En el reino de Altravia, Selene, una princesa atrapada entre el deber y su corazón, se ve obligada a buscar esposo para salvar su linaje. Sin embargo, lo que comienza como un juego de alianzas políticas se complica cuando se enamora de Ascensio, un joven cazador con un secreto oscuro e inconfesable: cada noche de luna llena, una maldición lo transforma en un hombre lobo.
Mientras Selene lucha por descubrir la verdad detrás de los rostros sonrientes de sus pretendientes, Ascensio se enfrenta a su propia naturaleza monstruosa, intentando proteger a la mujer que ama. Pero en las sombras del bosque, fuerzas más oscuras conspiran para desatar una tragedia que podría cambiarlo todo.
Un romance prohibido, intrigas cortesanas y un misterio sobrenatural se entrelazan en esta historia de amor, ambición y redención, donde la luna ilumina tanto los secretos como las verdades más ocultas.
¿Lograrán Selene y Ascensio superar las barreras que los separan, o sucumbirán al peso de sus destinos cruzados?
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Capitulo 22: Dos lobos
El aire se volvió pesado y cargado de tensión mientras Mael avanzaba hacia Ascensio.
Ascensio, aún de rodillas, no hizo el más mínimo intento de defenderse. Sus manos temblaban, sus ojos estaban apagados. Mael se detuvo a pocos pasos, alzando una daga.
—Tal como lo dijiste, esto termina esta noche... —gruñó Mael, su voz cargada de dolor y furia—. Te advertí que si cruzabas este límite, no habría redención.
Ascensio alzó la vista lentamente, encontrando los ojos de Mael. En su expresión no había ni desafío ni arrepentimiento.
—Hazlo —murmuró—
La daga de Mael bajó por un instante. La furia que lo había consumido se mezclaba ahora con una duda corrosiva.
Antes de que Mael pudiera tomar una decisión, el aire a su alrededor comenzó a girar con violencia. Las raíces oscuras que habían surgido del altar cobraron nueva vida, alzándose y separando a ambos hombres. Mael retrocedió, lanzando su daga contra las sombras que lo rodeaban, pero estas parecían interminables.
Una figura surgió entre las raíces, su silueta alta y esbelta, cubierta por un manto que parecía absorber la luz. Era una mujer, su rostro parcialmente visible bajo la capucha.
—Mael, mi querido —preguntó, su tono burlón y seductor.
—¿Que haces aqui? —gritó él, arremetiendo contra las raíces que lo separaban de Ascensio, esa mujer era su antigua amada, Cintia.
Las sombras que lo retenían se disolvieron. Mael avanzó con rapidez, pero esta vez no hacia Ascensio, sino hacia la mujer. Sus movimientos eran rápidos, certeros, pero ella permaneció inmóvil, como si supiera que el golpe no la alcanzaría.
Cuando la daga estuvo a centímetros de su rostro, un campo de energía invisible se activó, deteniéndola en seco. Mael fue lanzado hacia atrás con un solo gesto de la mujer.
Mientras tanto, Ascensio permanecía inmóvil, observando la escena con una mezcla de resignación y desesperación. Podía sentir cómo algo oscuro dentro de él seguía creciendo, alimentándose de su culpa, de su dolor.
—Matame Dios —su voz apenas un susurro.
Cintia sonrió, pero esta vez su expresión no era de burla, sino de algo más profundo, casi maternal.
—Pobre niño.
El altar detrás de ella comenzó a brillar nuevamente, y el cuerpo de Selene, o lo que quedaba de ella, comenzó a elevarse lentamente en el aire, envuelto en una luz púrpura. Ascensio intentó moverse, pero su cuerpo no respondía.
—¡NO! —gritó con una fuerza renovada, intentando levantarse. Pero las raíces del altar se enredaron a su alrededor, inmovilizándolo.
Mael, desde el suelo, observó lo que ocurría con horror.
—¿Qué mierda? —Exclamo.
Las raíces comenzaron a formar una especie de capullo alrededor del cuerpo de Selene, mientras la luz del altar se intensificaba. Mael se puso de pie una vez más, decidido a intervenir.
—Te sacare de ahi… —murmuró, luchando con todas sus fuerzas.
Ascensio gritó, un sonido desgarrador que resonó en el bosque, haciendo temblar las ramas de los árboles.
La mujer dio un último vistazo a ambos hombres,
—Me la llevare lejos este recipiente —Refiriendose a Selene —Los veo en el Valle de los gritos, si es que aun tienen esperanzas.
y luego se desvaneció entre las sombras, dejando el altar.
Cuando la luz del altar finalmente se extinguió, Ascensio cayó al suelo, agotado, mientras Mael permanecía inmóvil, observando el altar vacío con una mezcla de rabia y desesperación.
Ninguno de los dos dijo una palabra. Solo el viento nocturno susurraba entre los árboles, llevándose consigo los últimos ecos de una tragedia que apenas comenzaba.