La historia de una mujer que amó hasta el último día de su vida. Ella se quedó esperando a un amor que le juró que volvería, pero solo Dios sabe si cumpliría su promesa.
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Regreso de la luna de miel
Arregla tus maletas, mi amor, mañana nos regresamos. Yo haré las mías.
No te preocupes, puedo hacer las tuyas y las mías, dijo Jimena muy amorosa.
¿De verdad harías eso?
Claro que sí.
Entonces voy a ir a la alberca un rato, ¿vienes en cuanto termines las maletas?
Sí, en cuanto termine ya estoy ahí contigo, dijo Jimena dándole un gran beso.
Héctor se fue a la piscina y se tiró un clavado. No bien se hubo metido al agua cuando sonó su celular.
Él leyó en su pantalla, Linda.
¿Y ahora qué querrá esta mujer?, no llena.
¿Qué pasa, Linda?, dijo al contestar la llamada.
¡Grandísimo imbécil, idiota!, ¿qué has hecho?
¿Qué he hecho de qué?, no te entiendo, habla claro.
No te hagas que la Virgen te habla, ¿por qué te casaste con esa estúpida?
Primero, no llames estúpida a mi esposa; segundo, no tengo por qué darte explicaciones de mis actos, soy una persona adulta y, por lo tanto, tomo mis propias decisiones.
Y, ¿cómo la conociste o qué?, ¿quién te la presentó?
No entiendo tu pregunta, ¿de qué estás hablando?, Héctor se hizo el loco.
Hablo de Jimena, por supuesto. Ella es la exnovia de Marcelo, contesta, ¿quién te la presentó?
¿En serio? No sabía, yo simplemente la conocí y como la vi muy abatida la consolé, el amor llegó pronto.
Y, ¿cuál dedo quieres que me chupe? No creo ni una sola palabra de lo que me estás diciendo.
Pues ese es tu problema y ahora voy a colgar porque ya viene mi esposa.
Espera, no cuelgues, pero Héctor no le hizo caso y colgó la llamada, no tenía deseos de hablar con esa mujer tóxica y malvada.
¿A poco ya terminaste las maletas, mi amor?
Sí, ya hice las tuyas y las mías. ¿Con quién hablabas?
Un cliente con el que cerré un negocio, quería citarme, pero le dije que estaba de luna de miel en España y no podría ir por el momento.
Pues ya mañana nos vamos y podrás cerrar ese negocio.
No te preocupes, mi amor, ese negocio ya está cerrado solamente queríamos ultimar algunos detalles.
Y fue entonces cuando Héctor la jaló y cayó al agua también.
Ella reía divertida.
El día transcurrió sin más incidentes disfrutando de su luna de miel.
Al día siguiente partieron rumbo a México.
Como Héctor era una persona muy importante en los negocios, no faltaban los paparazzi que lo perseguían a todas partes y todo el mundo se enteró que pronto él regresaría de España acompañado de su hermosa esposa.
Ay, se me olvidaba que estos hombres nomás andan atrás de mí, pero vente, vamos a despistarlos.
Héctor se fue por un callejón y salieron por otro lado, para que los paparazzi no los vieran.
Era la primera vez que Jimena experimentaba algo así, aunque ella era muy importante también en el mundo de la moda nunca había sido perseguida por un paparazzi.
Para ella era una experiencia, verdaderamente emocionante.
Cuando lograron ocultarse ellos reían a carcajadas sin poder contenerse.
Ay mi amor, no pensé que fueras tan famoso.
No precisamente, famoso, pero como tengo muchos negocios. Me persiguen sin conciencia.
Pues viene siendo casi lo mismo.
Olvidémonos por el momento de eso, vamos al hotel. Tenemos que ir al aeropuerto, no nos vaya a dejar el avión.
Ya en el hotel.
Que no se nos olvide nada.
No, ya guardé todo, dijo Jimena.
Héctor pidió un taxi. Después de una hora llegaron, ya estaban anunciando la salida del vuelo 508.
¿Sabes, amor?, desde que te conocí mi vida ha cambiado por completo. Has llenado de paz y amor a mi alma tan vacía y triste. Nunca me dejes, por favor.
Nunca, mi amor.
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Llegaron a su destino varias horas después, eran la 11 pm. Ya que es diferente el horario en España y México.
La casa a la que arribaron ya estaba lista para los recién casados. Héctor la levantó en brazos y la condujo al interior de la vivienda. La llevó directo a la suite matrimonial. Ponte cómoda, le dijo. Voy a meter todas las cosas, enseguida vuelvo.
Rato después, Héctor entró a la recámara, ella ya se había dado una ducha y estaba con la bata de baño.
Héctor se acercó a ella... Qué bien hueles. Estás muy fresca.
Desde hoy esta es tu casa. Mañana te presentaré a los sirvientes. Tú eres la dueña y señora, se hará todo lo que tú quieras. Puedes cambiar, decorar, poner o quitar todo lo que tú quieras.
Esa noche iba a ser muy difícil conciliar el sueño.
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Al día siguiente, la servidumbre estaba acomodada en línea recta.
Les presento a mi esposa, desde hoy ella es la dueña y señora, la obedecerán en todo lo que ella disponga. Espero que todos se comporten a la altura de las circunstancias y la respeten, ¿estamos?
Sí, señor, dijeron al unísono.
Es todo, vayan a sus labores, Dolores, tú eres la encargada de atender personalmente a la señora, y, por favor, guarda todo lo que veas y oigas. Lo que pase aquí, aquí se queda, ¿estamos?
Estamos, dijo Dolores.
Por lo pronto, ve con ella y ayúdala con las maletas.
Con permiso, señor.
Dolores era una mujer de unos 45 años aprox. Había trabajado en muchos lugares, pero no estaba a gusto. Cuando conoció a Héctor su vida cambió, él le ofreció techo, comida y un sueldo, a cambio de que trabajara en su casa.
Llevaba en esa casa alrededor de dos años.
Ella era la jefa de los demás sirvientes. En sus ojos brilló un destello de..., ¿celos?
Ella estaba acostumbrada a mandar, pero ahora la que mandaría sería Jimena, por eso estaba muy seria.
Estaba ayudando a acomodar la ropa en el closet, no sonreía, parecía zombi. Iba de aquí para allá sin hablar.
Jimena la notó rara.
¿Te pasa algo, Dolores?
No, señora.
Estás muy seria.
No me gusta hablar con extraños, dijo ella sin expresión alguna, más seria que una estatua.
Yo ahora soy la señora de esta casa, no soy una extraña.
Para mí si lo es, ¿necesita otra cosa?
No, gracias, permanece cerca por si te necesito más tarde.
Aquí tiene esta campanita, si me necesita solo tóquela.
Gracias.
Dolores se fue directo a la cocina, a ella le gustaba supervisar que todo estuviera en orden.
Raquel ¿Ya está la comida para la señora?
En un minuto más, dile que ya puede acercarse al comedor, por favor.
Y, el señor, ¿dónde está?
En su despacho.
Dolores le avisó a Héctor, pero no a Jimena.
Ya se iba, pero Héctor la detuvo, ¿le avisaste a Jimena?
No, señor.
Ella está primero que yo siempre, ¿ok?
Sí señor, disculpe.
Pues ve, ¿qué esperas?
Sí, señor.
De mala manera Dolores obedeció.