El alfa Christopher Woo no cree en debilidades ni dependencias, pero Dylan Park le provoca varias dudas. Este beta que en realidad es un omega, es la solución a su extraño tormento. Su acuerdo matrimonial debería ser puro interés hasta que el tiempo juntos encienden algo más profundo. Mientras su relación se enrede entre feromonas y secretos, una amenaza acecha en las sombras, buscando erradicar a los suyos. Juntos, deberán enfrentar el peligro o perecer.
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CAZADOR O PRESA (parte 2)
A lo lejos, en otra mesa, los amigos de Christopher observaban la escena con atención. La intensidad de las feromonas en el aire hizo que algunos alfas se sintieran mal, obligando a los hermanos a reducir su presencia hasta devolver la presión del ambiente a la normalidad.
Adam, con su traje verde olivo y expresión severa, fue el primero en hablar:
—No me agrada nada ese tipo. Hay algo raro en él…
Nadyra, vestida con un traje marrón y un top escotado en forma de corazón color hueso, se llevó la copa de vino a los labios con una mirada pensativa.
—Hmm… sí, algo en ese omega no encaja del todo.
Marlon, relajado en su traje granate, apenas alzó la mirada de su copa.
—Si hubiera algo mal, Chris ya lo habría resuelto. Él mismo ordenó investigarlo de nuevo.
Adam soltó un bufido, aún desconfiado.
—No me digas que de verdad está enamorado de él. Chris nunca se casaría sin un motivo. Hyung, tú eres el único que guarda sus secretos —se giró hacia Marlon.
Nadyra apoyó la barbilla en una mano y asintió.
—Sí, oppa, dinos. Desde que el omega apareció, Chris ha cambiado. No digo que sea malo, pero sí curioso.
Marlon sonrió de lado.
—Pregúntenle a él. Yo no diré nada.
Ambos le lanzaron una mirada afilada, pero él simplemente siguió bebiendo. Adam volvió a centrar su atención en la discusión, analizando cada movimiento con desconfianza.
Mientras tanto, la tensión entre los hermanos aumentaba. Nos alejamos de las miradas curiosas, pero eso no cambió nada. Matthew fue el primer en hablar con un claro desagrado:
—Si lo hubiera sabido antes, jamás habría dejado que este matrimonio sucediera —luego se giró hacia mí—. Así que por eso te escondiste aquella vez, ¿no?
Mi mente iba en otra dirección. Lo único que me importaba en ese momento era lo que acababa de descubrir y lo encaré sin dudar:
—¿Por qué usaste otro apellido? Me dijiste que eras Jung, no Woo…
No terminé la frase porque, en ese instante, Christopher chasqueó la lengua y estalló en celos.
—¿Desde cuándo ustedes se han estado viendo?
Su voz se tonó grave, sus ojos oscurecidos por una intensidad peligrosa. Intenté explicarme, pero su atención ya no estaba en mí, sino en el recuerdo del suceso con las feromonas. Antes de que pudiera reaccionar, Christopher sujetó a Matthew de la camisa con fuerza.
—¡¿CÓMO TE ATREVES A IMPREGNARLO CON TUS ASQUEROSAS FEROMONAS?!
Matthew, lejos de inmutarse, sostuvo su mirada con un aire desafiante.
—Si es necesario, te ayudaré a divorciarte de él. No mereces casarte con alguien como él.
Abrí los ojos con sorpresa y di un paso adelante.
—¡Ya basta, los dos!
Pero no me escuchaban. Se odiaban a muerte, eso era evidente, pero lo peor aún estaba por venir.
Matthew, liberándose del agarre, dejó escapar una sonrisa burlona y, con una clara intención de provocarlo más, lanzó su golpe final:
—Estoy seguro de que él no puede complacerte como yo lo haría.
«Maldita sea, ¿para qué dijo eso?», grité internamente.
—¡REPÍTELO, HIJO DE PUTA!
Christopher casi lo mata en ese instante. Sus feromonas estallaron, distorsionando el aire con una presión abrumadora. Sin pensarlo, algo débil, me aferré a su cintura, sujetándolo con todas mis fuerzas para evitar que hiciera una locura.
—¡Detente, detente! —dije con urgencia, sintiendo su cuerpo vibrar de rabia—. ¡Ya basta!
Me giré hacia Matthew, fulminándolo con la mirada.
—Él es mi esposo. No digas estupideces y vete.
Ambos estaban a punto de estallar cuando una voz interrumpió la tensión.
