Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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¿Dónde están tus ojos?
Respire hondo y seguí a Ciel. Después de todo, no había hecho nada malo como para andarme escondiendo. Emily junto con todos los que me despreciaban sin siquiera tomarse el lujo de conocerme, bien podrían comer tierra.
— Chicos, les presento a mi nueva amiga, ella es Mia — me presentó Ciel con una sonrisa llena de alegría.
Al notar su actitud supe lo que él estaba tratando de hacer. Ciel quería arreglar mi relación con los demás. Me sentí dulce por dentro ante este hecho.
» Mia, ellos son la dulce Emily junto con el serio de Carl. La heroica Leila junto con el casanova de Bastian, el cual es su prometido. Aunque creo que ya los conoces a todos y ellos a ti también.
Me mordí el labio mientras contemplaba los ojos llenos de disgusto de Emily. Parecía que esto no estaba yendo a ningún lado, sentí que si me sentaba a comer con ellos iba a terminar vomitando, por lo que trate de buscar una excusa para abandonar a Ciel, aunque sus intenciones eran buenas, no podía simplemente ser tan cara dura para imponer mi presencia en dónde claramente no era bienvenida.
No es como si fuera masoquista.
— Eres tan tonto, Ciel. Eres como un niño que no sabe nada de relaciones.
Leila soltó una risa llena de sarcasmo en cuanto terminó de decir aquello, luego sus ojos miraron de mi hacia Emily, había burla y desprecio en su mirada. Al escuchar sus palabras y contemplar su comportamiento estuve segura de que todo eso de ella pidiéndome ser su "esclava" se debía a su lealtad hacia Emily.
Ella estaba siendo tan ridícula.
— ¿Por qué me ofendes, Leila? Mia es una chica divertida y amable, les caerá bien. Ella no tiene la culpa de…
— Es mejor que vaya a otro lado — interrumpí las palabras de Ciel.
Después de todo, hace poco trate de decirle lo mismo a Emily y no sirvió de nada.
— ¿Por qué? Si aún no has comido— se quejó Ciel.
— Olvidé que estoy haciendo ayuno — le dije sonriente. Ya no soportaba estar aquí — Come, te esperaré en el salón de música.
Antes de que él tratara de detenerme salí corriendo de la cafetería. Lo único que tenía presente en mi mente es que debía salir de ahí, por lo que, ni siquiera me di cuenta de dónde estaba caminando, cuando por fin detuve mis pasos miré alrededor mientras llevaba una mano a mi corazón. Me senté en la banca más cercana mientras miraba con fascinación las flores a mi alrededor. Tal parece que había llegado a alguna especie de jardín.
— Creí que iba a morir — susurré.
Cerré la boca, luego me acosté sobre la banca y miré las nubes en el cielo, me puse a contarlas, ya que no tenía nada más que hacer. No quería volver a la cafetería, tampoco tenía ánimo de burlarme de Ciel.
Aunque sabía que sus intenciones eran buenas al querer que me lleve bien con mis hermanos, pero eso era algo imposible. Carl y Emily me odiaban. No me iban a aceptar como parte de su familia. Así que sus esfuerzos solo me hicieron sentir mal.
— ¿Por qué estás suspirando como una anciana? No me dejas dormir tranquilo — cuestionó una voz haciendo que me sienta asustada.
Mire alrededor en busca de la persona que había hablado. Pero no ví a nadie.
No me digas...
— Dios, ¿eres tú? Si eres tú tengo una larga lista de quejas que hacerte. Empezando por mi nacimiento. Mi señor, no pelee con un montón de espermatozoides para venir a este mundo de mierda y ser despreciada por todos. Sabes, me estás tratando como si yo hubiera sido la que comió del fruto prohibido, ¡no es justo!
— No soy Dios. Mira sobre tu cabeza.
¿Qué? Si no es Dios, entonces, ¿quién es? No me digas que es un fantasma. Si existen los hombres lobos, los vampiros, bien podrían existir los fantasmas.
Le hice caso. Y lo único que vi fueron nubes. Ante este hecho, estuve segura de que era un fantasma.
— ¿Eres un fantasma? ¿Cierto?
— ¿Donde están tus ojos? — comento la voz con exasperación.
— En mi cara — contesté risueña.
— ¿Acaso no tienes cerebro?
— Ese está dentro de mi cabeza.
— Mira, arriba del árbol que está a tu lado.
Dejé de tomarle el pelo y le hice caso. Sin embargo, me sorprendí en cuanto ví a Asther trepado arriba de un árbol. Su rostro se mostraba frío como un trozo de hielo, sus ojos, que parecían zafiros, me miraban con presunción.
¿Cómo podía verse tan guapo?
Concéntrate, Mia.
— Ahora que sabes quién soy, lárgate. Estás interrumpiendo mi siesta con tu presencia — ordenó.
Estreche mis ojos mientras me enfrentaba a su mirada azulada. Otra vez su maldita actitud. ¿Acaso no sabía pedir las cosas con modales? Aunque si era sincera, incluso si lo hubiera hecho no le hubiera hecho caso. Ya estaba cansada de que mi opinión no sea respetada, de que todos me traten como si fuera una muñeca con la que podían hacer lo que quisieran.
— ¡No quiero! Este lugar no es tuyo, no tiene nombre. No me movere — levanté la barbilla en señal de desafío.
— Mi tatarabuelo fundó esta academia. Eso me hace dueño, así que lárgate — insistió Asther.
Ya no me pude controlar más. Debía sacar lo que tenía atorado antes de que me consuma. Sabía que estaba haciendo mal al desquitarme con este tipo que no tenía nada que ver con lo desastrosa que estaba siendo mi existencia, pero no podía detenerme.
Es más, no quería hacerlo.
— No quiero. Todos en este lugar me tratan como si no tuviera sentimientos, como si fuera una pieza de ajedrez que pueden mover a su antojo. ¡Sí, soy una hija bastarda!, pero eso no me hace menos que nadie. ¡Sí, soy una beta!, aunque no entiendo del todo el asunto, eso tampoco me hace menos que cualquiera sea alfa o lo que sea. Ya estoy cansada de caminar sobre un puente de cáscara de huevo. No te haré caso. No me iré. Es más ese lugar en dónde estás sentado luce cómodo. Lo quiero.
Tras decir aquella empecé a trepar el árbol bajó la mirada sorprendida del Príncipe Asther. Al menos la mitad descubierta de su rostro parecía estar conmocionada.
— Y soy Mia. Mia. Llámame por mi nombre — le dije en cuanto llegue a su lado.