Mariá: Entre Dos Amores

Mariá

Dicen que cuando tienes una experiencia cercana a la muerte ves la vida pasar ante tus ojos. Bueno, en este preciso instante no sé si eso es lo que me sucede.

Solo recuerdo ver a mi padre levantar la mano hacia mí y después de eso no recuerdo nada más. Solo un fuerte resplandor y un ruido ensordecedor en el oído.

Y ahora me encuentro aquí... en un lugar completamente blanco. Solo entonces me doy cuenta de que estoy acostada en el suelo. Me siento mirando mis manos. Todavía me parezco a mí.

"¿Pero será que morí?"

Me levanto y en pasos lentos doy vueltas en este lugar que más parece un amplio salón.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? — pregunto escuchando el propio eco de mi voz reverberar en el lugar.

Entonces a medida que prosigo avisto una puerta completamente blanca así como este lugar. Me encamino hasta ella. Suspiro profundamente y giro la manija.

Mi pecho se calienta. Un calor irradia por mí. Ante mis ojos la cosa más linda que jamás he visto. Un prado verde con flores coloridas se extienden hasta perderse de vista.

Y así que llevo mis pies pisando en el local — es como si una energía recorriera todo. Sonrío y salgo de una vez.

—¿Pero qué lugar es este? — murmuro para mí misma, observando todo alrededor.

Miro hacia arriba y un cielo de color lila se hace presente. Las estrellas parecen vivas y ellas cantan en coro, danzando en el espacio.

Sin contenerme yo corro. Simplemente corro. Mis pies siendo acariciados por la suavidad del césped y de las flores. Mis cabellos danzan al sabor de la brisa que sopla.

Es entonces que paro abruptamente al ver algo viniendo veloz en mi dirección... un caballo totalmente blanco y con alas. Por veces él corre, por veces él vuela.

Él llega hasta mí y se queda rodeándome, mientras bate sus patas en el suelo y relincha. Como si me saludara.

Sonrío. Me acerco a él mirando fijamente en sus ojos — que parecen brillar más que las estrellas.

—Hola amigazo. — Susurro a medida que llevo mis manos acariciando su frente.

Él frota su cabeza en mí, relincha y da pequeños trotes y hace pose imponente al comenzar a rodearme nuevamente.

Sonrío aún más observándolo. Es entonces que en este instante, mis ojos son capturados por un búho grande que sobrevuela encima de nosotros.

Ella aterriza suavemente sobre el caballo y, me encara con sus ojos profundos y analíticos.

—¿Pero qué lugar misterioso es este? ¿Saben decirme? — pregunto para ambos.

Pero no tengo respuesta. ¿Sería ridículo de mi parte esperar que un búho y un caballo con alas hablaran?

No obstante, en este momento nada más parece tener sentido. Tal vez sea así cuando mueres... vivencias cosas que huyen de la razón lógica de la cual conocemos.

El caballo se acerca mientras el búho vuela para lejos. Él se curva como si quisiera que yo montara en él.

Y así hago. Así que estoy en sus espaldas, él comienza a correr tomando velocidad, hasta que entonces... literalmente vuela.

La sensación es increíble. Yo abro los brazos y sonrío por un instante cerrando los ojos. Al abrir mis ojos nuevamente — percibo que estamos volando entre las nubes. Con un cielo púrpura salpicado de estrellas.

"¡Mariá! ¡Ven! ¡Baila con nosotras Mariá!" — murmuran las estrellas en coro, con voces finas.

El caballo para en el aire, manteniendo sus alas batiendo. Mientras en un salto loco yo me lanzo en el espacio lila — entre las estrellas.

Ellas me rodean mientras yo floto. Ellas danzan conmigo — al mismo tiempo en que yo danzo con ellas.

Entretanto de repente entre el cielo — la imagen de mi padre aparece como una nube negra.

"¡Mírate! ¡Eres patética Mariá! ¿Quién piensas que eres?"— su voz sisea como un rugido en el espacio.

Yo encaro su imagen. Doy un impulso en mi cuerpo acercándome más. Delante de mí todas las imágenes de la vez que él me agredía se pasan.

Las imágenes me circulan. Sus insultos — todo se intensifica.

Pero dentro de mí una determinación arde como una llamarada de fuego. Una llama que se rehúsa a apagarse.

—Tu opinión...— comienzo lentamente. — Ya no me abala más padre. El señor es un pobre infeliz que mal sabe el real significado de ofrecer amor a alguien. Falló miserablemente al ejercer su papel de padre conmigo. Pero la culpa es enteramente suya. No me herirá más con sus palabras. Como un alma en este vasto universo sé lo que es mejor para mí. No me rotule, no coloque en mí sus visiones frustradas y deturpadas que tiene.

Entonces soltando un suspiro profundo, concluyo:

—Yo Mariá, me rehúso a permitir que sus acciones y palabras me definan. Eso no sucederá jamás. Dolor sí todas las veces que me agredía, pero yo encierro aquí sus influencias sobre mí. Yo expulso toda su toxina de mí padre. Yo soy Mariá, y hoy me libero de toda su crueldad para conmigo. Yo te perdono padre, pero no dejaré que me hiera nuevamente. Aquí y ahora está todo encerrado. Se deshace como polvo en el aire su control sobre mí. Yo soy Mariá... y hoy estoy libre.

Y así el caballo relincha y vuela a mi alrededor. Las estrellas cantan un coro de alabanza, mientras las imágenes los insultos, todos los momentos malos con mi padre son deshechos en el aire como polvo — como una nube negra que se dispersa perdiendo su fuerza y densidad.

En algún local sé que todos esos momentos aún existen — pero hoy ellos dejaron de tener poder sobre mí. Hoy yo reivindico mi poder. Mi poder de ser quien yo quiera ser.

Las estrellas entonces se despiden de mí — sonriendo. Y yo monto nuevamente en el caballo que me lleva de vuelta — al suelo.

Mis ojos se agrandan a medida que descendemos al suelo y — veo delante de mí un gigantesco girasol. Él se curva bajando su cabeza y habla con una voz gruesa y aterciopelada:

—¡Hola Mariá!

A medida que él habla, vuelan de su gigante cabeza — polen dorados que me rodean. Sonriendo mientras giro viendo los polen caer sobre mi piel, respondo:

—¡Hola señor girasol!

Así mientras me pierdo en este lugar y momento — sé que este lugar tiene mucho a ofrecerme. Y yo estoy emocionada para descubrir... lo que más me espera.