Luana Martínez es una joven de 23 años que ha dedicado su vida a la repostería, siguiendo los pasos de su madre en la pastelería familiar. A pesar de ser sociable y tener un fuerte vínculo con su hermano Mike, Luana es reservada y prefiere la tranquilidad de su hogar a las fiestas. Su vida da un giro inesperado cuando recibe una invitación a la fiesta de Logan Harris, un atractivo empresario de 27 años conocido por su vida social agitada y su carisma.
A medida que Luana se adentra en el mundo glamuroso de Logan, comienza a cuestionar sus propias limitaciones. Él, con su espíritu aventurero y despreocupado, es todo lo contrario a ella. A través de encuentros inesperados y conversaciones profundas, Luana se encuentra cada vez más atraída por su manera de ver la vida. Luana debe enfrentar sus miedos y abrirse a nuevas experiencias, mientras descubre que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.
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Capítulo 9: Confesiones y Sueños
Luana
El aroma a café recién hecho y a pan recién horneado inundaba la pequeña cafetería, un aroma que siempre me hacía sentir en casa. Vanessa y Daniela ya estaban sentadas en una mesa, charlando animadamente, cuando llegué.
— ¡Luana! — exclamó Vanessa, con una sonrisa radiante. — ¡Te estábamos esperando!
— ¿Y qué tal la cita? — preguntó Daniela, con una mirada pícara.
Me senté frente a ellas, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas. La cita con Logan había sido increíble, pero aún no me había acostumbrado a la idea de que el hombre que me había parecido tan inalcanzable, tan fuera de mi mundo, me había invitado a tomar un café.
— Fue… increíble. — respondí, sintiendo que la palabra no reflejaba la intensidad de la experiencia.
— ¡Cuéntanos todo! — exclamó Vanessa, con una mezcla de emoción y curiosidad.
— ¿Qué te pareció? — preguntó Daniela, con un tono de voz más suave.
— Es… encantador. — respondí, sintiendo que mi voz se hacía más suave. — Es inteligente, divertido, y tiene una forma de mirar que te hace sentir… especial.
— ¡No me digas! — exclamó Vanessa, con los ojos brillantes. — ¿Y qué tal la conversación? ¿De qué hablaron?
— De todo un poco. — respondí, con una sonrisa. — De nuestras familias, de nuestros trabajos, de nuestras pasiones.
— ¿Y qué te dijo sobre su familia? — preguntó Daniela, con un tono de voz curioso.
— Habló mucho de su hermano, David. — respondí. — Me contó que son muy unidos, que se llevan muy bien.
— ¿Y qué te pareció? — preguntó Vanessa, con un tono de voz interesado.
— Es un hombre con un corazón de oro. — respondí, sintiendo una calidez invadir mi pecho. — Se preocupa por los demás, por su familia, por sus empleados.
— ¡Qué lindo! — exclamó Vanessa, con un tono de voz soñador. — ¿Y qué pasó después? ¿Te besó?
— No, no llegó a eso. — respondí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas. — Pero…
— ¡Pero qué! — exclamó Vanessa, con un tono de voz impaciente.
Rei ante la impaciencia de mi amiga y Daniela también lo hizo.
— Pero me invitó a salir de nuevo. — respondí, con una sonrisa. — Me dijo que le encantaría seguir conociéndome.
— ¡No me digas! — exclamó Vanessa, con la boca abierta. — ¡Es increíble!
— Sí, es increíble. — respondí, sintiendo que la felicidad me inundaba. — No puedo creer que esté pasando esto.
— ¿Y tú? ¿Te gusta? — preguntó Daniela, con un tono de voz más suave.
— Sí, me gusta mucho. — respondí, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. — Es un hombre encantador, con una energía que te contagia.
— ¡Te lo dije! — exclamó Vanessa, con un tono de voz triunfante. — ¡Te iba a encantar!
— ¿Y qué planes tienen para la próxima cita? — preguntó Daniela, con un tono de voz curioso.
— No lo sabemos aún. — respondí, con una sonrisa.
— ¿Y tú qué piensas? ¿Qué te gustaría hacer? — pregunto.
