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El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

El Oráculo De La Bruja: El Despertar Del Nexus

Status: En proceso
Genre:Magia / Demonios / Brujas / Fantasía épica
Popularitas:2.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Kevin J. Rivera S.

En un mundo que olvidó la era dorada de la magia, Synera, el último vestigio de la voluntad de la Suprema Aetherion, despierta tras siglos de exilio, atrapada entre la nostalgia de lo que fue y el peso de un propósito que ya no comprende. Sin alma propia pero con un fragmento de la conciencia más poderosa de Veydrath, su existencia es una promesa incumplida y una amenaza latente.

En su camino encuentra a Kenja, un joven ingenuo, reencarnación del Caos, portador inconsciente del destino de la magia. Unidos por fuerzas que trascienden el tiempo, deberán enfrentar traiciones antiguas, fuerzas demoníacas y secretos sellados en los pliegues del Nexus.

¿Podrá una sombra encontrar su humanidad y un alma errante su propósito antes de que el equilibrio se quiebre para siempre?

"No soy humana. No soy bruja. No soy demonio. Soy lo que queda cuando el mundo olvida quién eras."

NovelToon tiene autorización de Kevin J. Rivera S. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO VIII: La sombra y la espada

— Kenja —

El viento soplaba suavemente mientras el horizonte se teñía de tonos anaranjados. Mi corazón latía con fuerza, un ritmo constante que resonaba en mis venas como una melodía de esperanza. Este momento había llegado finalmente. Mi camino había comenzado, y por primera vez sentía que, a pesar de no comprender completamente la magnitud de lo que soy, podía controlar el poder que fluía a través de mí, un poder que antes era desconocido, pero que ahora parecía parte de mi ser. Aún no entendía del todo mi existencia, ni el porqué de mi reencarnación, pero una parte de mí sabía que debía cumplir con algo, con un propósito que me era ajeno, pero a la vez inminente: encontrar esa mazmorra perdida, ese lugar de secretos olvidados.

Miré al cielo antes de dar el primer paso. Cerré los ojos y recé, en silencio, a Aetherion. Pensé en lo que Synera me había dicho: "Si tienes fe en ella, tu fe la alcanzará". A pesar de que no entendía completamente la conexión con Aetherion, sentía que esa oración era más que palabras vacías, que cada uno de esos susurros llegarían a quien lo necesitara.

Al darme vuelta, vi a Synera y a Frayi. Ellos estaban ahí, en la distancia, en ese punto entre lo que he sido y lo que seré. El amor y la preocupación que reflejaban sus ojos, y el apego que Frayi parecía no poder contener, lo hacían más real. Él estaba temblando, como si el peso de la despedida lo estuviera destrozando. Frayi, se acercó a mí, sus ojos llenos de miedo y amor incondicional. No me abrazó, pero su gesto fue claro: no quería que me fuera.

— Amo bonito, amo pechocho, prométame que llegará sano y salvo a casa, no me vaya a dejar solito otra vez con esta mujer que, a pesar de los años, aún me sigue dando miedo — Frayi expresó con angustia, las lágrimas caían de sus ojos, sobre su rostro lleno de preocupación.

Synera, a su lado, lo miraba con comprensión, pero sus ojos también reflejaban algo más: un destello de orgullo y tristeza, como si supiera que este momento era inevitable.

—Tranquilo, Frayi… Estaré bien. Prometo regresar antes del amanecer, y cuando lo haga, prepararemos un gran festín. ¿De acuerdo? — Le respondí, tratando de darle algo de paz a su alma, un consuelo que sabía que necesitaba.

— Espero que sea verdad. Que vuelvas antes del amanecer... Tengo hambre, y sabes cómo me pongo cuando no como lo suficiente — dijo Synera, esbozando una sonrisa que escondía su propia preocupación.

Frayi, sin poder evitarlo, se acercó aún más. Lloraba, no de tristeza, sino de una felicidad mezclada con el miedo a lo desconocido. Me rodeó con su pequeño cuerpo de zorro, mirando hacia arriba con sus grandes ojos. Era un gesto simple, pero cargado de un amor inmenso. Para mí, Frayi no era solo un guardián. Era como un padre, alguien que me había cuidado desde que era un niño. Había sido su protección y su amor lo que me permitió crecer y convertirme en lo que soy ahora. Lo miré con una sonrisa triste, sabiendo que no quería irme, pero que debía hacerlo.

— ¡Ya, ya! ¡Mucha cursilería entre ustedes dos! Me van a hacer vomitar — intervino Synera, con su tono sarcástico habitual. Mientras, con un gesto casi automático, invocaba un cigarrillo que encendió entre sus dedos. No pude evitar reír al verla, tan característica y a la vez tan cercana.

