En "Prisionera del Sultán", seguimos la vida de Aziza Rai'f, obligada a casarse con Akram Hassan como su segunda esposa. De esta unión nace nuestra protagonista, quien junto a su madre escapa hacia Occidente, donde es criada lejos de las tradiciones de Jaddara. Sin embargo, su destino cambia cuando Akram reclama a su hija de regreso, desatando una lucha de poderes entre el heredero de Burhan Sharif Bakhur y Akram por el control de la desafiante princesa.
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01 : Aziza Rai'f
Aziza Rai'f caminaba por el jardín cuando su padre la mandó a llamar tenía dieciocho años. Rubia y de ojos pardos, una belleza extraña para un país del Golfo Pérsico.
Hija de una enfermera inglesa y un Jeque se podía decir que era hija única en teoría, pero lo cierto era que su hermana había escapado a vivir en occidente luego de enamorarse de un inglés.
A ella nunca le habían permitido viajar a occidente a diferencia de su hermana Nazira.
Ella caminó hacia la oficina de su padre y espero a que la dejaran pasar.
En cuanto ingreso a la oficina Aziza hizo una reverencia.
— Padre,¿en que puedo servirle?, dijo ella mirando el pisó.
— Quería informarte que esta mañana he arreglado tu matrimonio.
Aziza lo miró sorprendida, sabía que algún día tenía que casarse, pero no pensó que ese día estaba tan cerca. – He pactado tu matrimonio con Akram Hassan el Rey de Jaddara. En unos días serás llevada al palacio real la boda se celebrará en dos semanas.
Ella lo miró estupefacta no quería casarse y la reputación de Akram era de un hombre implacable además ella sabía que era casado seria su segunda esposa. Ella sabía que era una posibilidad ser segunda esposa, pero su padre solo había tenido una esposa y si bien ella había sido criada bajo los estandares de Marambit, siempre habia soñado con ser la única esposa.
— Como ordene padre exclamó Aziza aunque en el fondo estaba destrozada.
Ella salió de la oficina de su padre y corrió a su habitación. No podía imaginar como sería su vida a partir de ese matrimonio. Su padre era un hombre tradicional con un gran legado arraigado en las viejas costumbres.
Pero también era un padre compasivo, no solía golpear a sus hijas y aunque había renegado de Nazira no la había hecho regresar para que fuera castigada.
Aziza decidió escribirle una carta a su hermana, se la entregó a una de las sirvientes que tenía a su disposición y en la cual confiaba ciegamente para que la enviara a Sudamérica su hermana vivía en Brasil, Nazira había adoptado por completo las costumbres de occidente.
— Bahiya, toma ya sabes lo que tienes que hacer.
— Su Alteza no se preocupe respondió Bahiya haciendo una reverencia.
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No era un hombre pequeño ni corpulento. También era considerablemente joven. Vestía una túnica negra, bordada en oro. Su tocado blanco contrastaba con sus marcadas facciones. Imponente y poderoso, resultaba increíblemente intimidante. Así era Akram a sus 42 años. En contraste con el tocado blanco, su piel lucía bronceada y dorada, mientras que sus ojos tenían el color del chocolate amargo.
El sol descendía como una cascada de oro. Bajo sus rayos, sobre la dorada del decierto un grupo de hombres permanecía sobre sus caballos, en un profundo silencio. Todas las miradas estaban fijas en el Rey cuyo caballo se mantenía apartado del resto y en el halcón que se aferraba a su muñeca enguantada. Finalmente, uno de los hombres condujo su caballo suavemente hasta ponerse al lado del Rey.
—Ha llegado la hora, Su Alteza —le dijo en voz baja.
—Lo sé. Abdul, hermano mío —dijo con emoción —, te envío a Basir para que tú y él permanezcan juntos por siempre volando en inmensidad de los cielos de Jaddara.
Luego extendió el brazo hacia adelante y el halcón desplegó sus alas, saltó del guante y se elevó hacia el resplandeciente cielo. Durante un momento, nadie se movió ni dijo nada. Entonces el sultán carraspeó.
—Ya está. Hermano descansa en paz. Akram quería creer que así era, pero la repentina muerte de Abdul aún estaba fresca en su mente.
Su avión se había estrellado durante un vuelo de rutina del ejército. Akram levantó la vista y vio a Basir volando alto sobre su cabeza. Akram tomó las riendas y montó en el caballo.
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