Mi Vida Después Del Divorcio

Algunos días han pasado. Liebert y yo hemos llegado a un acuerdo. Aún no completamente, él está en un proceso. Necesito volver a confiar en él, y él ha respetado mi decisión. Todavía estamos aquí en Florida. Liebert estaba en un hotel, pero en una de sus visitas, nuestro hijo no lo dejó ir, y terminó durmiendo aquí en casa. En esa noche, que debería haber sido solo una, terminó quedándose más tiempo.

La convivencia en casa trajo una sensación de familiaridad que no experimentábamos desde hace mucho. Liebert estaba esforzándose genuinamente por reconstruir lo que habíamos perdido. Nuestros días estaban llenos de largas conversaciones, risas y, poco a poco, la confianza comenzaba a restablecerse.

Un día, mientras caminábamos por la playa al atardecer, Liebert me miró a los ojos y dijo sinceramente:

— Sé que llevará tiempo, pero estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para reconquistarte.

Esas palabras calentaron mi corazón y sentí que estábamos en el camino correcto. Florida, con su clima cálido y playas exuberantes, se convirtió en el escenario perfecto para esta fase de reconexión.

A medida que pasaban los días, nuestro hijo se convertía en el vínculo que nos unía aún más. Su alegría e inocencia eran un recordatorio constante de lo que teníamos juntos. Liebert asumía su responsabilidad como padre con dedicación y amor, fortaleciendo aún más nuestra relación.

Salía para el trabajo y regresaba casi por la noche. Me sorprendía ver a Liebert y Vinícius esperándome afuera cuando salía de la agencia. Liebert siempre mantenía esa maravillosa sonrisa, y nuestro hijo también heredó esa hermosa sonrisa.

La conexión entre Liebert y nuestro hijo se fortalecía en cada instante. Era emocionante presenciar cómo se acercaban, creando recuerdos preciosos juntos.

Liebert asumía su papel como padre con una dedicación admirable. Jugaban, exploraban Florida y compartían risas que resonaban en la casa. Era evidente que nuestro hijo sentía la constante presencia de Liebert y la seguridad que traía.

Por la noche, antes de dormir, Liebert solía leerle historias a nuestro hijo, transportándolo a mundos de imaginación y aventura. Cada momento reforzaba el vínculo entre ellos, creando una conexión que sabía que perduraría para siempre.

Observaba maravillada, sabiendo que estábamos viviendo un momento de transformación. La familia que habíamos deseado se estaba convirtiendo lentamente en realidad. Liebert se había redimido y demostrado que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para ser parte de la vida de nuestro hijo y, por ende, de la mía también.

A medida que pasaban los días, la incertidumbre que alguna vez existió fue reemplazada por una confianza renovada. Juntos, estábamos construyendo un futuro que, hace poco tiempo, parecía imposible. Y en ese momento, bajo el calor de Florida y la suave luz de la luna, supe que estábamos en el camino correcto.

En un día que salí del trabajo, comenzó a llover muy fuerte. Crucé los brazos y salí de la agencia para cruzar al otro lado, cuando Liebert llegó, cubriéndonos con un paraguas, protegiéndome de la lluvia que caía. Sin darnos cuenta, nos quedamos parados allí frente al otro, mirándonos profundamente. Es una química profunda que compartimos, incluso cuando estamos peleados o separados.

— Te amo. — su voz salió como un susurro. Liebert no necesitaba decir esas palabras, porque su mirada ya lo decía. La forma en que me mira es única.

Lo que me dijo y el gesto que hizo calentaron mi corazón. Liebert estaba allí, protegiéndonos de la tormenta con el paraguas. Juntos, atravesamos la lluvia, compartiendo ese momento de intimidad y complicidad. En ese instante, me di cuenta de cuánto Liebert estaba dispuesto a estar presente en mi vida, en todos los momentos, ya sean buenos o malos. Era un claro indicio de que estábamos construyendo algo especial y duradero. Y no solo eso, se esforzaba por reconstruir esa confianza quebrada.

Llegamos a casa, mi pequeño Vinícius vino hacia mí, abrazándome y llenándome de besos, y vi a mi madre allí. Fue una sorpresa, ni siquiera me llamó para avisar que venía a pasar días conmigo. Liebert no mostró sorpresa por su presencia, estoy segura de que es cómplice de esta sorpresa.

La presencia inesperada de mi madre trajo un cálido sentimiento de familia a la casa. Vinícius estaba radiante, disfrutando cada momento junto a su abuela. Era reconfortante verlos juntos, creando lazos y compartiendo risas.

Pasamos los días juntas, recordando viejas historias y creando nuevos recuerdos. Mi madre siempre estaba dispuesta a ayudar, haciendo los días más ligeros y agradables.

Por la noche, cuando Vinícius se dormía, mi madre y yo nos sentábamos en el balcón, bajo el brillo de las estrellas, hablando sobre la vida y compartiendo nuestros sueños y esperanzas.

Esa sorpresa inesperada reveló lo importante que es mantener los lazos familiares, incluso en medio de las turbulencias de la vida. La presencia de mi madre trajo una sensación de confort y seguridad, mostrándome que, al final del día, la familia es el fundamento más sólido que podemos tener.

Mi madre se fue a descansar, y Liebert, con seguridad, también estaba descansando en su habitación. Dormimos en habitaciones separadas. Pasé por la habitación de Vinícius, me aseguré de que estuviera bien y fui a mi habitación. Una fuerte lluvia comenzó a caer. La lluvia golpeaba con fuerza en las ventanas, creando un sonido reconfortante, trayendo varios truenos, y adivinen, tengo miedo a los truenos.

Mientras la tormenta rugía afuera, me encontraba acurrucada en la cama, tratando de amortiguar el sonido de los truenos con almohadas. Cada estruendo parecía resonar en mi pecho, acelerando mi corazón.

Fue entonces cuando, de repente, la puerta de la habitación se abrió suavemente. Era Liebert. Entró con calma, notando de inmediato mi estado de ansiedad. Sin decir una palabra, se acercó y me envolvió en un abrazo reconfortante.

Su presencia trajo una sensación de seguridad que no esperaba. Liebert permaneció allí, sosteniéndome, mientras la lluvia y los truenos continuaban afuera. Sus palabras suaves y tranquilizadoras fueron como un bálsamo para mi alma inquieta.

— ¿Cómo estás?

— Shhh... — me interrumpió. — Sé todo sobre ti, vida. No es en vano que hemos pasado cinco años casados. Sé lo que te gusta, lo que no te gusta. Sé de qué tienes miedo y de qué no.

Escuché cada palabra de Liebert y me aferré más a su cuerpo. Poco a poco, la tensión cedió y logré calmarme. Liebert permaneció a mi lado, ofreciendo un apoyo silencioso hasta que la tormenta finalmente pasó.

Fue un momento de conexión profunda que selló aún más nuestro lazo.