En ese momento, me di cuenta de que no quería irme. Ese lugar, con ellos, había llegado a ser mi hogar. Mis pasos se sintieron más pesados de lo que imaginaba, como si todo mi ser luchara por quedarse. Había miedo en mí, una sensación de vulnerabilidad que no quería admitir, pero debía irme. Necesitaba demostrarles que podía valerme por mí mismo, que el joven que alguna vez dependió de ellos podía ahora enfrentarse al destino por su cuenta.

Me giré lentamente, con una sonrisa que trataba de ocultar la tristeza, y con una última mirada a Synera y Frayi, levanté la mano en señal de despedida.

— Da lo mejor de ti, Kenja — me dijo Synera, su voz llena de orgullo. Esa palabra, mi nombre, resonó en mi pecho como un faro que iluminaba mi camino.

Cuanto más me alejaba, el sonido de Frayi corriendo detrás de mí y su grito me alcanzaba, envuelto en un dejo de alegría y preocupación.

— ¡Buena suerte, amo bonito! ¡Estaremos esperando en casa, cuídate mucho! — Frayi saltaba y brincaba detrás de mí, sus palabras llenas de amor y esperanza. A lo lejos, vi cómo ambos levantaban las manos, una despedida silenciosa, pero llena de promesas.

No podía evitarlo. Mis pasos eran firmes, pero mi corazón se quedaba allí, con ellos. Sin embargo, sabía que el camino que debía recorrer solo era mío, uno que debía enfrentar, sin importar lo que dejaba atrás.

A cada paso que daba en la montaña, el mundo parecía desvanecerse en una niebla helada. La ventisca era despiadada, sus rugidos ahogaban incluso mis propios pensamientos, y la nieve danzaba a mi alrededor como un velo de espejismos. El camino era incierto, dibujado apenas por la intuición y el eco de un llamado antiguo que ardía en lo más profundo de mí. No sabía hacia dónde exactamente me dirigía. No conocía la forma del lugar que buscaba. Solo sabía una cosa: debía encontrar la entrada perdida en el corazón de esta montaña, oculta más allá del juicio de los sentidos.

El frío era brutal, pero mi determinación era fuego puro. Elevé mi mano y murmuré un encantamiento, un susurro de mi poder canalizado a través del viento. Las corrientes heladas comenzaron a abrirse como si obedecieran a una voluntad superior, permitiéndome ver entre la niebla un sendero que se revelaba tan solo por momentos, como si la misma montaña me pusiera a prueba.

Pasé por zonas nunca vistas, con formaciones de hielo que parecían esculturas vivas y raíces petrificadas que brotaban de las rocas, como si la montaña respirara. La sensación de que alguien —o algo— me observaba no me abandonaba. Pero debía seguir. Esta era la senda que había nacido para caminar.

Horas después, alcancé el centro de la montaña… y el mundo cambió.

El viento se detuvo. El frío se disipó como si jamás hubiera existido. Ante mí se extendía un valle oculto, cálido y repleto de vegetación resplandeciente. No era solo un claro: era un santuario secreto. Árboles de hojas tornasoladas brillaban como espejos líquidos bajo la luz de un sol que no sabía de dónde provenía. Aves gigantescas de plumaje carmesí cruzaban el cielo en círculos amplios. Una de ellas, con ojos como carbones vivos, me observaba desde lo alto, como si reconociera algo en mí.

El suelo comenzó a temblar suavemente, y una grieta se abrió a mis pies. Frente a mí, un precipicio profundo se abría como una herida antigua. Desde abajo, ríos de lava serpenteaban con calma, brillando como sangre líquida. ¿Un volcán escondido en el corazón de una montaña nevada? Nada en este mundo seguía las reglas que alguna vez creí comprender.

Me incliné hacia el abismo. Una luz tenue y pulsante brillaba en el fondo. No era natural. Era... una llamada.

Entonces, sin advertencia, la enorme ave carmesí aterrizó detrás de mí, desplegando sus alas como velos de fuego. Su presencia era majestuosa, envolvente. Me giré, temiendo que fuera hostil, pero en lugar de atacar, se inclinó suavemente, ofreciéndome su lomo como si supiera exactamente a dónde debía llevarme.

Sin pensar demasiado, subí.

Alzamos vuelo, descendiendo por el abismo como si cruzáramos entre mundos. El calor de la lava acariciaba mi rostro mientras la criatura planaba con una elegancia sobrenatural. La suavidad de sus plumas y el fulgor mágico del entorno me hicieron sentir dentro de un sueño que rozaba lo divino.

Al llegar al fondo, una caverna se abría ante nosotros. Era vasta, imponente. Las paredes estaban cubiertas de hongos fosforescentes y cristales vivientes que lanzaban destellos azulados por todo el recinto. Era un espectáculo etéreo, como si la montaña guardara un corazón hecho de pura magia.

