Elena Carter, una brillante y empoderada empresaria de Nueva York, ha construido su imperio tecnológico desde cero, enfrentándose a un mundo lleno de desafíos y competencia. Nada ni nadie ha logrado desviarla de su camino… hasta que aparece Damian Moretti. Rico, influyente y peligrosamente atractivo, Damian es un mafioso italiano con un oscuro pasado y un obsesivo interés por Elena.
Cuando Damian intenta infiltrarse en su vida a través de una tentadora propuesta de negocios, Elena se encuentra atrapada en una red de pasión y peligro. Su determinación por mantener el control choca con la implacable necesidad de Damian de poseerla, no solo en los negocios, sino en cada aspecto de su vida.
Entre celos, conspiraciones y una atracción que no pueden negar, ambos descubrirán que hay líneas que no pueden cruzarse sin consecuencias. ¿Podrá Elena resistir el encanto y el poder de un hombre que lo arriesgará todo por tenerla? ¿O terminará cayendo en la trampa de una obsesión peligrosa...?
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Capítulo 22: Fermento de Emociones
Elena no podía apartar la vista de Damian mientras el auto avanzaba bajo la tenue luz de la luna. Había algo en su postura rígida, en la tensión de su mandíbula, que revelaba mucho más de lo que él estaba dispuesto a admitir. Estaba molesto, pero no era por el peligro. No esta vez.
—Damian —rompió el silencio, cruzando los brazos—. ¿Quieres decirme qué te pasa?
Damian no apartó la vista del camino, pero su agarre al volante se intensificó.
—No es nada, Elena.
—Claro que lo es. Llevas toda la noche actuando como si quisieras romperle la cara a alguien. ¿Es por el tipo de la mansión?
Damian soltó un suspiro pesado y finalmente estacionó el auto a un lado de una calle desierta. Apagó el motor y giró para mirarla, su mirada intensa atrapándola por completo.
—No puedo soportar la idea de que alguien te vea como algo que pueden poseer, Elena.
Elena arqueó una ceja, cruzando las piernas de forma casual.
—¿Y tú no me ves así? —preguntó con un dejo de desafío en la voz.
Damian frunció el ceño, inclinándose hacia ella.
—No. Yo te veo como alguien que necesito proteger. Alguien que significa más de lo que quiero admitir.
Elena sintió cómo su corazón se aceleraba, pero no dejó que sus emociones la dominaran. Mantuvo la mirada fija en él, sus labios curvándose en una ligera sonrisa.
—Eso suena muy noble, Moretti, pero no soy una damisela en apuros.
Damian se recostó en su asiento, pasando una mano por su cabello oscuro.
—Lo sé. Pero eso no significa que no me preocupe por ti.
Elena estaba a punto de responder cuando notó algo en sus ojos, una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver. Por un momento, todo el peso de su vida, de sus responsabilidades, pareció reflejarse en su mirada.
—Damian… —murmuró, suavizando su tono.
Él negó con la cabeza, como si no quisiera escuchar lo que fuera a decir.
—Vamos a casa. Necesitamos descansar antes de la próxima movida.
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La tensión entre ellos era palpable cuando llegaron al apartamento. Damian fue directamente a su oficina improvisada, dejando a Elena sola en la sala. Se dejó caer en el sofá, exhalando un suspiro mientras repasaba mentalmente todo lo que había sucedido. Había algo en Damian que la desarmaba, algo que no podía controlar.
Después de unos minutos, decidió que no podía dejar las cosas así. Se levantó y caminó hacia la oficina, donde lo encontró de pie junto a la ventana, mirando la ciudad con una expresión pensativa.
—Damian, tenemos que hablar.
Él giró la cabeza ligeramente, pero no dijo nada. Elena se acercó, deteniéndose a pocos pasos de él.
—No puedo trabajar contigo si vamos a estar llenos de secretos y tensiones. Si hay algo que sientes, dilo.
Damian finalmente la miró, sus ojos oscuros cargados de emociones reprimidas.
—¿Quieres que lo diga? Bien. No soporto la idea de perderte, Elena. Cada vez que estás en peligro, cada vez que alguien te mira como si pudiera hacerte daño, me vuelvo loco.
Elena dio un paso más cerca, su corazón latiendo con fuerza.
—Damian, no puedes protegerme de todo.
—No se trata de protegerte de todo —respondió, su voz bajando hasta un susurro—. Se trata de protegerte de mí mismo.
Antes de que ella pudiera preguntar qué quería decir, Damian cerró la distancia entre ellos, tomándola por la cintura y acercándola a él. Sus labios se encontraron en un beso intenso, lleno de toda la frustración, el deseo y la confusión que ambos habían acumulado.
Elena no resistió. En cambio, se aferró a su camisa, correspondiendo el beso con la misma pasión. Era como si todo lo que habían estado evitando finalmente hubiera explotado.
Damian la levantó con facilidad, sentándola sobre el escritorio mientras sus labios seguían explorando los de ella.
—Elena… —susurró entre besos, sus manos acariciando su cintura.
—Cállate, Moretti —respondió ella, tirando de su camisa para acercarlo más.
La intensidad del momento los envolvió, pero justo cuando parecía que todo iba a escalar, Damian se detuvo, apartándose ligeramente.
—No puedo hacer esto…
Elena lo miró, confundida.
—¿Por qué no?
Damian apartó la mirada, pasándose una mano por el cabello.
—Porque si empiezo, no podré detenerme. Y no quiero que esto sea algo que luego lamentes.
Elena se levantó del escritorio, colocando una mano en su pecho.
—¿Crees que me arrepentiría?
Él no respondió, pero su silencio decía más de lo que las palabras podrían.
—Damian, no estoy aquí porque me obligaste. Estoy aquí porque quiero estar contigo.
Por un momento, parecía que iba a decir algo, pero finalmente suspiró y asintió.
—Entonces haré esto bien. No quiero que seas un impulso para mí. Quiero que seas mi todo.
Elena sintió que su corazón se derretía ante esas palabras, pero también sabía que Damian estaba luchando contra sus propios demonios.
—Entonces empecemos por confiar el uno en el otro —dijo, colocando su mano sobre la de él.
Damian la miró, su expresión suavizándose.
—Te prometo que lo haré.
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Esa noche, aunque compartieron el mismo espacio, no cruzaron más líneas. Damian durmió en el sofá, mientras Elena ocupaba la cama. Sin embargo, la conexión entre ellos era más fuerte que nunca, y ambos sabían que lo que habían comenzado no se detendría fácilmente.
...
Mucho e'xito.