Ji Eun había reencarnado en su novela bl favorita, en un personaje lamentable que apenas logra reconocerlo ¿Morirá como una simple extra? Odia la idea de tan solo pensarlo. Al saber la cura del príncipe heredero decidió mejor pedir disculpas después al protagonista con tal de poder proteger su vida.
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21 - Las ratas pertenecen a las alcantarillas
Se escuchó un ruido.
Un paso.
Dos pasos.
La luz se había encendido, estaba su esposa y su hijo atados y amordozados. Sintió todo su cuerpo temblar y cuando iba a retroceder la puerta ya estaba siendo cerrada por Magnus.
“No solos tan idiotas para no darnos cuenta de un cambio de guardias, Rafael”. Los ojos de Rafael empezaron a picar, la inseguridad invadió su cuerpo. Su hijo no dejaba de llorar y su esposa lo miraba decepcionada.
Se arrodilló.
“Perdónenme, por favor”. Roxana estaba sosteniendo una espada en el cuello de su esposa, estaba intranquilo.
“¿Quién te mando?”. Rafael negó.
“Parece que necesitas motivación”. Roxana jaló el cabello de su esposa haciendo que ella gimiera de dolor, empezando a sollozar.
“Fue ella... La emperatriz. No puedo decir más o me matará”. Señaló Rafael haciendo que Magnus y Roxana rieran.
“Parece que no te has dado cuenta”. Dijo Magnus.
“Tu dueño ha cambiado”. Recalcó Roxana.
“Confiesa todo ya o no solo morirás vos, también tu familia. Te queda una oportunidad”. Le ofreció Roxana.
“Está bien... Pero deben protegerme”. Limosnero y con garrote, pensó Roxana. Pero no quedaba de otra.
“Está bien”. Empezó a hablar mientras era grabado por Magnus, el como la emperatriz había usado a su esposa para manipularlo, las amenazas y los chantajes del consorte. Planeaban matar al archiduque y luego adueñarse del archiducado usando a Roxana quien estaría en un estado "débil".
Roxana empezó a reír, la emperatriz era una maldita perra.
“¿Tienes alguna prueba sobre lo que dices?”. Él asintió.
“Tengo todas las cartas y el cheque que me dio, está a nombre del imperio. Aún no he ido a cambiarlo”. Eso sería suficiente para encacelarla. Habían ganado.
Rafael rebuscó en un bolso que llevaba consigo, cuando las encontró de las entregó a Magnus.
“Estarás en la prisión del archiducado, se te proporcionará lo necesario hasta que llegue el momento. Todavía no confiamos en ti”. Rafael asintió, estaba sastifecho. Roxana le quito las mordazas a su familia.
“Eres un idiota, Rafael”. Fue lo primero que dijo su esposo, auch. Roxana río por lo bajo.
“Lo sé”. La emperatriz había prometido cumplirle el deseo a su esposa de volverla su doncella. Rafael solo era un hombre que había pasado de ser un noble a un plebeyo, estaba triste por no darle la vida que se merecía a su mujer y estaba seguro que esto le daría una nueva oportunidad. Lastima que no resultó tan fácil como él pensó.
“Guardias”. Entraron diez guardias a llevárselos, Rafael rio. En serio nunca tuvo la oportunidad de ganar, que fiasco.
“No te atrevas a culpar a la señorita Roxana, yo sola me entregué”. ¿Qué?
“Así como lo escuchas, ella me confesó todo lo que estabas haciendo. ¿En serio creíste que saldrías vivo? Mi tonto esposo, le dije que quizás con nosotros en esa situación entrabas en razón. Nisiquiera me jaló el cabello con fuerza, ella es tan amable”. Su esposa estaba loca, sin duda. Pero tenía razón, nunca tuvo la oportunidad de haber ganado.
“Ella nos dará una nueva identidad y suficiente dinero para que hagamos un negocio”. Su esposa había resultado más inteligente que él, al menos había algo nuevo en toda esta humillante situación.
“¿No me pedirás el divorcio?”. Preguntó Rafael inseguro, había hecho una gran idiotez por su avaricia.
“Eres un buen hombre, solamente no tomes decisiones sin mí”. Rafael río. Estaba feliz con su matrimonio.
“Con esto debería ser suficiente”. Señaló Magnus las cartas mientras se las entregaba al archiduque. La bruja de la emperatriz había confesado que había sido ella la que había planeado todo hasta ahora acerca del intento de homicidio.
Roxana leía la cantidad de dinero. 1 000 000 de monedas de oro por la cabeza de su padre.
“Yo daría más”. Dijo Roxana indignada, su padre valía mínimo mil veces más esa cantidad. El archiduque río.
“Mañana mismo hay que reportarlo, antes que ella se de cuenta que la hemos atrapado”. Todos asintieron. Era el fin de la emperatriz.
“Ya tengo la medicina para el emperador, estará lista mañana. Conseguí una audencia con él por medio de Cassius”. Señaló Roxana, el archiduque suspiró molesto. Ese niño seguía intentado llamar la atención de su hija.
“¿Crees que el emperador esté de acuerdo con que encarcelemos a su esposa?”. Preguntó la inocente Roxana haciendo reír a todos en la habitación.
“Probablemente sea quien más lo desea. Ella lo envenena”. Le respondió el archiduque.
“Iré con Magnus al palacio”. Roxana sonrió, la caída de la emperatriz sería mañana. Solo esperaban que fuera un juicio justo.