— No lo sé. — respondí. — Me gustaría conocernos mejor,de distintas manera.
— ¿Y qué tal una tarde en la pastelería? — sugirió Daniela, con una sonrisa. — Podrías prepararle un pastel especial.
— ¡Me encanta la idea! — exclamó Vanessa, con un tono de voz entusiasta. — ¡Sería perfecto!
— Sí, podría ser una buena idea. — respondí, sintiendo que la idea me encantaba. — Podría prepararle un pastel de chocolate, su favorito.
— ¡Perfecto! — exclamó Vanessa, con un tono de voz alegre. — ¡Te ayudaremos a prepararlo!
— Sí, ¡nos encantaría! — dijo Daniela, con una sonrisa.
— Gracias, chicas. — respondí, sintiendo que la calidez de su amistad me reconfortaba. — son las mejores amigas que alguien podría pedir.
— No hay de qué, Luana. — respondió Vanessa, con una sonrisa. — Siempre estamos aquí para ti.
— Y siempre estaremos aquí para celebrar tus éxitos. — dijo Daniela, con un tono de voz cariñoso.
Las tres nos sonreimos. Habíamos pasado una tarde maravillosa, hablando de nuestros sueños, de nuestros miedos, de nuestras esperanzas.
— ¿Y qué tal tu trabajo, Luana? — preguntó Vanessa, con un tono de voz interesado. — ¿Cómo va la pastelería?
— Bien, la pastelería va bien. — respondí, con una sonrisa. — Mi mamá está muy contenta con el trabajo que estoy haciendo.
— ¿Y tú? ¿Te gusta? — preguntó Daniela, con un tono de voz curioso.
— Sí, amo mi trabajo. — respondí, con una sonrisa. — Me encanta trabajar con mi mamá, y me encanta hacer pasteles.
— ¿Y tus sueños? — preguntó Vanessa, con un tono de voz soñador.
— Sí, tengo un sueño. — respondí, sintiendo que una sonrisa se dibujaba en mi rostro. — Quiero abrir mi propia pastelería, un lugar donde pueda crear mis propios pasteles, un lugar donde pueda compartir mi pasión con el mundo.
— ¡Me encanta! — exclamó Daniela, con un tono de voz entusiasta. — ¡Es un sueño precioso!
— Sí, es un sueño precioso. — respondí, sintiendo que la felicidad me inundaba. — Y estoy segura de que lo voy a cumplir.
— Claro que sí — exclamó Vanessa, con un tono de voz triunfante. — Tú puedes con todo.
— Sí, Luana. — dijo Daniela, con un tono de voz cariñoso. — Tienes talento, pasión y determinación.No hay nada que no puedas lograr.
— Gracias, chicas. — respondí, sintiendo que la calidez de sus palabras me llenaba de energía.
— Y hablando de sueños… — dijo Vanessa, con un tono de voz soñador. — ¿Alguna vez has pensado en mudarte a la ciudad?
— ¿A la ciudad? — pregunté, con un tono de voz sorprendido. — No lo sé.
— Sería increíble — exclamó Daniela, con un tono de voz entusiasta. — Podrías abrir tu propia pastelería en un lugar céntrico, con mucho movimiento.
— Sí, podría ser una buena idea. — respondí, sintiendo que la idea me atraía. — Pero…
— ¿Pero qué? — preguntó Vanessa, con un tono de voz impaciente.
— Pero me da miedo. — respondí, sintiendo que la duda me invadía. — Me da miedo dejar mi vida aquí, mi familia, mis amigos.
— No te preocupes — exclamó Vanessa, con un tono de voz tranquilizador. — Siempre estaremos aquí para ti.
— Sí, Luana. — dijo Daniela, con un tono de voz cariñoso. — Y además, podrías venir a visitarnos siempre que quieras.
— Y siempre estaremos aquí para ayudarte a cumplir tus sueños — exclamó Vanessa, con un tono de voz triunfante.
Les sonreí agradecida por tener amigas como ellas. Que siempre me apoyaban y estaban a mi lado cuando las necesitaba.