ASERE

MARIANO

—¿Y bien?— le pregunto a la morena una vez que estamos sentados a la mesa, se ve más hermosa con ese vestido amarillo —¿Qué te parece?— dejo la pregunta abierta para ver en qué es lo primero que se fija.

—¿Tú preparaste esta cena para mí o también te dejaron plantado?— sonrío negando.

—Esto lo hice para ti, se me ocurrió cuando ví que se hizo tarde y no llegaban a buscarte, no podía desaprovechar la oportunidad de tener tu compañía— veo que se le asoma una sonrisa al rostro.

—Gracias, de verdad, es un bonito gesto de tu parte— me dice colocando su mano sobre la mía.

YAIMARA

—Disculpa que no te haya llevado a un restaurante lujoso— me dice y es lo que menos me importa, siento que este hombre puede hacer mágico cualquier lugar.

—No me importa si me llevas a un restaurante de lujo o comemos en un parque, si me das un pan con manteca y sal, lo disfrutaría como una cena de lujo— le digo con toda la sinceridad y es que, ¿cómo no disfrutar cada detalle de este hombre?.

Lo miro descorchar la botella de vino y la vista no puede ser mejor que este hombre frente a mí, mientras detrás de él se ve toda la ciudad.

El camarero sirve un plato de queso, carne y aceitunas, además de pan a la parrilla con tomates y aceite de oliva a la que Mariano llama bruschetta.

Sentir su mirada sobre mí es algo que no sé ni siquiera con qué compararlo, su galantería no se siente falsa, aunque no confíe en los hombres, además él lleva en el cuello siempre una cadena, con un anillo de compromiso, que me hace mucho ruido, tal vez sea de alguna mujer que no puede olvidar.

MARIANO

Ver cómo disfruta su pasta es una delicia y me devuelve a mis orígenes, dónde ninguna de las mujeres que conocía se ponían a contar calorías. Definitivamente creo que esta es mi chica.

—¿Dejaste a alguien esperando en tu país?— le pregunto, porque ya quiero conocer todo de ella, en todo este tiempo que llevo observándola no la veo deslumbrada por los lujos a su alrededor, al contrario veo la forma en como le da valor a los gestos.

Niega ante mi pregunta y comienza a contarme parte de su vida, de como vivió desde niña y del abandono de su madre, guarda silencio, cuando el camarero se acerca a servir el segundo plato.

—Si esto está como la pasta, me sacas de aquí rodando— me dice riendo, con su acento tan particular, mientras ve la carne en crema de champiñones con vegetales salteados que se le ha servido.

—Tú disfruta— le digo, quiero que continúe contándome —¿Y algún novio?— le pregunto, veo como su expresión cambia y estoy por pensar que metí la pata.

—¿Qué crees que soy?— me responde y ahora sí estoy seguro de que metí las dos —sé que puedes pensar que me ando acostando con cualquiera, pero no es así.

Me cuesta calmar las aguas, sé que mi falta de tacto la ofendió y hasta me volteó la tortilla.

YAIMARA

A medida que transcurre la cena, inconscientemente me voy abriendo con Mariano, pero únicamente soy yo quien cuenta su vida y aún quiero saber ¿qué significa ese anillo?; de pronto me hace una pregunta que me molesta, pero también me doy cuenta de que lo que sea que pasa entre nosotros no es normal y es perfectamente válido que él pueda pensar que soy mínimo una sata (ligona coqueta).

Verlo desesperado tratando de disculparse, me da la oportunidad que quiero.

—Tal vez tú creas que yo soy así con todo el mundo porque tú si tienes a alguien— le digo retándolo con la mirada —¿o me vas a decir que ese anillo que siempre llevas colgando en el cuello no significa nada?

Sentí una extraña opresión en mi pecho cuando bajó la mirada y guardó silencio.

—Quieres saber todo de mí, pero de tí, no dices nada— ruedo mi asiento y me levanto —gracias por la cena —le digo y salgo de su apartamento.

Pulso el botón de mi piso en el ascensor y no sé qué es lo que estoy sintiendo, quería que corriera detrás de mí, que me dijera que no hay nadie, que el anillo es de su mamá, ¡qué sé yo!, cualquier cosa, pero no, esa alianza debe tener para él un significado que no está dispuesto a compartir y yo no quiero convertirme en la mujer con la que traicionan a otra o en su sustituta...

Yaimara se remueve entre las sábanas sin poder dormir, mientras a Mariano le resuenan en la cabeza las palabras de su hermana, pero no es fácil para él contarle a otra persona acerca de la manera cómo fue humillado Poco menos de una hora después de la medianoche decide interrumpir el sueño de quien con crudas verdades lo lleva a tierra.

—A ver si entiendo, ¿tú me das el susto de mi vida para decirme que te cortaron las patas por bruto?— dice María José al otro lado de la línea, ella tiene el teléfono en altavoz y su marido escucha cada palabra.

—Hermano, corra detrás de esa hembra y dígale lo que quiere saber, es la única forma de tener paz, te lo dice la voz de la experiencia y por la mañana nos cuentas— habla Luciano tomando el móvil de su mujer para colgar la llamada.

Únicamente eso necesita el hombre para decidirse y sin importar la hora, correr a tocar la puerta de la que ya tiene decidido que será su mujer.