En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
NovelToon tiene autorización de Lilith James para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Boda
Dia de la boda
—Mamá, no llores. No es como que vaya a desaparecer o algo así.
—No es eso, hija. Es solo que, ver a su hija casarse es el sueño de toda madre, pero también la pesadilla— Me dijo tratando de cercar sus lagrimas sin arruinar su maquillaje. —Mi niña ya no esta.
—Siempre voy a ser tu niña, mamá— Y volveré a ustedes mas pronto de lo que piensan si todo sale bien
—Señora Ximena, ya todos la están esperando— Informó Ramina con no muy buena cara.
Supongo que tenía todas las esperanzas puestas en que desistiera de casarme con Santiago días atrás.
—Bien, en un momento voy— Le informé mientras terminaba de colocarme el velo. —Ve adelantándote mamá y dile a papá que estaré en un minuto.
—De acuerdo— Antes de irse, me brindó un ultimo vistazo y me dio su bendición.
En cuanto estuve sola, con un nerviosismo palpable, tomé mi ramo y me miré en el espejo, verificando que cada detalle estuviera perfecto. Una profunda respiración me ayudó a reunir valor, pues estaba a punto de casarse con un hombre al que no amaba.
Al salir de mi habitación, descendí las escaleras y llegué a la entrada de la hacienda, donde mi padre aguardaba. Al verla, los ojos mi padre se humedecieron por la emoción, pero se contuvo.
—Necesito mantenerme firme respecto a las lagrimas— Bromeó. —Tu madre ya se esta encargando de ser la fuente de lágrimas oficial de la ceremonia— Ambos reímos mientras el dejaba un corto beso en mi mejilla.
Lo tomé del brazo y nos dirigimos hacia el jardín en donde ya deberían de estar todos los invitados.
Todo el camino estaba adornado con lirios blancos y pétalos en el pasto, que creaban un efecto nevado. Con cada paso que dábamos, los murmullos de los invitados se hacían más y más presentes, hasta que se detuvieron en la música de la orquesta comenzó a sonar en cuanto ambos llegamos al inicio de la costosa alfombra blanca que terminaba en el altar, donde Santiago ya me esperaba con un traje beige a medida en cuyo bolsillo había un pequeño lirio rosa como los que llevaba en mi ramo y su cabello peinado hacia atrás brindaba un perfecto efecto mojado.
Los invitados se pusieron de pie, y noté a algunos desconocidos, pero también reconocí algunos de mis amigos de la facultad, así como también mis compañeros de campaña, un par de mis familiares mas cercanos, así como también una que otra persona del pueblo.
Mientras continuábamos nuestro paso hacia el altar al compas de la música, supongo que mi padre vio mi cara de sorpresa por los presentes, así que se inclino un poco para que solo yo pudiera escucharlo.
—Tu madre ha enviado las invitaciones por petición de Santiago— Sonreí discretamente al entender lo que ocurría. Santiago esta jugando muy bien sus cartas para demostrarles a todos que ahora soy suya. —Estoy muy feliz de ver cuan enamorado esta ese hombre de ti y lo dispuesto que esta de hacer cualquier cosa con tal de hacerte feliz.
Asentí algo distraída. No por los presentes ni por lo que mi padre acababa de decir, si no por lo que estaba viendo frente a mi. Un sacerdote.
Santiago y yo nunca hablamos de una boda religiosa. Yo soy una fiel creyente, pero supuse que el no lo era así que daba por hecho que todo seria meramente algo por el civil.
Empecé a sentirme inquieta. No puedo casarme con el por la iglesia. Significaría que estaría unida a el para siempre, pero si me atrevo a decirle que no ahora, frente a todas estas personas, no se de que sería capaz.
Llegamos al altar, donde Santiago aguardaba con una expresión ansiosa y emocionada. Mi padre, con una mirada severa, le entregó mi mano a Santiago.
—Le prometo que la cuidare con mi vida— Le aseguró Santiago.
—Eso espero— Le dijo mi padre para luego ir y tomar asiento junto a mi mamá.
La música se detuvo, y todos tomaron asiento mientras el sacerdote iniciaba la ceremonia.
—Luces hermosa— Me susurró Santiago.
—Por que no me dijiste que la ceremonia sería religiosa— Le reproché en el mismo tono bajo en el que me habló.
—Quería sorprenderte.
Mi molestia estaba clara, pero preferí guardar silencio y prestar atención a la ceremonia que avanzaba tranquilamente.
Con cada palabra del sacerdote, me sentía cada vez más nerviosa pero determinada, había llegado hasta aquí y planeaba mantenerme firme aunque eso fuera en contra de mis propios principios.
El sacerdote dirigió la pregunta clave a Santiago, quien afirmó con un rotundo sí, acepto. Luego, se volvió hacia mi, pero estaba tan inmensa en mi misma, que solo volví a la realidad cuando escuche a Santiago decir mi nombre en un tono serio.
—¡Ximena!
—Ximena Salazar, acepta usted a Santiago Vargas como su esposo— Estaba que quebraba el ramo en mi mano por la fuerza que estaba aplicando en el, pero finalmente contesté.
—Si, acepto— El alivio en el rostro de Santiago fue evidente en cuanto relajo su rostro.
—Si no hay nadie que se oponga a esta unión, entonces los declaro, marido y mujer. Pueden besarse.
Santiago me tomó suavemente el rostro, acercándome hacia él con un gesto elegante. En ese momento, nuestros ojos se encontraron, y la tensión acumulada durante la ceremonia se disipó un instante. Santiago, con una sonrisa, dejó un furtivo y apasionado beso en los labios frente a todos los invitados que habían comenzado a aplaudir.
Perdóname Alejandro. Era lo único que podía repetir en mi mente mientras los labios de Santiago devoraban los míos.
pero no me parece para nada. . no sé.