Nuestro genio Máximo Santibáñez, se enfrentará al reto más difícil de su vida. Él deberá luchar con toda su inteligencia, para vencer todos los obstáculos y convertirse en el héroe de su pequeño hijo. Máximo Jr. un niño genio que supera por mucho la inteligencia de su padre.
¿Podrá Máximo Santibáñez estar a la altura de las circunstancias?
¿Logrará ganarse el corazón de su pequeño hijo?
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CAPÍTULO 20
Máximo sintió el cuerpo del pequeño relajarse y le acarició el cabello. Era increíble, ver cómo ese pequeño que estaba acostado a su lado, le había robado su corazón.
Máximo observó cada línea del rostro del pequeño y podía ver el parecido que existía entre ellos. Esto era algo que le había estado dando vueltas en su cabeza.
Pero la única explicación lógica, era que este pequeño fuese hijo de Santiago Santibáñez. Si asi mismo, fuera más probable, que el pequeño fuese su hermano, a que fuese su hijo. Esto también pudiese explicar el gran parecido entre ellos.
Esta situación sobrepasaba a Máximo. Nada más de pensar que Celina pudiese tener una relación con su padre, hacía que Máximo sintiera el piso abrirse a sus pies. Sobre todo porque Santiago Santibáñez era un hombre muy atractivo que atraía la atención de mujeres de todas las edades.
Máximo se levantó con cuidado y le tomó una foto a su pequeño. Él se asomó a la terraza y se sentó para sentir la brisa fría rozar su rostro.
Él no entendía ¿qué demonios le ocurría? Como era posible que estás dos personas hayan llegado a su vida, en menos de dos días y hayan puesto su mundo de cabezas.
Y lo más grave era que no se sentía capaz de alejarse de ellos. Este niño despertó en él un amor paternal inimaginable y la mujer lo inquietaba de una manera seductora.
Máximo dejó a un lado todos esos absurdos pensamientos y regresó al lado de su pequeño, quería disfrutar al máximo su tiempo juntos.
Mientras tanto en Italia...
—Cristiano, pero ese hacker es inútil. ¿Cómo no va a poder recuperar esas imágenes? —le decía Genoveva furiosa a su marido.
—Mi amor, tranquila. Esos vídeos fueron borrados ese mismo día. Pero ten un poco de paciencia, Máximo llegará en dos días y tendrá que aclararnos todo lo sucedido.
—Cristiano Santoro, prometiste ayudarme y espero que de verdad lo hagas. —le dijo Genoveva, notable molesta.
—Lo estoy haciendo, mi vida. Pero no es fácil, ten calma amor, muy pronto tendremos a nuestro pequeño nieto entre nosotros. —le dijo Cristiano, tomándola por la cintura y besándola en los labios, para intentar apaciguar la tormenta.
Genoveva después de resistirse por un rato, se dejó llevar por los encantos de su marido y comenzaron a hacer el amor.
DÍAS DESPUÉS...
Máximo había estado con el niño en todo momento, ellos compartieron momentos inolvidables.
El primer día eligieron un Penthouse hermoso en un edificio que estaba a una cuadra de la clínica. El acogedor lugar tenía dos habitaciones en la parte posterior y dos habitaciones en la parte inferior.
Máximo dispuso de una habitación para él, otra para el pequeño y las demás eran una para la niñera y otra para el chofer. Estas dos personas eran las encargadas de cuidar de su pequeño soldado en su ausencia.
Los dos eran militares entrenados que estaban bajo el mando de nuestro sexy y apuesto Coronel.
Máximo Jr. estaba muy emocionado y Máximo no podía dejar de consentirlo. Aunque hubo algunos desacuerdos Máximo logró convencer al pequeño de decorar la habitación con algunos motivos infantiles y comprarle algunos juguetes y pelotas.
Máximo notó que el pequeño pasaba todo el día con la tablet y decidió corregir eso, ordenándole al chófer que le diera algunas rutinas de ejercicios durante el día.
Máximo Jr. comenzó a hacer los ejercicios con su padre y después continuó con el soldado.
—Max ¿estás seguro de que no quieres venir conmigo a Italia? —le preguntó Máximo lleno de esperanzas. No quería separarse de su pequeño soldado.
Pero el pequeño estaba renuente a dejar sola a su madre. Era año nuevo y él se las arreglaría para pasarlo con ella. Ya él tenía un plan trazado y era necesario que su padre se marchara para llevarlo a cabo.
El pequeño asintió con la cabeza. Mientras se tomaba su último sorbo de jugo.
—Sí, estoy seguro. Me quedaré cerca de mi madre. Además, mi abuelo prometió venir de visita y quiero estar aquí cuando llegue.
—Pero tu mami, no mencionó a tu abuelo.
—Porque ella no lo sabe, es una sorpresa. Espero que no le digas.
—¿Me estás diciendo, soplón? —le preguntó Máximo caminando hacia el pequeño y haciéndole cosquillas.
Ellos comenzaron a jugar en la cama y desordenaron todo. Para después levantarse e ir hasta la clínica.
Celina, no estaba muy bien, apenas tenía veinticuatro horas de haber recibido la primera dosis del medicamento y este estaba haciendo estragos en su estómago.
Ella físicamente se sentía muy débil, no tenía apetito y su estado de ánimo no era el mejor. Se sentía sola, extrañaba a su pequeño gigante.
Pero en el fondo le agradecía a Máximo que lo mantuviese ocupado. De esa manera, el pequeño no había notado el deterioro en la salud de su madre.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Fausto, lamentando la recaída en la apariencia física de su amada.
—Hum. No muy bien. Tengo el estómago revuelto y he vomitado un par de veces. —le explicó Celina, limpiando la comisura de sus labios con un pañuelo.
—Si, pero recuerda que Dominico dice que es normal. Es la adaptación de tu cuerpo al nuevo tratamiento. Debemos ser pacientes. La garantía es que después de los siete días, esos efectos secundarios desaparecen.
—Eso espero, porque me siento muy mal y no quiero que mi pequeño, esté preocupado.
—Tengamos fé. Celi ya veremos cómo evolucionas. —le dijo Fausto, acercándose a ella y abrazándola para darle un beso en la frente.
—Buenos días —dijo Máximo, abriendo la puerta con una rosa en la mano.
Fausto le dio otro beso a Celina y después la soltó para despedirse de ella.
—Nos vemos después, con permiso —le dijo Fausto, saliendo de la habitación y dejando solo a los tortolitos.
Máximo trató de disimular su enojo y le entregó la rosa a Celina.
Ella estaba avergonzada, pero se fijó en algo muy importante.
—¿Y mi hijo? —le preguntó a Máximo con un tono de nervios.
—Está con el chófer. Viene en un segundo. Yo quise adelantarme para sorprenderte, pero creo que no fui muy oportuno.