Descendí con calma del lomo ardiente del ave, le acaricié suavemente el cuello en señal de agradecimiento, y sin mirar atrás, seguí mi camino hacia lo desconocido. La criatura desplegó sus alas una vez más, alzó el vuelo en un torbellino de luz y fuego… y desapareció en lo alto. No me detuve a pensar en su regreso. Solo avancé. Porque a veces, lo único que queda… es seguir caminando.

Y al fondo… lo vi.

Una entrada de piedra antigua, monumental. Dos estatuas colosales flanqueaban el umbral: un ángel y un demonio, cada uno empuñando una espada que cruzaba sobre la entrada. Aun en su inmovilidad, transmitían una sensación de vigilancia ancestral.

Di un paso al frente, y entonces las voces resonaron, profundas y multiplicadas en el eco:

—“Solo los de buen corazón serán capaces de entrar… Tú, humano… ¿estás listo para atreverte?”

Tragué saliva. La piel se me erizó. El aire se volvió denso, como si el juicio estuviera suspendido en el tiempo. Asentí con firmeza.

Las espadas de las estatuas se alzaron lentamente, separándose con un sonido grave, como si movieran el mismo mundo. Crucé el umbral. Sentí una barrera de energía rozar mi cuerpo, pero no me detuvo. Pasé sin daño.

Las antorchas a lo largo de las paredes se encendieron por sí solas, una por una, revelando un corredor largo, recto y oscuro, como si caminara sobre el límite entre el presente y lo eterno. Al final del pasillo, me esperaba una gran puerta de piedra, cubierta de inscripciones arcanas y símbolos que vibraban suavemente con mi presencia.

En su centro: una figura de una mano abierta, como una invitación.

Puse mi palma sobre ella. Un corte sutil me atravesó la piel, y retiré la mano instintivamente, pero era tarde: la puerta ya había probado mi sangre. Esta fue absorbida de inmediato, y los mecanismos se activaron con un retumbar antiguo. La puerta se abrió.

Y lo que vi al otro lado me dejó sin aliento.

Un colosal domo de hielo se extendía ante mí, iluminado por cristales azules suspendidos en el aire, como estrellas atrapadas. En el centro, sobre una plataforma, reposaba un mandoble gigantesco. Su forma era salvaje, casi monstruosa. El filo parecía tener colmillos, como la boca de una bestia.

En uno de los costados de la hoja, una esfera oscura de tamaño mediano giraba lentamente, con un fulgor líquido y vibrante. En la punta de la empuñadura, sobresalía un colmillo de tiburón, y la hoja se curvaba como un diente largo y afilado. Tenía la forma y la presencia de un tiburón, como si una criatura marina hubiera sido atrapada en acero.

Me acerqué con cautela. La espada parecía esperar algo… o a alguien.

Pero al tocarla, una descarga brutal de energía eléctrica estalló a mi alrededor. Caí al suelo. Ráfagas de rayos surcaron la caverna. La espada no me aceptaba.

Fue entonces cuando el ambiente cambió.

Una neblina pesada se arrastró desde los bordes del lugar, envolviéndolo todo en un velo gris. El silencio se hizo espeso. Retrocedí, alerta… y entonces lo vi.

Una figura estaba de pie sobre la empuñadura de la espada, como si flotara. Una silueta oscura, desprovista de luz, sin rostro ni rasgos… pero idéntica a mí. Mi reflejo sin alma.

Mi sombra.

La figura me miró. Sin emitir palabra, tomó el mandoble con una facilidad que me paralizó. Luego se lanzó contra mí con una velocidad endemoniada.

El enfrentamiento había comenzado.

Me miraba sin ojos, me desafiaba sin palabras.

Frente a mí, no estaba un enemigo. Estaba yo, despojado de todo lo que aparento ser.

Y así, al fin, empezó la verdadera batalla: la de mi alma.

1
Beatriz Narváez campo
con quién comenzará esta nueva vida synera...al menos no estará sola!!
Beatriz Narváez campo: eso está muy bien!! entre más entretenida mejor se disfruta la lectura!!
Kenja: Y cada capítulo es mejor que el anterior🤭🤭
total 2 replies
Beatriz Narváez campo
muy interesante historia!!
Leidys Quintero
Es muy emocionante esta historia, cada vez se pone mejor.
Leidys Quintero
Esta genial la historia, necesito leer mas, cada vez se pone mejor.
Paola Rivera
Muy buen trabajo hermano, sigue así.
Mikoru987
increible !!
Đông đã về
¡Escribe más, por favor!
Kenja: Hola, saludos. Por supuesto. Estaré subiendo capítulos todos los días. Pronto estará disponible el capítulo V. /Heart/
total 1 replies
Maito
Mas capitulos escritora!
Kenja: Hola, gracias por tu comentario. Espero estes disfrutando mi Obra tanto como yo al escribirla, estare subiendo capitulos nuevos todos los dìas. saludos...
total 1 replies
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