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Mi Sumiso Incubus

Mi Sumiso Incubus

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Dominación / Equilibrio De Poder / BDSM / Demonios / Chico Malo
Popularitas:8.2k
Nilai: 5
nombre de autor: AC MirikaVerena

Balvin, un joven incubus, se encuentra en su última prueba para convertirse en jefe de territorio: absorber la energía sexual de Agustín, un empresario enigmático con secretos oscuros. A medida que su conexión se vuelve irresistible, un poder incontrolable despierta entre ellos, desafiando las reglas de su mundo y sus propios deseos. En un juego de seducción y traición, Balvin debe decidir: ¿sacrificará su deber por un amor prohibido, o perderá todo lo que ha luchado por conseguir? Sumérgete en un mundo de pasión, peligro y decisiones que podrían sellar su destino. ¿Te atreves a entrar?

**Advertencia de contenido:**

Esta historia contiene escenas explícitas de naturaleza sexual, temas de sumisión y dominación, así como situaciones que pueden ser sensibles para algunos lectores. Se recomienda discreción.

NovelToon tiene autorización de AC MirikaVerena para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Condena y Gloria

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Agustín frunció el ceño al sentir una punzada en la cabeza. La imagen de Balbin, angustiado y en conflicto, aparecía y se desvanecía en su mente tan rápido como un destello. Se llevó una mano a la frente, intentando ignorar la incomodidad y enfocarse en los asuntos que realmente demandaban su atención.

—¿Director? —la voz de uno de sus hombres irrumpió el silencio, haciendo que levantara la vista de mala gana.

Ante él, sus empleados esperaban con rostros tensos, algunos de ellos intercambiando miradas cautelosas. No era usual ver a Agustín en este estado; su postura era rígida y sus ojos oscurecidos revelaban un indicio de algo que preferían no indagar.

—Los negocios en los territorios siguen balanceando entre los federales y nuestros enemigos. Si no hacemos algo, las consecuencias serán... —dijo el mayor, un hombre robusto y curtido por la vida en las calles, pero visiblemente preocupado.

Agustín, sin dejar de fruncir el ceño, hojeó los papeles en silencio antes de responder:

—Dupliquen a los hombres. Que no haya disturbios en bares ni clubes. Mantengan las calles bajo control —aconsejó, sin levantar la vista.

—Pero, los federales...

—Los federales quieren más dinero e información. Dale lo que pidan: las rutas viejas, los bancos antiguos, las salas de arte. Necesito que estén ocupados y lejos de nuestro conflicto —respondió con un tono gélido.

El hombre titubeó, recordando las instrucciones anteriores.

—Los hombres de Wiliam son astutos. Buscando cómo interceptar nuestros casinos ¿Qué hacemos con ellos?

Agustín alzó la vista, con una expresión de peligro latente en sus ojos.

—¿Acaso tu capacidad auditiva se vio afectada en la última balacera? —le espetó, sarcástico.

El empleado palideció.

—Discúlpeme, director...

—Estos son asuntos fáciles de tratar. Me hacen perder el tiempo —agregó, con una calma tan calculada que cualquiera habría pensado que la situación estaba totalmente bajo control.

Sin embargo, uno de los empleados se atrevió a murmurar, lanzando una frase que hizo eco en el tenso ambiente:

—No malinterprete nuestro despecho, director. Es solo que su ausencia ha dado mucho de qué hablar.

Un pesado silencio se instaló en la sala. Agustín se levantó, y el ambiente se tensó aún más. Caminó lentamente hasta quedar detrás de una joven mujer que acababa de hablar, y ella se congeló al sentir su presencia. Sin decir nada, Agustín posó ambas manos en la mesa, a ambos lados de ella, inclinándose hasta que su voz apenas fue un susurro:

—Todo sigue igual, en mi presencia o en mi ausencia. Aquí se acatan mis órdenes. No es algo difícil de entender, ¿verdad, Georyana?

La joven tragó en seco y asintió sin atreverse a girarse.

—Por supuesto, director.

—Ahora, retírense.

Con esa orden, todos comenzaron a moverse hacia la salida en silencio. Una vez que la sala quedó vacía, Agustín dejó caer los hombros ligeramente y se llevó una mano a la sien, masajeándola. La tensión había comenzado a escalar en su cuerpo desde hacía días, y ahora se manifestaba en una punzada que se extendía como un latido doloroso. Pero, al mirar su reflejo en la ventana, vio algo que lo hizo maldecir en voz baja: un hilo de sangre deslizándose desde su nariz.

