.
Matteo estaba a su lado, los brazos cruzados, una ceja enarcada hasta la línea del cabello.
Emily entró con dos tazas de café humeante. Había estado escuchando desde el pasillo.
—estoy molestando? —preguntó, acercándose y dejando una taza frente a Luca. Su presencia tenía un efecto calmante inmediato en la tensa atmósfera de la habitación
Luca la miró, y su expresión se suavizó. Desde la oferta de paz de Carlos, una inquietud diferente se había instalado en él. Ya no era solo el miedo a perderla en un ataque, sino la confusión ante un enemigo que había cambiado las reglas de un juego que Luca creía conocer.
—No, preciosa — tomando la taza— Moretti no solo quiere firmar. Insistió en que el acuerdo debe ser público, con los demás jefes como testigos. En el Jardín de las Rosas
Emily frunció el ceño, apoyándose en el borde del escritorio. El nombre le sonaba a leyenda, algo que Luca le había mencionado en sus lecciones sobre la historia de su mundo.
—Entonces... es bueno, ¿no? —dijo, con una lógica que desarmaba la paranoia de Luca— Significa que no te amenazarán ni se pelearán más —Lo miró, sus ojos claros buscando los de él— Si firman, ellos también están atados de manos por el contrato, según lo que me dijiste... Sería una locura romper un acuerdo así, firmado frente a todos
Matteo resopló, incrédulo
—Es una trampa,Emily Tiene que serlo. Los Moretti no negocian, conquistan
—Pero esta vez están negociando —replicó ella con suavidad, dirigiendo su mirada de nuevo a Luca— Tú mismo dijiste que la oferta de Carlos era sólida. ¿Por qué sería diferente esta? Es más pública, más segura para todos
Luca la observaba, fascinado. Ella, con su mente ajena a las maquinaciones de toda una vida, veía la situación con una claridad que a él se le escapaba. Su instinto de mafioso le gritaba que era una celada, pero la razón, y la mirada de Emily, le susurraban otra cosa.
—Tienes razón —concedió lentamente, como si probara las palabras— Romper un juramento hecho en el Jardín de las Rosas... sería una sentencia de muerte social. Ningún cartel volvería a confiar en ellos. Sería un suicidio
—Entonces —insistió Emily, una pequeña sonrisa de triunfo en sus labios— es seguro Y yo te acompañaré
—No —la respuesta de Luca fue instantánea, visceral Su mano se cerró sobre la suya sobre el escritorio— No, Emily. Es demasiado arriesgado.
—Es menos arriesgado que antes —argumentó ella, sin ceder— Si voy contigo... —su voz bajó un tono—, y no quiero que estés allí solo.
Matteo miró al techo, sintiendo que sobraba en la intimidad de esa negociación conyugal.
Luca suspiró, derrotado no por la lógica, sino por el amor. Ella tenía razón en todo Y la idea de tenerla a su lado, de que fuera su fuerza y no su debilidad en ese momento crucial, era irresistible.
—Está bien —murmuró, llevando su mano a sus labios y besándosela— Vendrás conmigo Pero no te separarás de mi ni un segundo ¿Entendido?
—Entendido —asintió Emily, su sonrisa ampliándose
Mientras Emily salía de la habitación, Matteo se acercó a Luca.
—Jefe, esto es una locura. Llevarla allí... es poner el blanco directamente en la mira
Luca siguió con la mirada la figura de Emily hasta que desapareció. Cuando volvió a mirar a Matteo, sus ojos ya no mostraban duda, solo una determinación feroz.
—No lo entiendes, Matteo —dijo en voz baja— Ella no se rendira hasta que al final acepte—Su sonrisa fue fría y segura
dias mas tarde
El centro comercial resonaba con el eco discreto de los pasos sobre mármol pulido y el suave murmullo de compradores adinerados. Emily y Sophia recorrían los escaparates, riéndose de algo que Sophia había dicho, sumergidas en su mundo.
Emily, en un raro momento de distensión desde que se mudó con Luca, se sentía casi normal.
—Mira ese bolso —señaló Sophia con ojos como platos— Cuesta más que mi coche ¿Luca te ha comprado uno así?
