La historia de un Alfa que solo ansiaba la tan anhelada libertad
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Capitulo 7
Advertencia:
La siguiente historia no es apta para menores de 21 años puede contener; lenguaje vulgar, soez, momentos explícitos, eróticos, hasta subido de tono y hasta nopor-grafico, violencia física, mental, abuso, inc3sto, se recomienda leer bajo su propio riesgo. ~
La humitas al fin ya estaban listas.
Las coloque en una bandeja para luego servirme la más apetitosa, una bien cuadradita y carnosita, fui soplando para poder comerla tranquilo, y en eso el amo apareció —¿Qué es esto? Quiten está basura de mí vista, y sirvan el desayuno.
—Son mías, no las tire. —Defendiendo mí comida.
—Insolente, aquí él que manda soy yo. Isabel tira este hojerio.
—No, Isabel, déjalo. —No dejaría que tirasen la comida que pase toda la mañana haciendo.
—Isabel, tiralo. —Fernando se estaba enojando, pero tambien agotaba mi paciencia.
—No, no lo hagas. La comida es sagrada, se respeta —golpeando fuertemente la mesa, asustando a Isabel la ama de llaves y sorprendiendo a Fernando —No lo haga.
—No lo tires, solo retiralo de mí vista y llévalo a la cocina.
Isabel se retiró, pero no sin antes yo tomar otra humita —Gracias, Isabel, ahora si puedes retirarte. —Él solo me miro enojado —¿Qué pasa? Estáis en tus días especiales, esos que tanto hablan la gente en el pueblo ¿Cómo es? Andáis indispuesto.
Me miró con enojo para luego proceder a desayunar sin hablar, y yo desayunar otra vez. Al retirar los cubiertos, ambos exclamamos —Gracias, Isabel puedes retirarte. —Aprete mi puño con rabia ante el copión, y él también se enfureció igual mientras escuchaba la risilla de fondo de Isabel y su exclamación bajita, burlándose de la situación —¡Sí, patrones!.
—Tú, deja de dar órdenes a mi criolla. Ella solo debe obedecerme a mí.
—Dijiste que me cuidarán, y soy agradecido.
—No, no lo eres. Estás ordenando a dónde crees que vas.
—Me cansé de estar encerrado, me voy —me levante para dirigirme a donde estaban los establos y tome un caballo. —Me iré a pastear y fijarme las ovejas.
Debía perder tal miedo al exterior así que que mejor forma que pastoreando.
Me subi al caballo para luego manejarme por aquella hectáreas donde las ovejas se reunían a pastar. Todo iba tranquilo hasta que aquel caballo negro se poso delante mío —Indio insolente, deja de pasar mí autoridad tú eres un esclavo, debes obedecerme. Vuelve a la casa ya.
—Te falta una oveja, te falta una ya las conté. Falta una ¿Qué clase de hacendado eres? Cuida tu ganado.
Me di la vuelta y lo oí refunfuñar mientras contaba las ovejas bajito —1, 2, 3, 4 hijo de la Pachamama falta una.
¡Cruuuz! Vuelve ¿dónde esta la oveja?
—Sí, es la que pienso debe estar donde descansan, creo que estaba en espera, quizás ya tuvo.
Fuimos hasta donde la ovejas dormían y allí estaba tumbada quejándose del dolor «bee bee bee» la pobre estaba en trabajo de parto.
—Pobrecita, te duele — frotandole su barriga lanosa para ayudarla en su trabajo de parto luego de esto, está comenzó a pujar y pujar podía ver la sangre mientras lo hacía, hasta ver la cabeza del cordero salir, estaba tan concentrado en ayudar a la oveja mientras Fernando solo miraba serio —¡Dame tu poncho Fernando!
—¿Cómo Fernando soy tu amo?
—Puede darme su poncho amo.
—Para ¿Qué?
—Para cubrir del frío. —Él no le gustó, pero me lo dio por lo que lo use para recibir al cordero que nacía.
—Me dijiste que tenías frío, no te lo di para que se lo pusieras al cordero lleno de sangre.
—Te dije para cubrir del frío, claramente para el cordero. Ahí viene otro. —Puse el cordero a mamar de su madre mientras recibía al segundo.
Continuara...