Se limpió rápidamente, sin perder la compostura, aunque su respiración se volvió errática por un momento. Otra punzada llegó sin advertencia, haciéndolo tambalear. La sangre se filtraba entre sus dedos y, al toser, manchó el escritorio con salpicaduras escarlatas. Con cada espasmo, una extraña necesidad comenzó a consumirlo. Una ansiosa necesidad de estar con Balbin, como si su mente y su cuerpo lo reclamaran.

"¿Por qué se fue? ¿Y ese incubi...? ¿Quién es para él? ¿Va a poner a otro chamán? Par leer el estúpido libro. Ese tal Siwel... esa sonrisa que Bal, la familiaridad entre ellos..."

El pensamiento lo carcomía como un veneno, y, en un arrebato de furia, lanzó al suelo todos los documentos y objetos que yacían en el escritorio.

—Maldita sea —gruñó, respirando con dificultad mientras intentaba calmarse.

La marca en su pecho comenzó a brillar y a arder como si fuera un hierro al rojo vivo. Golpes en la puerta lo sobresaltaron.

—¡Ahora no! —gritó, abriéndose la camisa, intentando encontrar algún alivio en ese dolor insoportable.

—Director, es una emergencia. Llamó su asistente.

—¡Dije que ahora no!

Las marcas en su piel ardían y tomaban formas que parecían serpientes retorciéndose, haciendo eco de un llamado lejano que empezaba a tornarse en un murmullo, una súplica en una lengua desconocida. Las palabras de Siwel se repetían en su mente, junto con fragmentos de recuerdos borrosos, rostros y voces. Una revelación amarga lo embargó: estaba atrapado, y esta situación lo estaba destrozando mentalmente. El rostro de Balbin volvió a surgir en su mente, esa imagen angustiada y, a la vez, distante.

Agustín respiró profundo, resignado, y se limpió los rastros de sangre que aún le cubrían el rostro.

—Me estás volviendo loco, Balbin... —murmuró entre dientes, como si estuviera aceptando una derrota de la que no podría escapar.

Por más que intentara negar el vínculo, había algo que lo mantenía atrapado, y ahora, por primera vez, aceptaba la idea de que todo aquello era más que un simple juego.

“Jugar a creer ya no es una opción. Evidentemente estoy metido en esto... ¿Es aterrador saber que existe el infierno? Puede ser, pero este mundo, es peor que cualquier infierno. Al menos estarás allá”

Suspiró y entrelazó los dedos, permitiéndose divagar un instante sobre Balbin.

"Si planeas arrastrarme al infierno, espero que tengas un plan claro... porque no pienso soltarte fácilmente."

La puerta volvió a sonar, y esta vez la misma secretaria de antes, entró con el rostro pálido y la respiración agitada.

—¡Director! Es el casino principal... Lo hicieron estallar, está en llamas.

El mensaje golpeó a Agustín como un balde de agua fría. De inmediato, las ideas empezaron a ordenarse en su mente. La ira, la frustración, el dolor, todo se concentró en una sola persona. Wiliamiam su rival. Desde hace un año está intentando invadir su territorio, creando disturbios, frenando sus negocios y atrayendo a los federales.

—Llama a mis hombres. Dile a Clark que quiero el perímetro cubierto, y que nadie entre ni salga sin mi autorización. Si los federales intervienen, que se alejen de mis rutas... ¡y que me traigan la cabeza de los responsables!

El caos ardía por dentro, pero él mantenía su semblante frío y calculador. Había problemas que debían resolverse, y estaba dispuesto a enfrentarlos.

Agustín se levantó con determinación, se colocó la chaqueta y, sin decir una palabra más, abandonó la oficina. Apenas cruzaron las puertas del edificio, percibió la presencia de agentes federales, camuflados entre civiles, aunque a él eso parecía no importarle en absoluto. Subió a la camioneta negra que lo esperaba, seguida de un convoy de dos vehículos en la delantera y un todoterreno cerrando la retaguardia.

Al arrancar, el estruendo de sirenas federales comenzó a llenar el aire. En el interior de la camioneta, Agustín ajustó su chaleco antibalas y colocó las fundas de sus armas en ambas piernas.

