Soy ama de casa desde hace cinco años, acompaño de todo corazón a mis hijos y cuido a mi esposo. ¡De repente trajo de vuelta a su amante que quiere divorciarse de mí! Como ama de casa de tiempo completo en los últimos años, he dedicado no solo tiempo y energía, sino también oportunidades para desarrollar mi carrera, ¡así que decidí luchar! Pero no esperaba que el joven abogado que me ayudó con la demanda me dijera que yo le gustaba desde hace mucho año...
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Capítulo 22 Cercanía con otro hombre
Isaac me dio un vaso de agua tibia y preguntó:
—¿Te asustaste?
—Por supuesto que sí. Aún tengo miedo. —respondí mientras aceptaba la bebida. Luego, lo miré fijo y comenté—: Es un poco irresponsable de tu parte decirle a un paciente cosas tan horribles, y sin suavizarlas.
—La vida es dura —respondió con una sonrisa—. Ambos sabemos que es así. ¿Qué gano mintiéndote? Quiero que sepas la situación en la que te encuentras para poder tomar mejores decisiones.
—Entendido. Ya deja de regañarme —dije, sonriendo también.
—Estás muy pálida. Debes cuidarte mucho y no salir a ningún lado, así que mientras te recuperas tendrás bastante tiempo para pensar bien las cosas y poner fin a esta situación terrible una vez que estés mejor. —Se dio vuelta y se puso en cuclillas, la mirada fija en mi hijo—. Ahora que mamá ya se despertó, puedes dormir un rato en el sofá junto a su cama. Pediré comida y podrás comer cuando te despiertes. ¿Te gusta esa idea? —Jesse asintió con la cabeza, fue al sofá y se acostó a dormir.
—Pásame mi teléfono —le pedí a Isaac.
—¿Para qué?
—Necesito hacer una llamada. Quiero pedirle a una amiga que cuide a Jesse hasta que yo me recupere. Ella tiene un hijo de la misma edad y, además, puede ayudarme a mantenerlo alejado de Ivan.
—Ivan no vendrá a molestarte. Si lo hace, llamaré a la policía y les diré que contrató a alguien para que te matara y así poder irse con su amante. —Me miró y, con calma, agregó—: Aunque sea mentira, no va a arriesgarse a que se diga eso. Si se llegara a correr el rumor, el precio de las acciones de su compañía bajaría muchísimo. Es un hombre de negocios, así que, para él, lo más importante es cuidar su dinero.
Cerré los ojos y me dormí. En mi mente seguía repitiendo las últimas palabras de Isaac: «Es un hombre de negocios. Para él, lo más importante es el dinero». Que irónica es la vida; él se había convertido en empresario gracias a todo lo que yo le había enseñado. Cuando lo conocí no era más que un simple técnico en informática y lo único que sabía hacer era programar. Yo lo había obligado a fundar una empresa, yo le había conseguido inversores de riesgo, yo le había armado la estructura básica de la compañía. Incluso fui yo quien lo había ayudado a elegir la filosofía y cultura organizacional con la cual regirse. Con el tiempo, había aprendido a hacer todas esas cosas por su cuenta, así que me retiré del negocio y me convertí en ama de casa.
Estuve una semana entera en reposo: me quedaba en la cama y tomaba mi medicina; me habían colocado una vía intravenosa y todos los días me cambiaban las vendas. El tiempo pasaba extremadamente lento y el aburrimiento hizo que una semana pareciera un año. Ivan no fue a verme en todo ese tiempo. Cada vez que alguien abría la puerta, yo miraba esperando que fuera él, pero siempre era otra persona y acababa decepcionándome. Estaba segura de que sabía sobre mis heridas y todo lo que me había ocurrido, y sin embargo no había ido a verme. Su indiferencia me rompía el corazón; llevábamos muchísimos años juntos y hasta una piedra sentiría más por mi situación. En una oportunidad, cuando me decepcioné al ver que quien entraba a la habitación no era él, Isaac me dio un ultimátum:
—Si te sigues negando a ponerle fin a la relación con él, llamaré a tu familia.
—No me molestes —dije en tono cortante.
—Entonces deja de pensar en ese desalmado —respondió, frustrado y enojado. Estaba segura de que si yo fuera su hermana me hubiera dado una bofetada para que entrara en razón. Pero uno no se olvida de una relación de diez años tan fácil. Sabía que debía hacerlo, pero no podía.
Alguien abrió la puerta y miré en esa dirección: era Morley. Vestía ropa de diseñador y un maquillaje exquisito, y llevaba un bolso de Hermes de más de diez mil dólares.
—Reina, de verdad no esperaba que tuvieras un «amigo» tan íntimo a esta edad —dijo—. La gente dice que has encontrado a tu próximo príncipe azul, y al parecer tienen razón. Sin embargo, aún no te has divorciado. ¿Es correcto que tengas una relación tan estrecha con otro hombre? —Mientras hablaba tomó una silla, la acercó a mi cama y se sentó.
si ya tuvo el valor para hablar con ella. mínimo debió de tener dignidad frente al poco hombre del esposo. muy poca cosa la protagonista