Marta trabaja en un rincón oscuro de la oficina, porque no quiere ser vista. Pero el Presidente Joel del Castillo decide sacarla a la luz, como su mujer.
El es un playboy y ella un ratón de biblioteca. Ninguno de los dos cree en el amor, pero por cuestiones prácticas el necesita esposa y ella... ella no necesita nada de él, ¡pero no consigue quitárselo de encima!
Y así, entre tiras y aflojas, se pasan la vida. Es de suponer que es la clásica historia en la que terminarán juntos pero... ¿y si no?
NovelToon tiene autorización de Coke del Castillo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La vida sigue
Capítulo 22
Habían pasado años y aún se le nombraba en las revistas como el hombre que fue infiel, cada vez que por cualquier motivo salían tanto sus padres o hermanos como él, en alguna mención.
“Elena Moreno y su esposo David del Castillo, han asistido al encuentro número veintiuno de la Gala Transfer que como cada año se celebra en el Palacio de Ferias y Congresos de la ciudad, coincidiendo allí con su hijo el que fue heredero de las empresas de la familia hasta hace dos años, momento en el que las relaciones entre los afamados socialités se volvieron tensas por decirlo de forma suave.
Recordemos que Joel del Castillo anunció su compromiso con una mujer de clase media, que se convirtió en el sueño de todas aquellas mujeres que creen en los cuentos de hadas y en poco tiempo pasó a ser como una cenicienta, adorada por las masas. Durante meses fueron la pareja más querida del tabloide hasta que su prometido le fue infiel de manera pública con grabaciones y fotos del encuentro con su amante, la que a día de hoy esposa, Jenna Campos del Castillo, haciéndose partícipes así de uno de los más memorables escándalos de la farándula y el mundo de las cerebritis.
Todo el asunto terminó socavando de tal manera su reputación y la de su clan familiar que los padres desencantados con la actuación del primogénito, lo desheredaron y le retiraron el apoyo como presidente de las empresas Gorgona, frente a los accionistas. Aún se puede ver cuando se encuentran de forma pública como es el caso que ninguno de ellos aceptó jamás ese matrimonio ni a su actual cónyuge, pues como dicen por ahí, nunca nadie será feliz intentando crear una vida sobre el sufrimiento de otros. La que fue su prometida, la bella Marta Grau Alcover, no fue vista en público de nuevo a partir de aquel momento, ya que desapareció completamente y aun a día de hoy…”
Y esa era la línea que seguía toda la reseña en la revista de turno. Este era uno más de los tantos y tantos artículos que aún rodaban por los medios y eso a pesar de todos los intentos que hizo Joel por recuperar una imagen confiable ante la sociedad y sobre todo ante sus coetáneos en el mundo empresarial.
Pero en gran medida era inútil. No se podía luchar contra la marea. Y pensar que había perdido su cara, su profesión, sus amistades e incluso a lo que más amaba que era a su familia, por esa arpía que ahora ya no le parecía hermosa en absoluto. Era capaz de ver su verdadera naturaleza putrefacta y lo del exterior era tan falso como sus tetas de plástico.
No solo eso. Cada vez que alguien hacía mención del nombre de Marta como en el artículo de apenas dos días antes, él sentía como si su corazón fuera aplastado por una mano invisible. Seguía sintiéndose culpable con ella y el hecho de que jamás pudiese hablarle o disculparse lo atormentaba. Era como un capítulo no cerrado en su vida y no dejaba de preguntarse con frecuencia que habría sido de ella.
Cuando se casó con Jenna lo hizo casi obligado por ella y por la presión, pues después de todo lo que había pasado, considero aún más terrible no cumplirle. Había sido infiel a su prometida, de cara a la sociedad, aun cuando era únicamente un acuerdo privado entre ellos, por esta otra mujer. No culminar el asunto en matrimonio hubiera sido aún más ridículo. Eso, más la oposición de sus padres que consideró fuera de lugar y que lo empujaron más a su ruina en vez de apoyarlo, más que sus amigos lo abandonaron y despreciaron… Se le juntó todo, de alguna manera y se vio abocado a la boda con ella.
Cuando se enteró de que ella misma era la que había preparado todo la quiso mandar al carajo, pero cuando la vio desmayada frente a él, algo se le removió dentro. Jenna había sido honesta y sinceramente se arrepentía de aquello, todo lo había hecho en nombre del amor a pesar de actuar de mala manera. Tanto se presionó a sí misma que cayó sin conocimiento, pues según le dijo había sido incapaz de comer desde el día que salió todo a la luz.
¡Lo lamentaba tanto, por la chica y por todos los problemas que causó!, y realmente iba a asumir sus culpas frente a todos, le decía llorando en la cama del hospital. Quiso organizar una rueda de prensa desde allí mismo a los pocos días de quedar ingresada, pero Joel se lo impidió. Ya estaba hecho el mal y su confesión no iba a cambiar nada. Solo iba a conseguir que el público en general y su familia en especial, la odiaran más aún y él no podía permitir que nadie criticara al amor de su vida.
A día de hoy se reía de su estupidez y también lloraba por lo mismo. Todos se lo advirtieron, todos le dijeron que era una arpía narcisista y manipuladora, más él se negaba a creerlo porque había sido tan honesta… Hasta que le contó a sus amigas como había usado su supuesta “honestidad” para llevarlo a su terreno y como no le funcionó del todo bien, se tiró al suelo fingiendo desmayarse para conmoverlo y si eso aún no hubiera funcionado hubiera llegado al punto de cortar sus venas, estratégicamente.
Es decir, que tenía planificadas no sé cuantas maniobras y artimañas para terminar de convencerlo y que volviera a aceptarla en su vida. Luego de eso lo atraparía en matrimonio. Y tal cual había sido. Le dolía todo de pensar cuánto se habría reído ella todo ese tiempo, y cuanto había hecho sufrir a todos a su alrededor, viendo como se había vuelto el títere de esa despreciable mujer.
Literalmente le había destrozado la vida. Siendo sincero, parte de su estupidez se debía a que no quiso dar su brazo a torcer por orgullo. Quiso demostrar a todos que no se equivocaba y que Jenna era la mujer perfecta para él y no la malvada Cruella de Vil que todos pintaban. Fue un iluso y ahora mismo se sentía como un pobre dálmata en manos de la mala del cuento.
A estas alturas sólo le quedaba recabar pruebas para conseguir el divorcio de forma fulminante y agradeció hasta el infinito que su madre lo obligara a firmar el acuerdo prenupcial con ella. Si no fuera por eso, casi se quedaría en la calle, después de ver minorada su fortuna personal en esos dos años a niveles impensables. Su amada esposa era peor que una garrapata y lo había estado desangrando gota a gota.
Él mismo reconoció ante sí mismo que lo merecía. Nunca lo confesaría ante otros, por supuesto.