—¡Pierdelos! —ordenó, mientras recibía un par de Desert Eagle de platino. Cargó las poderosas pistolas y su secretaria, con precisión, extrajo dos cartuchos adicionales de un maletín, entregándoselos. Con calma profesional, ella se encargó de ajustarle las fajas del chaleco, mientras el hombre en el asiento delantero le pasaba otro maletín. Agustín lo abrió, sacando de su interior una Uzi Pro.

Las llantas chirriaban y los motores rugían mientras las patrullas federales los perseguían. A lo lejos, el inconfundible sonido de un helicóptero se aproximaba. Agustín miró al conductor, quien asintió, y entonces tomó la radio, marcando un número en específico.

—Edwar, es tu turno —ordenó, su tono de voz firme e inquebrantable.

De inmediato, la camioneta que los seguía aceleró y se interpuso en medio del tráfico, provocando un choque en cadena que bloqueó la calle y dejó fuera de combate a varios vehículos federales. Aprovechando el caos, el convoy de Agustín se desvió hacia la autopista, acelerando a fondo.

Al aproximarse al puente, y sin previo aviso, Agustín abrió la puerta y se lanzó fuera de la camioneta, rodando con habilidad hasta quedar oculto tras una de las vigas de soporte. La rapidez del movimiento fue tal que nadie en el caos pudo notar su escape.

Aun con la adrenalina corriendo en sus venas, Agustín tomó la radio por última vez y, con calma, emitió su última orden:

—Diríjanse al casino. Quiero a todos los hombres protegiendo las sucursales viejas y principales. Llegaré cuanto antes.

Con determinación, lanzó la radio al pavimento, sabiendo que la operación estaba en marcha.

Dejando a sus hombres seguir hacia el casino, y desapareció en la tarde. Rápidamente, robó un taxi que lo llevó a la otra punta de la ciudad, al teatro de ballet, un lugar oscuro y abandonado donde sabía que lo esperaban. Al llegar, se internó en el edificio sin mirar atrás. La estructura, antigua y decadente, resonaba con el eco de sus pasos, y las luces apenas iluminaban el vasto escenario vacío.

Los susurros, antes lejanos y difusos, ahora se volvieron claros y precisos, resonando en un idioma antiguo que sólo él entendía. “El chamán es equilibrio. El chamán es orden. Mantente justo.” Las palabras eran como golpes certeros en su mente, cada sílaba marcando una advertencia que se clavaba más profundo con cada repetición.

Una punzada aguda cruzó su cabeza, un dolor ardiente que lo obligó a cerrar los ojos por un instante. Sabía lo que significaban esas señales: los ancestros lo estaban advirtiendo, exigiéndole que cumpliera con su deber.

“Mantente justo, Agustín. No rompas el balance.”

Su mandíbula se tensó, y con un gruñido bajo, agitó la cabeza, intentando silenciar las voces. No tenía tiempo para filosofías ni para antiguos códigos de conducta. No ahora.

—¡Cállense! —murmuró entre dientes, irritado, mientras ignoraba el zumbido persistente en su mente.

Agustín abrió los ojos y lo supo al instante: estaba rodeado. Los pasos resonaban a su alrededor, creciendo en intensidad mientras las sombras se movían con precisión. Wil había calculado todo. Las figuras emergieron de la penumbra, armas en mano, cada uno con el dedo listo para disparar. Doce guardaespaldas, todos bien entrenados y esperando la señal para acabar con él.

La tensión era asfixiante, un silencio pesado que amenazaba con estallar. Agustín no parpadeó. Con calma calculada, ajustó las correas de su chaleco y verificó sus Desert Eagle. Sus ojos, fríos y decididos, se movían rápidamente, midiendo cada salida posible, cada ángulo. Inhaló profundamente, el aire llenando sus pulmones como una tregua momentánea antes del caos.

Entonces, sin aviso, se giró y disparó. Dos hombres cayeron antes de siquiera procesar el ataque, sus cuerpos desplomándose en el suelo con un ruido sordo. El sonido de las balas rompió el silencio, y como si fuera una señal, el lugar se llenó de disparos. Los fogonazos iluminaron la escena, destellos fugaces que revelaban las caras tensas de sus enemigos.

