"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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¿siempre estas provocando?
A la mañana siguiente, Dahna se despertó temprano, notando que Nicolás aún dormía profundamente en la habitación de hotel. Al ver la hora, se incorporó rápidamente, tomando su teléfono y enviando un video comprometedor de Cassandra y sus amigas a toda la universidad. No podía perderse el espectáculo que seguramente causaría. Con una sonrisa satisfecha, se vistió sin hacer mucho ruido, y antes de marcharse, se acercó a Nicolás, le apartó el cabello del rostro y depositó un beso ligero en sus labios.
—Linda noche. Debo admitir que eres salvaje —murmuró en tono burlón antes de salir de la habitación.
Mientras abandonaba el hotel, Dahna se cruzó con Daniel, el mesero de la noche anterior, quien le sonrió al verla. Ella no perdió la oportunidad de lanzar un comentario directo, como siempre.
—Daniel —lo saludó con familiaridad, sonriendo—. No esperaba verte tan temprano.
El chico la miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¿Recuerdas mi nombre? —preguntó él, divertido.
—Por supuesto, no olvido el nombre de los chicos guapos —dijo ella, sin una pizca de vergüenza. Daniel soltó una risa breve, pero al ver que Dahna mantenía su expresión seria, se puso un tanto nervioso.
—Bueno... me alegra ser memorable, pero... parece que usted sabe mi nombre, y yo no tengo el gusto de saber el vuestro —respondió el chico.
Dahna sonrió de medio lado, con esa expresión que le daba un aire de misterio.
—Tienes razón. Soy Amara Deveraux, y, por favor, deja de tratarme de usted. Soy una universitaria, no una vieja ochentera.
Justo en ese instante, una señora mayor pasaba cerca y, al oírla, le lanzó una mirada reprobatoria.
—Jóvenes de hoy en día... —murmuró la mujer con desaprobación. Daniel se sintió visiblemente incómodo, pero Dahna le dedicó a la señora una sonrisa burlona.
—Viejos de siempre —contestó Dahna, susurrando con suficiencia. Daniel intentó apaciguar la situación.
—Disculpe a mi amiga, señora. No lo haga personal —dijo, tratando de calmar las cosas.
La señora torció el gesto y se dirigió a Daniel.
—Esa niña no parece una amiga. Te vendría bien rodearte de mejores compañías —le espetó, observando a Dahna con desdén.
Dahna, con los dientes apretados y una chispa de diversión, se encogió de hombros.
—Claro, porque apuesto a que usted ha sido una santa toda su vida... Aunque con tantos años encima, dudo que no haya pecado al menos una vez.
La señora levantó su bastón, lista para golpear a Dahna, cuando Daniel la jaló de inmediato, alejándola del peligro.
—¡No provoques a la gente! —le susurró a Dahna mientras se disculpaba nuevamente con la señora. Al cruzarse en la puerta, Dahna soltó su brazo de Daniel y le dio un pequeño golpe en el hombro mientras sonreía.
—Bien, tengo que irme. La universidad no se descansa sola, y debo ver a cierta amiguita. —Su tono malicioso hizo que Daniel levantara una ceja, intrigado.
—¿Quieres que te llevemos? —preguntó él. Dahna miró a su alrededor; el lugar estaba prácticamente vacío, a excepción de la anciana y su acompañante que la observaban.
—Acepto. Llévame —respondió Dahna con un gesto de aprobación.
Caminaron hasta una camioneta estacionada cerca, donde también estaba el hermano de Daniel, Fabricio, quien al ver a Dahna, la reconoció de la noche anterior y le lanzó una mirada de reproche a su hermano. Dahna, sin dudarlo, se acomodó en el asiento del copiloto, junto a Fabricio, con una sonrisa traviesa. Al principio, el chico trató de ignorarla, pero ella le lanzó una mirada penetrante, que lo incomodó notablemente.
Ya en el camino, Dahna y Daniel comenzaron a conversar mientras Fabricio, desde el asiento de al lado, no dejaba de lanzar miradas incómodas.
—Entonces, Amara... ¿siempre te gusta desafiar a las personas o es solo algo de esta semana? —preguntó Daniel con tono juguetón.
—Depende —respondió Dahna—. A algunos los desafío, y a otros simplemente los manipulo. Pero contigo hago una excepción.
Daniel arqueó una ceja, divertido.
—¿Una excepción? —inquirió él, entre risas—. ¿Y cuál es esa excepción?
—Que me gusta que seas fácil de leer. No eres como los demás —comentó Dahna, lanzando una mirada significativa.
Fabricio soltó un suspiro y masculló algo en voz baja, que Dahna alcanzó a oír.
—¿Algo que decir, Fabricio? —preguntó ella, desafiante, girándose hacia él—. Si tienes algo que aportar, me encantaría escucharlo.
