Me Case En Las Vegas

Logan pasó lo que quedaba de la noche en su despacho tomando hasta que se quedó dormido en el sillón.

Al despertar se dio un baño y salió de su casa directo al único lugar donde sabía que podía conseguir a su hermano, él estaba más que seguro que no había tenido su noche de bodas.

Condujo hasta el apartamento de su hermano, tocó a la puerta repetidas veces y no obtuvo respuesta, después de un rato cuando se iba a dar por vencido escucho a su hermano refunfuñar dentro.

—¡No dejan dormir!, ¿será que no saben que anoche me case?—Alegaba el hombre.

Abrió la puerta y se consiguió a Logan, quien lo miraba como de costumbre con rabia en sus ojos.

—¿Que demonios quieres en mi casa?—Dijo Reinaldo sin moverse de la puerta—¿No tienes nada que hacer que molestarme?

Logan se enfureció y coloco su mano derecha en el cuello de su hermano arrastrando dentro de la casa, lo pego contra la primera pared que consiguió—¿Qué demonios te traes con mi mujer?—Dijo con voz calma pero furiosa.

A Reinaldo se le dificultaba respirar, sin embargo, sonrió—¿Tienes miedo que ella se fije en mí? —Dijo despreocupado.

—No tengo miedo de ti, no seas iluso, lo único que quiero es que te alejes de ella, no te quiero cerca— Apretó los labios—Estás advertido—Lo soltó del agarre y Reinaldo llenó sus pulmones de aire antes de hablar.

—¿Y si no quiero?—Dijo el hermano menor—y si no me quiero alejar de ella— Sonrió al ver cómo su hermano mutaba de la rabia a la furia.

—Todo esto lo haces para provocarme, eres un imbécil, pero no vas a lograr lo que pretendes, Sabrina tendrá a mi hijo y tú no vas a acabar con lo que a mi padre le costó tanto tener.

—El hijo considerado—Dijo rodando los ojos—Siempre el mejor hijo, el mejor en todo, pero en algo no vas a hacer el mejor—Dijo con una sonrisa—No te vas a quedar con nada de lo que tanto has trabajado, gracias por duplicar el dinero que mi padre dejo—Dijo con una sonrisa de burla.

—Nunca, nunca lo vas a lograr— dijo y salió del apartamento dando un portazo.

Condujo de vuelta a su casa y en el camino pensó en que le daría el beneficio de la duda a su mujer, para poder continuar con la fiesta en paz, llegó y entro, Sabrina no estaba en ningún lado, pero se imaginó donde la encontraría; en el jardín como de costumbre, llegó y se sentó a su lado ella estaba vestida con un pequeño short y un top que la hacían lucir verdaderamente sexi.

—¿Podemos hablar?—Dijo en tono calmo, tampoco la quería volver asustar y que ella se fuera corriendo de su lado.

—¿De qué quieres hablar?—Dijo sin quitar los lentes oscuros de sus ojos.

—Es sobre lo de anoche quiero saber ¿por qué decidiste venirte con Reinaldo?

—¿De verdad no tienes ni una idea? Reflexiona que hiciste y tendrás tu respuesta—Solo eso dijo y abrió el libro para seguir con su lectura.

Logan, en cambio, frunció el ceño y se dijo así mismo que era imposible que lo hubiera visto con Kitty o sería que si lo hizo, no se atrevió a preguntar por miedo a que no fuera eso y terminara por meter la pata.

—De una vez te digo si vamos a seguir con esta farsa de matrimonio, no voy a trabajar en tu casino, mañana voy a salir a conseguir un trabajo— Habló muy decidida.

—¿Pero qué cambio?, ¿no íbamos a darnos una oportunidad?—Dijo confundido, pero ella comenzó a reír con ironía.

—Si, claro y que pensaste que yo soy tan estúpida, cuando recibas tu herencia quiero el divorcio y ojalá sea pronto porque estoy muy aburrida con todo esto—Dijo con aburrimiento.

Se levantó y se fue, dejando a Logan con una tela de araña de pensamientos.

Sabrina entró a la habitación y busco la tarjeta del hombre que le había traído a casa en días atrás, tenía todas las intenciones de hablarle y pedirle que le ayude a conseguir un trabajo, muy poco le importa que Logan se enoje.

Logan se encerró en el despacho suponiendo en el porqué Sabrina se comparta de esa manera, él supone que seguro Reinaldo le habría dicho algo que la molesto, pero él jamás se imagina que el responsable de todo es el mismo.