Agustín se movía con precisión letal, esquivando proyectiles mientras disparaba a quemarropa. Cada tiro era certero, cada movimiento, calculado. A su alrededor, los hombres caían uno tras otro, pero no había tiempo para pensar, solo para sobrevivir. El sonido metálico de los casquillos al golpear el suelo se mezclaba con los gritos de dolor y órdenes desesperadas de sus atacantes.

se movía rápido, usando las columnas y las cortinas rasgadas como cobertura, disparando con precisión mientras avanzaba. Un guardaespaldas intentó emboscarlo desde un lateral, pero Agustín lo empujó contra una pared y lo remató de un disparo al abdomen, sin darle tiempo a gritar. Otro se acercó con un cuchillo, y Agustín lo recibió con un golpe de codo al rostro, seguido de un tiro a quemarropa en el pecho.

Los guardaespaldas cayeron uno tras otro, y los pocos que quedaban empezaban a retroceder, conscientes de que enfrentaban a alguien que no dudaba ni flaqueaba. De pronto, el silencio volvió a apoderarse del lugar, roto solo por los ecos de los disparos que aún resonaban. Agustín, cubierto de sangre y polvo, avanzó hasta la zona central del escenario, Wiliamliam no aparecía solo se oyó su voz, con una risa burlona el eco resono en las alturas. Agustín apunto con su pistolas.

—Justo como tu secretaria dijo. — Wiliam rió con amargura—. Vendrías solo a mi imperio. No te cansas de rodearte de traidores y putas, ¿verdad?

—Y tú no te cansas de esconderte detrás de tus hombres, Wiliam. —respondió Agustín, secándose la sangre que le corría por la nariz. Al sentir otra punzada en la cabeza, frunció el ceño, pero no perdió la compostura—. Tal vez si hubieras sabido manejar este imperio, no dependerías de las sobras de tu padre.

La sonrisa de Wiliam se borró. Sus ojos destellaron de odio mientras asomaba su metralleta con cuidado, apuntando desde las alturas a un lateral de Agustín.

—Tu padre también era orgulloso y descuidado. Por eso lo envenenaste, ¿cierto? —Wiliam se burló, su voz resonando en el salón vacío—. Cuando sus territorios cayeron, tu madre fue la única que pudo levantar este imperio. ¿Y con qué? ¿Con el sudor de sus tetas? ¿Esa es la herencia que defiendes? ¿Ese orgullo inútil?

Agustín, oculto tras una columna, apretaba los dientes. Su respiración era pausada, pero sus ojos estaban fijos en el movimiento de Wiliam, que disparaba indiscriminadamente mientras se acercaba entre los escombros y asientos destrozados. Las balas silbaban cerca, arrancando astillas y polvo del entorno.

El silencio cayó de repente. Wiliam dejó de disparar, y el eco de los últimos disparos se disipó. Con una sonrisa triunfal, se asomó al centro del salón, buscando con la mirada entre los restos.

—Fue una puta astuta, tu madre —soltó, riéndose mientras caminaba despacio—. Pero hasta las putas saben cuándo retirarse.

Agustín emergió de las sombras como un espectro, su mirada fija en Wiliam. Sin una palabra, levantó su ametralladora y abrió fuego con una furia implacable. Las balas llovieron sin piedad, arrancando butacas, reventando columnas y haciendo añicos todo a su paso. El cuerpo de Wiliam se tambaleó al ser alcanzado en el chaleco, pero el impacto lo lanzó hacia atrás, cayendo desde lo alto con un golpe seco.

El arma de Agustín hizo clic cuando se vació el cargador. Sin perder tiempo, dejó caer la ametralladora al suelo y desenfundó una de sus pistolas.

Wiliam, jadeando y con el dolor dibujado en su rostro, intentó arrastrarse hacia la salida trasera. Pero Agustín ya estaba sobre él, implacable. Con un disparo preciso, le acertó en la pierna, inmovilizándolo por completo. Wiliam soltó un grito desgarrador.

Agustín se acercó lentamente, su nariz sangrando y las manos firmes pese al temblor que sentía en el cuerpo. Las voces en su cabeza regresaron, susurrando, gritándole

"A lo largo de la existencia, los chamanes han jurado no solo ser ser un puente entre los planos, sino también mantener el orden y equilibrio equilibrio.. la existencia… entre cada ser y….jurado no solo ser ser un puente puente puente ….mucho más. ¡Mantén el orden!"

Pero ni siquiera esta vez se detuvo, volvió al momento y sonrió como desquiciado.

—¿Sabes qué más hacen las putas astutas, Wiliam? —dijo con frialdad, mientras apuntaba a su cabeza—. Sobreviven.

Y apretó el gatillo.