—Noo —rió Emily, sacudiendo la cabeza—. Le dije que solo compraria el vestido para la fiesta
Fue en ese momento, frente a una joyería de diseño, cuando una voz educada, un poco nerviosa, sonó a su lado.
—Disculpen, señoritas
Ambas se giraron, un hombre joven, de rostro amable y bien vestido, con una sonrisa tímida, las miraba. a su lado, un anciano de porte imponente, apoyado en un bastón de ébano, la observaba con una intensidad que a Emily le resultó… extraña. No era amenazante, sino profunda, casi nostálgica.
—Sí? —preguntó Emily, con cautela pero sin miedo Los guardias de Luca estaban cerca, discretos.
—Mi nombre es Carlos —dijo el joven— Y este es mi padre, Adriano. —El anciano inclinó levemente la cabeza. Carlos continuó, con un tono de genuina perplexidad— Verán, es una situación un poco… peculiar, Estamos buscando un regalo para mi sobrina.
Sophia, siempre sociable, sonrió.
—¡Qué lindo!¿Qué edad tiene?
Carlos y Adriano intercambiaron una mirada rápida. Fue Carlos quien respondió, eligiendo las palabras con cuidado.
—Tiene…su edad, más o menos—Señaló suavemente a Emily— La cosa es… es una situación familiar complicada. Ella fue… separada de nosotros cuando era solo un bebé, Muy pequeña, Hace muy poco hemos… reencontrado el rastro Pronto la conoceremos por primera vez.
La historia, contada con esa vulnerabilidad sincera, desarmó por completo a Emily, Sintió una punzada de empatía. No podía imaginar lo que sería perder a un hijo y encontrarlo décadas después.
—Oh, lo siento mucho —dijo Emily, su voz suave— Eso debe ser muy duro
Adriano, el anciano, asintió lentamente, sus ojos, de un color similar al de Carlos, brillando con una emoción contenida
—Sí,Muy duro Por eso… queremos acertar con el regalo. No sabemos nada de ella. Sus gustos… —Hizo un gesto vago con la mano, y por primera vez, Emily vio la impotencia en un hombre que claramente estaba acostumbrado al control.
—Queremos darle la bienvenida a la familia —añadió Carlos, sonriendo con esperanza—. Pero no queremos abrumarla. ¿Tal vez… ustedes podrían aconsejarnos? ¿Qué le gustaría recibir a una mujer joven en una situación así?
Sophia, siempre con opiniones, se adelantó.
—Algo personal, pero bonito. ¿Tal vez una agenda bonita? O un perfume que no sea muy fuerte. ¡O un vale para un spa! A todas nos gusta relajarnos.
Emily, sin embargo, observaba a Adriano. Algo en la forma en que la miraba le llegaba al alma. Parecía un abuelo perdido
—Yo…—comenzó, pensativa— Creo que lo más valioso no sería un objeto, si ella ha estado sin familia todo este tiempo… —su voz tembló ligeramente, pensando en su propia soledad— lo que más desearía sería sentirse querida, Vista. Un álbum de fotos vacío, para llenar con nuevos recuerdos. O… una carta. Algo que le diga que la han estado esperando.
Carlos contuvo la respiración. Adriano parpadeó varias veces, como si las palabras de Emily lo hubieran golpeado directamente en el corazón.
—Una carta… —repitió el anciano, su voz un susurro ronco— Sí. Eso… eso es muy sabio, jovencita
—Emily —se presentó ella, sonriendo suavemente—. Mi nombre es Emily.
—Emily —repitió Carlos, y el nombre sonó como una confirmación en sus labios— Muchas gracias, tu consejo… es invaluable. Más de lo que crees.
Se despidieron con cortesía, el anciano lanzando una última mirada intensa a Emily antes de alejarse con su hijo.
—Qué gente más rara —comentó Sophia cuando se hubieron ido— Pero… enternecedora, ¿no?
—Sí —murmuró Emily, observando cómo se perdían entre la multitud. Una extraña sensación de calidez se extendió por su pecho, había sido agradable ayudar