Fabricio la miró, aún incómodo.
—No, nada. Solo que... nunca había visto a alguien que se tomara tan en serio eso de molestar a extraños.
Dahna se encogió de hombros, restándole importancia.
—Digamos que tengo un talento para hacer que las personas se sientan incómodas. Es casi un arte. ¿Verdad, Daniel?
Él rió, asintiendo.
—Creo que sí. Aunque no todos aprecian ese tipo de arte.
Dahna miró a Fabricio, divertida.
—Claro, hay personas que prefieren lo simple. Quizás porque no están acostumbrados a nada más.
Fabricio soltó una risa sarcástica y respondió, irónico:
—Tienes razón, algunos preferimos la vida sin tanto... espectáculo.
Dahna sonrió de medio lado, disfrutando del impacto que causaba. A los pocos minutos, llegaron frente a una gran residencia. Daniel observó el lugar, impresionado.
—Wow, ¿vives aquí? —preguntó, mirando la estructura imponente.
Dahna se encogió de hombros, como si aquello no tuviera importancia.
—No te dejes impresionar por el edificio —respondió, y por un momento, Fabricio pensó que quizás la joven era más humilde de lo que aparentaba.
Sin embargo, Dahna continuó hablando con ese tono despreocupado.
—Lo que importa son los lujos que están dentro. Al final, son lo que más valor tiene. Y, por cierto, todo es mío. Llámame si algún día quieres experimentar lo que es estar rodeado de verdadera opulencia. Te aseguro que es... magnífico.
Fabricio rodó los ojos y murmuró.
—El dinero no da la felicidad.
Dahna soltó una carcajada.
—Eso solo lo dicen los que no tienen dinero, para no sentir el vacío de la pobreza.
Con calma, sacó un billete de su bolso y lo extendió hacia ellos.
—Tomen, por el viaje. No hagan nada gratis, porque la vida ahí afuera es dura.
Fabricio y Daniel negaron con la cabeza, ambos rechazando la oferta mientras Dahna se bajaba con una sonrisa victoriosa.
De repente, la pequeña hermana de Amara la abrazó con entusiasmo.
—¡Hermana, me alegra que volvieras! —dijo la niña.
Dahna se la quitó de encima, se agachó para ponerse a su altura y le susurró:
—Pequeño monstruo, no me abraces.
Sin más, entró en la casa, pero la pequeña sonrió mientras el gato negro pasaba entre sus pies. La niña lo cargó de inmediato y acarició su suave pelaje.
—¿Sabes, Nina? Mi hermana ya es mayor... y fuerte —le dijo, sonriendo. Luego, besó al gato en la cabeza y entró con él en brazos. Mientras, el pequeño gato, con una voz apenas audible, le susurraba:
—Nina, soy macho, niña estúpida…
Pero la pequeña solo lo escuchaba maullar.
Al llegar a la universidad, Dahna notó que todos ya habían visto el video o lo estaban viendo. Eso le sacó una sonrisa. En ese momento, Cassandra pasó a su lado.
—Quítate, tonta, estorbas —dijo Cassandra con desdén.
Dahna le sonrió.
—¿Tonta yo? ¿O tú, que te peleas por un hombre que ni te da la hora?
Cassandra, desencajada, miró a su alrededor, asegurándose de que nadie la escuchara.
—¿Cómo sabes eso? Nadie se enteró en esa fiesta —susurró, sorprendida.
—¿Qué? ¿No has visto el video? —preguntó Dahna, sacando su teléfono y mostrando la grabación donde Cassandra era insultada por Javier y luego acababa a golpes con sus amigas. Cassandra intentó arrebatarle el teléfono, pero Dahna lo guardó de inmediato.
—Tranquila, igual ya todos lo vieron —dijo Dahna.
Usando su magia imperceptible, Dahna se acercó a Cassandra y le susurró con voz venenosa:
—¿Sabes? Es una lástima que tus mayores enemigos sean tus propios amigos… Esos que decían apoyarte en todo. Tus amigas solo estaban contigo por Javier, y los demás solo esperaban verte fallar para convertirte en la burla de toda la uni. Es una pena que siempre te centraras en mí, cuando tus verdaderos enemigos te rodeaban y te adulaban cada día.
Dahna parecía una serpiente susurrando en el oído de Cassandra.
—¿No sientes ganas de destruirlos a todos? —continuó Dahna—. Sientes rabia, lo sé. Tienes todos los medios para destruirlos; solo tienes que decidirte y hacerles pagar por todo tu dolor.
Sin decir más, Dahna continuó su camino mientras Javier, que había escuchado toda la conversación, la miraba fascinado.
—Encantadora… —susurró él, para luego seguir su camino a clases.
Por suerte, la noche anterior su cita no había asistido; la estuvo esperando en la habitación 99 y simplemente nunca llegó.