Leya es obligada por su madrastra a casarse con el hijo de los Foster, Edgar.
El joven de 33 años se esconde del mundo después del engaño de su futura esposa.
Sin embargo Leya descubre la verdadera identidad de Edgar...
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22: Fuera estrés
Estaban tranquilos los dos en silencio. Sarah y el señor Foster ya se habían ido después de instalarle el nuevo escritorio para Leya. Los dos estaban concentrado en sus cosas. Edgar con papeles que debía firmar, y Leya informándose con papeles básicos de la empresa.
Así pasaban los minutos que se convirtieron en horas hasta qué Leya se levantó y caminó hacia Edgar.
— ¿Vienes?
Edgar levantó la mirada.
—¿Eh?
— A comer algo... podríamos ir a almorzar en la cafetería que ví abajo, ¿te gustaría?
—Mejor me quedo aquí... gracias.
—Edgar... Porfavor... No hagas eso.
—¿Hacer qué?-levantó la ceja-.
—No quieres que nadie te mire. No tienes qué aislarte.Vayamos, de seguro tendrás hambre.
—Leya...
Ella le agarró del brazo.
—Vamos. Te prometo qué no te pasará nada.
Edgar suspirando tuvo que levantarse y salir con Leya.
Leya lo llevaba agarrado de la muñeca. Edgar observaba como cada persona lo miraba y hablaban al oído con su acompañante.
De repente éste se paró en seco y se soltó del agarre de Leya antes de llegar a los ascensores.
— No. Vé tú. Te espero en el despacho.
— Edgar, vamos...
Él le hizo caso omiso y se dirigió al despacho cabizbajo.
Leya suspiró. Mientras entraba al ascensor se dijo para si misma .
—Dale tiempo, no lo fuerces a hacer cosas que el no quiera.-sonrió- iré y vendré a comer con él.
Leya se dirigió a la cafetería, decidió pedir sandwiches y dos cafés y volvió a subir con la bolsa y los dos vasos de plástico.
Cuando entró al despacho encontró a Edgar metido entre papeles, concentrado .
—Mira lo qué traje -cerró la puerta al ver qué Edgar levantó la vista— vamos a comer.
Edgar miró a Leya como dejaba la bolsa y los cafés en el despacho mientras que él se levantó de la silla y rodeó el escritorio hasta abrazar a Leya por detrás.
— No era necesario qué te quedarás conmigo.
— No quería comer sola...
Edgar le dió un beso en el cachete, mientras Leya dirigió sus manos a las manos que la sujetaban.
Y en ese momento sintió una oleada de calor recorriendo su cuerpo. De forma inconciente y se giró y beso los labios de Edgar de forma apasionada. Edgar se separó de ella jadeando mirándola sorprendido.
—Deberíamos... detenernos por aquí... ¿No crees?
— Supongo... Aunque me sentía entusiasmada por liberar un poco de estrés.
—¿Te sientes estresada?
—No en realidad, pero creí qué tú... tal vez... sí.—Puso una mirada de picardía —.
— Ahora qué lo dices ... Sí.
Edgar se acercó a la puerta para ponerle el seguro y luego se dirigió hacia ella que estaba apoyada en el escritorio. Leya lo miró con deseo al sentir las manos fuertes de Edgar en sus caderas.
— Lo único qué se me ocurre para detenerte es decirte que se enfría el café...
Edgar rió mirando hacia arriba del escritorio.
— Son Frappuccinos dudo mucho qué puedan enfriarse más de lo que están.
Leya sonrió.
—¿Y si te necesita alguien?
—Por favor... si tocan la puerta y nadie responde pensarán que no hay nadie. Además... -la besó- nadie es más importante ahora que el placer de mi esposa...
Leya empezó a jugar con los botones de su camisa. Edgar precisó de dos minutos para deshacerse del pantalón de Leya.
Ambos se hundieron en una efímera situación de deseo sin importar el momento y el lugar en donde se encontraban.
No tuvo importancia cuando ambos llegaron al orgasmo juntos después de una sesión de caricias y besos.
Quedaron besándose antes de separarse y Leya fue a por su ropa qué estaba tirada en el suelo.
Ambos se dedicaron miradas dulces mientras se arreglaban.
— Sabes... Ahora si me ha entrado hambre.—dijo Edgar respirando hondo mientras se sentaba.
— A mi se me fue el hambre, pero te acompañaré.— dijo Leya al sacar el seguro de la puerta —.
Edgar golpeó suavemente sus piernas lo qué hizo que llamara la atención de Leya.
—Ven aquí.
Leya se dirigió directamente a él. Se sentó arriba de sus piernas y notó qué él la acariciaba dulcemente su abdomen mientras depositaba pequeños besos escurridizos en su cuello.
Leya se sentía satisfecha por pasar un momento dulce con el mientras seguía avanzando entre ellos el cariño qué se tenían.
Ambos se sentían plenos.
Después de comer, Leya volvió a su lugar, dónde los dos quedaron en silencio absortos por el trabajo.
Un golpe en la puerta fue quién los hizo salir de la concentración.
Al abrirse la puerta y aparecer Sarah, Edgar suspiró hondo al ver qué se trataba de su hermana.
—¿Qué hacen?¿Acaso no se dieron cuenta de la hora qué es?Ni papá trabaja hasta está hora.
Los dos observaron la hora sorprendidos, iban a ser las nueve en punto.
—Vaya... me olvidé por completo... —dijo Edgar tocando su frente —.
— ¿A qué hora se supone qué deberíamos dejar de trabajar? —preguntó Leya —.
—A las 08:00 PM ... -dijo Sarah- yo que tú si todas las tardes serán así le empiezo a decir que me pague el doble.
—Lo qué pasa es qué tuvimos un contratiempo -dijo Edgar sonriendo de forma traviesa mirando a Leya, la cuál desvió la mirada avergonzada - Tal vez tendríamos qué llevarnoslo a casa para haber si podemos arreglarlo allí.
Leya tragó saliva cuando sintió la mirada de Sarah encima de ella.
—¿Algo grave?
—No no... yo no entendía algo... es todo —sonrió— ¿vamos?
Leya se resfregó la mano en el brazo cuando salieron del despacho, al ver esto Edgar inmediatamente se desabrochó su saco del traje y se lo sacó.
—Espera cariño. —Leya se detuvo observandolo antes de llegar al ascensor y Edgar le puso su saco—.
La gentileza de Edgar hizo estremecer a Leya.
Los tres bajaron en ascensor y salieron hasta la salida en donde el mismo auto negro que los había traído los estaba esperando.
Todos subieron y al llegar a casa, Sarah le dijo a Leya qué se quedara en el auto.
Sorpresivo Edgar observó a su hermana que bajaba del asiento del acompañante para dar toda la vuelta dónde estaba el.
—¿Qué haces?-dijo Edgar -.
—Ve y descansa. Te vendrá bien quedarte solo. No te preocupes, sólo quiero pasar tiempo a solas con Leya, te la devolveré enterita.
Antes de que Edgar pudiera decir algo Sarah cerró la puerta y el conductor siguió las órdenes de Sarah para avanzar.
Edgar observó el auto dar de vuelta una maniobra para volver al portón y desaparecer.