La sangre salpicó sus zapatos y el eco del disparo resonó en el teatro vacío. Se acercó al cuerpo sin vida, respirando con mucha más calma, agarró el cuchillo en su cintura y se arrodilló, comenzó a cortar dedo por dedo. Mientras esperaba que la confusión en su mente se disipara.

Las voces en la mente de Agustín se tornaron ensordecedoras, y sus manos temblaron al cortar la carne. Hasta que la imagen de Balbin en el lugar de William, lo alarmaron. Ahora su mente, parecía enredarse en un torbellino de dudas y rencores, que se desbordaba en la necesidad de destruir a alguien más.

Aún con las voces en su cabeza, aún con el recuerdo de Balbin latente, Agustín sonrió con una mezcla de satisfacción y resignación.

—Me estás volviendo loco, Balbin… —murmuró Agustín, observando el cadáver de Wiliam con una mezcla de rabia y desdén. Sin perder más tiempo, encendió el fuego que comenzó a consumir la sala. Las llamas, danzantes y voraces, reflejaban el caos mientras él se alejaba sin mirar atrás.

En el viejo estacionamiento, una figura femenina emergió de entre las sombras. Su presencia, elegante y peligrosa, hizo que Agustín se detuviera en seco. La reconocía, aunque su rostro permanecía oculto tras la penumbra. Por un instante, pensó que todo había terminado, que la victoria era suya. Pero un escalofrío le recorrió la columna justo antes de que el disparo resonara.

El impacto fue limpio y brutal. Agustín cayó al suelo, el dolor atravesándolo como un rayo mientras veía a la mujer acercarse lentamente, su silueta iluminada por las llamas que aún ardían en la distancia.

Balbin estaba de brazos cruzados, esperando fuera de un edificio frente a la playa. Molesto, miró hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a ocultarse. Siwel salió de aquel bar después de saludar a varios íncubos.

—Jaja, siempre tan animados... —comentó mientras se acercaba a Balbin—. ¿Qué pasa?

Un malestar en el pecho invadió a Balbin. Suspiró, consciente de que su caparazón maltratado le estaba afectando. Le molestaba no poder recorrer distancias sin sentirse así, aunque, en el fondo, otro sentimiento extraño lo incomodaba aún más. Sacudió la cabeza, negándose a admitir su estado.

—Nada —suspiró—. ¿Este es el último?

Siwel, aunque preocupado, sabía que presionarlo solo empeoraría la situación.

—Sí, con esto será más que suficiente.

—No quiero imaginar cómo conseguiste entrar a este círculo —dijo Balbin entre risas.

—Me conoces, soy muy sociable —respondió Siwel con astucia. Pero no pudo evitar notar cómo su amigo volvía a mirar preocupado hacia el cielo—. ¿Seguro que estás bien?

De pronto, Balbin se llevó una mano al pecho y se inclinó hacia adelante. Siwel lo sostuvo de inmediato, mirando a su alrededor con temor a que Balbin se desplomara, aún en su cuerpo físico.

—Ngh...

—Balbin— sorprendido tras notar el mapa del vínculo.

—Vamos —dijo Balbin, con esfuerzo, enderezándose poco a poco. Mientras las marcas del vínculo brillaban y ardían al mismo tiempo.

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1
Mili Linue
estoy asustada.
quiero ver a Balbín admitir que le gusta Agustin
Mili Linue
jjajaj perdón pero ahora veo a este William con orejas de gato jajajajaja miam miam
...necesito terapia.
Mili Linue
deja a mi esposo fuera de tus cochinos pensamientos/Silent/ celosa
Mili Linue
si ya esta perdído
Mili Linue
jajajjaaj hijo de la constitución
Mili Linue
Mi esposo llegó
Mili Linue
muestrale quién manda /Smirk//Applaud/
Mili Linue
yo entendí esa referencia
Mili Linue
/Scare/ díablos señorito!
Mili Linue
/Brokenheart//Brokenheart//Brokenheart//Whimper//Frown/
Mili Linue
DALE CON LA SILLAAAA /Angry/
Mili Linue
bo ves que apenas camina¡!!! /Sob//Sob//Sweat/
Mili Linue
/Puke//Puke//Puke/
Mili Linue
/Speechless//Speechless//Speechless/ y a este que le pasa
Mili Linue
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!
me embaracé. Siwel cásate conmigo¡!
Mili Linue
/Skull/
Mili Linue
stoy confundida con el tiempo
Mili Linue
siiiiii seré discreta /Shhh/
Mili Linue
no me asustes!
Mili Linue
no estés triste ya no stas solito
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