Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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En que momento creció tanto su hija...
Al entender la importancia de Gustavo en su hija Ivette tuvo un nuevo miedo... ¿Qué pasaría si ellos no siguieran juntos en el futuro? ¿Cómo afectaría a su hija? Tal vez no había sido una buena idea traerlo a casa sin tener la seguridad de que ellos estarían juntos.
Nuevamente, la charla con amigas fue lo mejor, ella les habló de sus miedos y en esta ocasión tanto Maru como Dayana estuvieron de acuerdo en que ella debía vivir el presente sin tener tanto miedo al futuro, Gustavo le había demostrado con hechos, nunca le hizo promesas, ellos nunca hablaron de ser novios o pareja, se fueron conociendo sin promesas de por medio; sin embargo, su relación era mucho mejor que matrimonios constituidos, y se llevaban mejor que muchos novios.
Ivette entendió que si bien debe preocuparse por un futuro, no debe poner tanto énfasis en eso, ya que el presente que vive es maravilloso.
En casa junto a su hija ella le comenta...
—Mamá, me gusta un chico de mi colegio.
—¿Es de tu curso? — pregunta Ivette quien obviamente sintió preocupación y también emoción, ¿en qué momento creció tanto? Para ella era su bebé.
—Si, pero no sé si le gusto a él, a veces pienso que si, y otras no. Cuando Gustavo habló contigo ¿Cómo te pidió que fueras su novia?
—Él nunca me pidió noviazgo— respondió en forma espontánea.
—Oh!! Respondió su hija con un rostro lleno de desconcierto — ¿Cómo que nunca te pidió nada? Es decir ¿Ustedes no son nada?
— Hija nosotros coincidimos en la vida sin buscarnos, sin pensarlo y las cosas se dieron y nunca hablamos de que somos, pero sé que somos felices.
La charla siguió un rato más, fue buena conversación, ya que acercaron lazos de confianza, Ivette aconsejó a su hija que no tuviera aún una relación que se enfoque en sus estudios, ella tan solo iba a cumplir quince años, era una pequeña mujercita.
Rato más tarde llegó Gustavo, Ivette le contó que le preocupaba que su hija tuviera esos sentimientos a tan temprana edad, Gustavo ya había pasado por eso con su hija quien ya era mayor de edad. La tranquilizó ya que es normal que jonvencitas tengan ilusiones. Le dijo —Debes dejar que crezca, y aprenderá de sus aciertos y errores.
— ¿Te pasó con tu hija?
— Si, son etapas de amor y desamor.
—Tengo miedo que sufra, hoy los jóvenes son más relajados, tienen miedo al compromiso y no son leales.
— Es un miedo legítimo, pero igual ella debe crecer.
Siguieron hablando del tema un poco más y luego cambiaron la conversación, confirmaron que irían juntos de vacaciones por lo menos una semana, así que acordaron fechas para pedir en el trabajo y coincidir, estaban muy entusiasmados, planearon lugar de destino lugares que visitar, terminaron el día entre besos y abrazos viendo una película hasta que llegó el momento de despedirse, cada noche aproximadamente a la misma hora, era una rutina placentera qué tenían ambos.
Su amor crecía cada día más.