"En medio de una bulliciosa ciudad, donde el susurro de personas apresuradas y luces parpadeantes, el tiempo parecía desvanecerse para dos almas destinadas a encontrarse sin saberlo. Ella, una joven hermosa de mirada perdida, llevaba sobre sus hombros el peso de un pasado difícil. Él, un hombre inteligente, magnate de los negocios, caminaba por las calles escondiendo un dolor profundo teniendo la certeza de que su vida cambiaría de manera inesperada".
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Capitulo XXI Consentida
Aurora ya no era la misma niña sumisa y temerosa que había llegado a la vida de Sebastián, ahora era una mujer fuerte, sin miedo de enfrentar al mundo, en el año de casados que tenían, habían superado altos y bajos, las noches de desvelos quedaron atrás, ella ya no tenía pesadillas recurrentes de las torturas impuestas por Lucrecia, en fin estaba superando su cruel pasado.
"Aurora cada día cocinas mejor", elogió el profesor Maximiliano Tejeda.
"Gracias profesor", respondió Aurora manteniendo la distancia.
"¿Y dime qué piensas hacer esta noche?", pregunto el sujeto a Aurora.
"Cenar con mi esposo", respondió Aurora alejándose de su profesor.
"Que aburrido, no entiendo ?por qué te cásate siendo tan joven?", pregunto Maximiliano con coquetería.
"Porque amo a mi esposo, ¿acaso no es eso razón suficiente?", respondió Aurora con hostilidad.
"Creo que no es amor lo que sientes por tu esposo", respondió Maximiliano buscando acariciar la mano de su alumna.
"Realmente no me importa lo que otros crean, yo amo a mi esposo y eso es lo único que me interesa", Aurora intento salir del salón de clases, pero Maximiliano la agarró de la mano y la atrajo hacia él, ella forcejeo para que la soltara, pero la fuerza entre ambos era abismal.
"Suelteme, suelteme, no me toque", gritaba Aurora con desesperación.
"Deja que te enseñe lo que es un hombre de verdad, verás que te olvidas de tu amado esposo", decía Maximiliano queriendo forzar a su alumna.
"Quítale las manos de encima a mi mujer", Sebastián entro hecho una fiera y empezó a golpear sin piedad al profesor, mientras que Aurora le gritaba que lo dejara, la seguridad del establecimiento tuvo que intervenir para lograr apartar a Sebastián de Maximiliano quien estaba irreconocible.
"No se te ocurra querer tocar a mi esposa de nuevo", grito Sebastián molesto.
"Lo siento señor Santos, no sabía que ella era su esposa", respondió el sujeto apenas audible.
Aurora salió del salón llorando con desesperación, si Sebastián no hubiera llegado a tiempo, ese hombre la habría lastimado mucho, sentirse de nuevo impotente la devolvió a los años donde Lucrecia la golpeaba hasta desmayarse. Sebastián corrió tras de su esposa, logrando alcanzarla.
"Soy tan inútil, ese hombre por poco logra su cometido", dijo Aurora entre sollozos.
"No es tu culpa, no digas eso, el único culpable es él, pero se va a podrir en la cárcel", aseguro Sebastián.
"Eres mi caballero de brillante armadura, siempre rescatandome del peligro", contesto Aurora más tranquila.
"Y tu, mi damisela en peligro, te amo mi princesa", respondió Sebastián besando suavemente los labios de Aurora.
Regresaron al apartamento, ninguno de los dos quiso seguir con su día de trabajo, Maria los esperaba después de que Sebastián la había llamado para contarle lo ocurrido.
"Mi niña, ¿estás bien?", pregunto Maria preocupada.
"Si, nana solo fue un susto", respondió Aurora con una sonrisa.
"Imagino que a ese tipo no le quedarán más ganas de lástimar a ninguna mujer", Maria se dirigió a Sebastián.
"No, mamá y además se quedará un buen tiempo en la cárcel", respondió Sebastián sirviéndose un whisky.
"Mejor cambiemos de tema", sugirió Aurora cansada.
"El fin de semana habra un evento muy importante, ¿te gustaría ir?", pregunto Sebastián despreocupado.
"¿De qué se trata el dichoso evento?", pregunto Aurora curiosa.
"Es un desfile de moda y una comida especial para los organizadores y participantes en el evento", explico Sebastián.
"Nunca he ido a un evento de esos, a lo mejor me guste y me convierta en modelo profesional", bromeó Aurora.
"Entonces tendría que enviar a la cárcel a más de una, solo por mirarte", Sebastián le devolvió la broma.
"Eres tan celoso", respondió Aurora riendo.
"Solo cuido lo que es mío, por cierto ese día te tengo una sorpresa", comento Sebastián con picardía.
"Dime, ¿de que se trata?", pregunto Aurora ansiosa.
"No comas ansias,cuando el día llegue lo sabras", respondió Sebastián besando la nariz de Aurora.
"Eres muy malo", reprochó Aurora con un puchero.
"Sigues siendo una consentida", dijo Sebastián riendo.
"Es su culpa, esposo mío", Aurora lo beso en los labios.
Maria sintiéndose incómoda se fue a la cocina a preparar algo de merendar, esos dos no tenían arreglo, ella no entendía como era que Aurora aún no quedaba embarazada, si parecían conejos.
"Creo que María se sonrojo", comento Aurora ocultando su sonrisa con la mano.
"En su época estás muestras de amor no se hacían en publico", respondió Sebastián.
"Siendo una mujer tan hermosa, ¿por qué no tiene su propia familia?", pregunto Aurora pensativa.
"Nunca me había preguntado eso, pero tienes razón, ella solo se dedicó a cuidar de mi", respondió Sebastián intrigado.
"Bueno, muchachos es hora de comer, venga a la mesa", Maria grito desde el comedor.
"Realmente piensa que somos niños", dijo Sebastián riendo.
Aurora le dio un ligero golpe en el pecho, "no seas así, Maria es muy dulce", regaño Aurora a Sebastián.
"Perdón, señorita todo amor y paz", respondió Sebastián juguetón.
"Están muy animados ustedes dos, eso me hace tan feliz", comento Maria feliz.
"No podemos amargarnos por las cosas que pasan, es mejor disfrutar cada día al máximo", respondió Aurora positivamente.
"No sabes lo feliz que me hace verte así", elogió Sebastián besando nuevamente a su esposa.
"Coman que se les enfría la comida", sugirió Maria sonrojada.
Sebastián y Aurora se separaron sintiéndose cómplices de lo que acababan de hacer.
"¡Les divierte!", exclamó Maria.
"No, para nada nana, solo estamos disfrutando de este momento", explico Aurora mirando a María.
Los tres se sentaron a la mesa y compartieron un tiempo en familia, el amor que se tenian desbordaba por todos lados y contagiaba a los que estuvieran cerca.
Pensé que eras más inteligente…