—¡¿Qué carajo están haciendo?!
Stefan apareció, vestido en traje gris. Apenas llegó, percibió la densidad del ambiente. Incluso mis feromonas estaban elevadas, al borde del descontrol. Sin perder tiempo, apartó a Matthew sujetándolo del brazo, mientras Christopher me jalaba sin decir palabra, llevándome directo al estacionamiento.
Una vez dentro del auto, me acorraló contra el asiento. Su respiración era pesada y su mirada ardía con intensidad. Antes de que pudiera decir algo, atrapó mis labios en un beso voraz, furioso y dominador. Su lengua invadió mi boca con la clara intención de reclamar lo que era suyo.
Cuando se separó, dejándome jadeante y desconcertado, su voy fue un gruñido bajo y posesivo:
—Tú eres mi esposo. ¿Entendiste? —sus ojos ardían—. ERES MI OMEGA.
Aun agitado, solo pude asentir. No había nada que calmara la ira que veía en él en ese momento. Respiró hondo, tratando de recuperar el control, y finalmente me soltó.
Antes de marcharse, sacó una pequeña caja del auto al presionar un botón. De ella, tomó un bolígrafo de diseño refinado, deslizándolo con rapidez en su bolsillo.
—Espérame aquí. No salgas del auto.
Y con esas palabras, se marchó.
Ni cinco minutos pasaron cuando mis sentidos se alertaron. Desde la parte trasera de un auto cercano, una figura emergió con movimientos calculados. La mitad de su rostro estaba cubierto, y en una de sus manos sostenía una maleta. La precisión en su andar dejaba claro que tenía un objetivo.
No me quedé de brazos cruzados y lo seguí.
Su destino era una torre cercana y, al llegar, solo encontré la maleta en el suelo. Antes de que pudiera inspeccionarla, un movimiento detrás de mí activó mis reflejos. Me giré justo a tiempo y el sujeto se lanzó contra mí.
Bloqueé su primer golpe y la pelea comenzó.
Era bueno. Sus movimientos eran rápidos, calculados… pero no lo suficiente. Después de varios intercambios, logré inmovilizarlo con una llave. Su brazo quedó atrapado en una posición peligrosa, a punto de quebrarse con el más mínimo movimiento en falso.
—¡Espera, espera! —gritó, jadeando—. ¡Detente!
Con su mano libre, se arrancó la máscara y me quedé helado.
—Tú…
Era otro agente de la agencia, un colega.
—¿Hawk? —preguntó con sorpresa, masajeándose el brazo adolorido—. Carajo, creí que me habían descubierto…
Mi mente iba a mil por hora.
—¿Qué demonios estás tramando?
Ignorando su reacción, me acerqué a la maleta y la abrí sin esperar respuesta.
Un arma.
Mi expresión se endureció.
—¿Viniste a matar a alguien? —lo sujeté del cuello de la camisa, levantándolo con facilidad—. ¿A quién mierda ibas a dispararle?
Antes de que pudiera responder, un grito desgarrador perforó el aire.
Caos.
La multitud gritaba, el pánico se extendía como un incendio. Mi mirada buscó la fuente y, desde la altura de la torre, lo vi.
Christopher.
En el suelo. Inmóvil.
El impacto visual me golpeó como un puñetazo en el estómago. Todo a mi alrededor se ralentizó. Su nombre salió de las bocas de sus amigos, corriendo desesperados hacia él con el horror plasmado en sus rostros.
Yo solo podía mirar.
Desde un rincón oculto entre las sombras, alguien observaba la escena con una sonrisa satisfecha.
El señor Choi
Sostenía su celular con calma, su voz sonó tranquila, casi divertida.
—Buen trabajo. Ahora veamos quién es la presa y quién el cazador, Christopher Woo.
Cortó la llamada sin prisa, guardando el dispositivo en su bolsillo con la misma calma de alguien que se acomodaba en su asiento para disfrutar el espectáculo. Mientras la multitud gritaba, aterrorizada, y el caos se desataba, él solo sonreía.
Del otro lado de la línea, en un lugar desconocido, un hombre dejó su celular sobre la mesa con la misma expresión satisfecha.
El director Kang.
Una risa maquiavélica escapó de sus labios mientras sus ojos se posaban en las rejas de una celda cercana. Detrás de los barrotes, en la penumbra, una figura se retorcía.
El director Kang apoyó un codo en la mesa, entrelazó los dedos frente a su rostro y, con una sonrisa apenas perceptible, murmuró:
—El juego comienza ahora.