"Guardianes"

Mientras tanto, en una cueva sombría al norte del reino de ReindHart, un demonio llamado Samanin aullaba de rabia. Sus garras rasgaban las paredes rocosas, y su rostro retorcido por la ira escupía maldiciones contra el humano que había asesinado a su hermano.

—¡Te mataré, maldito mocoso! ¡Devoraré tu asquerosa alma de exorcista! —rugió, su voz reverberando por toda la caverna.

Entonces, una silueta oscura, como un espejismo de sombras líquidas, apareció en la entrada de la cueva. Una presencia escalofriante se hizo sentir, y una voz gutural lo llamó:

—Ven a mí, pequeño Samanin... Ven. Te daré un poder aún mayor para cumplir tu encomienda.

El demonio cayó de rodillas, sollozando de emoción al reconocer la figura.

—¡Mi querido amo Mamon! ¡Mi señor! ¡Deme la fuerza para destruir a ese sucio humano y al despreciable sacerdote que le acompaña!

La silueta habló con un tono de ultratumba, como si emergiera del abismo más profundo.

—Ve al Reino de Liberia. Allí encontrarás el poder que necesitas para aniquilar al mocoso que osó interferir en mis designios. ¡Ve, mi pequeño Samanin! ¡Cumple esta misión como corresponde!

Cuando la silueta se desvaneció, Samanin alzó el rostro bañado en lágrimas y con una sonrisa maníaca, juró:

—¡Lo haré, mi amado señor! ¡Acabaré con ese maldito mocoso!

ORFANATO.

De vuelta en el orfanato de ReindHart, la tranquila rutina del desayuno se veía interrumpida por la energía vibrante de un nuevo día. En la cocina, Temerio devoraba su desayuno favorito—huevos con tocineta—como si no hubiera comido en días. A su lado, Eleonora agitaba una poción brillante dentro de un cuenco de madera.

—¿Qué haces, mamá? ¿Para qué son esas pociones? —preguntó Temerio con la boca llena.

Eleonora lo fulminó con la mirada.

—No hables con la boca llena, Temerio. Ya no eres un niño pequeño. Estoy preparando pociones de recuperación para el joven Alex. Y cuando termines, tenemos que hablar de algo muy importante... sobre el futuro de ese niño y el de nuestra nación.

Temerio tragó con dificultad, su expresión tornándose seria. Pero como no podía dejar de comer, simplemente asintió mientras volvía a llenarse la boca.

En la habitación del segundo piso, Alex dormía profundamente sobre una cama de algodón. Kuro, estaba enroscado sobre su pecho, ronroneando suavemente. De pronto, el joven comenzó a removerse, su respiración se aceleró y una energía descomunal empezó a emanar de su cuerpo.

Kuro se apartó de un salto.

—¡Despierta! —dijo para sí mismo.

Una luz azulada rodeó a Alex. De su cuerpo comenzaron a brotar intensas llamas azules que envolvieron la habitación como una tormenta mágica. Temerio y Eleonora sintieron el poder desde la cocina y corrieron escaleras arriba. Al llegar, lo vieron flotar sobre la cama, aún dormido, con las llamas danzando furiosas a su alrededor.

—¡Madre, saca a los niños del orfanato ahora! Si esas llamas se descontrolan, todos corren peligro —ordenó Temerio con voz tensa.

Pero Eleonora, sin una pizca de miedo, caminó hacia el muchacho. Extendió sus manos y las colocó sobre el pecho de Alex. Las llamas envolvieron su figura, pero no la dañaron ni un poco.

—¡Te vas a quemar! —gritó Temerio.

—No te preocupes —respondió ella con calma—. Estas llamas... solo lastiman a los monstruos y a los demonios. Jamás a un humano ni a un ser divino.

Temerio la observó atónito. Las llamas azules rugían a su alrededor, pero no podían siquiera chamuscar el delgado vestido de Eleonora. Era como si la respetaran.

Desde la puerta, Kuro miraba maravillado cómo la anciana controlaba las llamas con sus cálidas manos, devolviéndolas al interior del joven como si lo acunara de nuevo en el vientre del mundo.

—¿Ya pensaste cómo controlar esas llamas? —preguntó el gato.

—Claro que sí —respondió Eleonora, segura de sí misma—. Ideé una poción especial que ayudará a estabilizar su poder cuando despierte.

Kuro, volviendo a acomodarse sobre el pecho del muchacho ahora dormido y en calma, alzó la mirada felina hacia la anciana.

—¿Le contaste ya a Temerio lo que tiene que hacer ahora con el chico?

Eleonora sonrió apenas y le respondió:

—No aún. Que baje a terminar de desayunar. Luego hablaremos.

Y en el corazón de ese orfanato que protegía al futuro héroe, las piezas del destino comenzaban a alinearse una vez más.

Continuará...

XintaRo.

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