A la hora de la cena Sabrina estaba en la cocina, ella le pidió a Marícela que descansará que ella preparaba la cena, hizo una carne con papas al vapor, Logan sintió el olor que había en la casa y se relamió los labios, entró a la cocina a curiosear que era lo que Marícela estaba preparando.

Se sorprendió al ver a su esposa en la cocina con un delantal con un pijama muy sexi, cantando y bailando mientras cocinaba.

Eso le causó tanta ternura en el corazón a Logan, que se dijo así mismo que eso era exactamente lo que él quería para su vida, una esposa así de dedicada y alegre, se acercó a ella con mucho cuidado paso sus fuertes brazos por la cintura de la joven, Sabrina dio un pequeño brinco por la impresión.

—¿Qué haces?— dijo queriendo alejarse de él.

Logan, en cambio, presiono más su agarre—Te ves tan sexi, haciendo lo que sea que haces, además que huele divino—Canturreo sobre la nuca de la mujer haciendo que todo el cuerpo de ella se erizará.

—Logan estoy molesta por favor aléjate y espera que te sirva, ya voy a terminar—Ella le dijo de una manera tan seca, no había palabras dulces ni angelicales.

—Está bien respetaré tu molestia por ahora, después de la cena hablaremos —Le dijo con esa seriedad que le caracteriza.

Se alejó de ella más no salió de la cocina, se quedó sentado por ahí observándola, ella volvió a lo que estaba haciendo sin siquiera voltear a ver dónde estaba él.

Sirvió la cena, y comieron en total silencio, Logan pensó que Sabrina definitivamente era una mujer espectacular para todo, que haría todo lo que estuviera a su alcance para que ella no lo dejara, así tuviera que renunciar a la herencia.

Se dio una cachetada mental porque por primera vez desde que se leyó el testamento está reflexionando en renunciar a la herencia y precisamente por una mujer, pero no cualquier mujer por la mujer que el ama, la que él quiere para su vida.

Al terminar de cenar ella recogió los platos y los lavo, dejo todo limpio en la cocina y subió a la habitación, reflexionó mucho en lo que haría el día siguiente, salir a conseguir un trabajo era su propósito y lo cumpliría.

Logan entró a la habitación, se dio un baño, y se colocó un pijama, se metió a la cama junto a ella, quien estaba acostada con un libro en la mano, aunque no lo estaba leyendo, solo quería ignorarlo.

—Sabrina, tenemos que hablar, no soporto que estés así, y mucho menos sin saber el motivo para poder defenderme—Dijo Logan cansado, la situación, lo exasperaba.

Ella siguió con el libro en la mano y la vista fija en las letras, pero con el corazón latiendo a millón, sentía que en cualquier momento le iba a dar un infarto, si hablaba se rompería, por eso se hacía a la loca.

Logan le quitó el libro de las manos—Sabrina, ¿dime qué pasa? Si no me dices como vamos a arreglar las cosas—Dijo en tono de súplica.

Ella siguió viendo al frente trago el nudo que tenía en la garganta—No quiero arreglar nada, quiero que esto se acabe, estaré contigo, te apoyaré para que logres lo que quieras, pero no me pidas más—Dijo muy segura o casi.

—Pero ¿por qué?—Dijo levantando la voz—¿Qué te dijo mi hermano que cambiaste, de esa manera?, habíamos quedado en algo, lo íbamos a intentar.

—Y tú pensaste que enamorándome, diciéndome palabras bonitas, me ibas a tener a tu Merced mientras te estás revolcando con tu amante—Grito furiosa.

Logan se quedó en total silencio observando a su esposa, y sin querer sonrió de medio lado al descubrir que ella estaba celosa de kitty.

—¿Te causa mucha gracia todo esto?, pues a mí no, no soy juegue de nadie y menos tuyo—la cara de complacencia de Logan la estaba enfureciendo más.

—Claro que no me causa gracia, nada de esto, ¿por qué no sé el motivo que te tiene así?, lo que me causa alegría, no gracia es que estás celosa—Dijo eso con el corazón acelerado, lo único que quería en ese momento era darle par de besos a su chica malcriada.

—Ja, ya quisieras tú, que yo esté celosa de la operada esa—Dijo con desdén.

Ella estaba parada dando vueltas por el cuarto mientras Logan sentado en la cama la veía ir y venir de un lado a otro—Ven aquí le dijo señalando la cama—Ella negó de inmediato.

—Logan, te vi, te vi con la Kitty esa, cuando fuiste al baño—Declaro ya no pudo más, ver su cara de idiota ofendido, haciéndose el que no sabe el motivo de su enfado.